Y… ¿estás contenta?

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Embarazadas

Dos puericultoras describen el proceso interior de la mujer en el momento más importante de su vida, atentas al comienzo de un nuevo ser.

 

Isabel Bermejo y Candelaria Ferreyra | Técnicas Universitarias en Puericultura y Crianza |candeferreyra@hotmail.com 

 

[dropcap]H[/dropcap] ubo un tiempo en el que no había farmacias abiertas las 24 horas para ir corriendo, a las tres de la mañana, a comprar un test de embarazo y sacarnos esa duda tremenda con la que no podíamos seguir viviendo. Hubo un tiempo en el que, cuando no nos llegaba el período, sólo había sospechas. Incluso para aquellas mujeres muy conectadas con su cuerpo. Había que esperar y aguantar la ansiedad. Y, muchas veces, este mutismo también incluía al padre: hasta que ella no estuviera segura, tampoco se le solía dar la noticia a él.

Las condiciones en las que hoy
se gesta un hijo siguen siendo
las mismas; pero es asombroso
cómo ha variado el contexto.

Recién en el transcurso del tercer mes de embarazo, la última duda se había desvanecido y sólo quedaban certezas en el alma, incertidumbres en el corazón y una vida palpitando en el vientre.

¿Todo tiempo pasado fue mejor?

Las condiciones en las que hoy se gesta un hijo siguen siendo exactamente las mismas; sin embargo, es asombroso cómo han variado el contexto, las costumbres y, drásticamente, los tiempos. La omnisapiencia inmediata de Google, el consejo veloz que nos llega a través de WhatsApp y las ya mencionadas farmacias abiertas las 24 horas, con varias marcas diferentes de tests, nos dan una confirmación casi inmediata, despejando cualquier tipo de duda. Puede que hoy siga habiendo  desvelos, pero sabemos a qué atribuirlos.

No hay bien y mal

Ambos escenarios están bien y tienen sus pros y sus contras. Y una de las ventajas que tenía el escenario en el que pasábamos los primeros dos o tres meses con “la gran duda” era, justamente,
la posibilidad de la duda. ¿Qué significa esto? La posibilidad de evaluar las cosas positivas de estar embarazada y también las negativas, de permitirnos experimentar sentimientos ambivalentes, o absolutamente opuestos, ¡sin sentir culpa! Porque puede que hoy muchas mujeres sientan precisamente eso, pero al saber que llevan un hijo en el vientre, genera culpa, por ejemplo, arrepentirse de estar embarazada o desear no estarlo, o creer que deberían abandonar su carrera
profesional cuando no están dispuestas a hacerlo.

Esa etapa de “no saber” era un período de tiempo en el que una mujer se sumergía en lo más profundo de su ser para indagarse, descubrirse y comprenderse.

“La gran duda” era, justamente,
la posibilidad de la duda. De
permitirnos experimentar
sentimientos ambivalentes.

Llegada, pues, la confirmación definitiva, con entusiasmo y sonrisas, la noticia comenzaba a ser transmitida en reuniones familiares o en asados con amigos.

Y tras el anuncio siempre llega la misma pregunta: “Y… ¿estás contenta?”

Revolución

Es la pregunta de rigor que tenemos instalada entre las convenciones sociales. ¿Es válida esta  pregunta? ¿No sería mejor hacer una pregunta menos indicativa o no tan amplia? Una noticia así, un estado como ese, no admite como respuesta un sí o un no.

Esta mamá seguramente irá pasando por muy distintos estados, no sólo físicos, sino psicológicos, familiares e, incluso, identitarios.

Esto, además, se suma al monumental terremoto hormonal que tiene lugar en el cuerpo, al sueño constante que la vida moderna poco nos permite respetar, el hambre, las tareas de la vida cotidiana…  Por eso, no estaría mal que nos propongamos dar lugar a una mujer embarazada a que sienta la libertad de contar sin tapujos ni condenas sociales qué cosas le suceden, tanto física como  emocionalmente. Porque ella lo necesita.

Escuchamos sin juicios

¿Cómo abordar el tema tras el anuncio? y ¿qué preguntas hacer? Serán claves para acompañarla en sus verdaderos sentimientos, para generarle un espacio de comunicación genuina y que cuente con la posibilidad de abrirse y expresar lo que tenga para decir. Porque lo que una mujer embarazada sienta está bien. No hay juicios que quepan.

Primerizas, veteranas, adolescentes, multíparas… en todas podemos encontrar una gran madre, sobre todo si estamos abiertos a descubrirlas.

Si no está contenta, con esta escucha ayudamos a que pueda estarlo en algún momento. Que se sienta parte del ciclo vital que supone estar en el mundo y la valentía de tener hijos, muchas veces en condiciones adversas. Que sepa que no está sola. Estos son reconocimientos que toda madre se merece y que pueden hacerle mucho bien. Y si en algún momento puede celebrarlo… ¡brindaremos con ella!

Porque ese es nuestro camino: el que cada embarazada nos marque.

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