[button link=»» color=»pink» icon=»» size=»small»][/button ]Bodas de oro, de plata, de rubí, de perlas, de papel…
Celebrar es una dimensión propia de la vida humana y uno de los momentos en que mejor podemos expresarnos como personas. La forma de hacerlo varía mucho de acuerdo a los ambientes y a las culturas, pero hay una que tiene un sentido muy especial: la fiesta.
MARCELACAPATTI | ASESORA FAMILIAR | MARCELACAPATTI@YAHOO.COM.AR
La fiesta es un tiempo que se dedica a celebrar un acontecimiento, permite romper la rutina, experimentar la profundidad de la vida, sentirla como un regalo y descubrir que vale la pena ser vivida, pero… ¿Cuántas veces la vivimos y sentimos realmente así? ¿Quién no ha dicho o escuchado frases como estas? «No vamos a festejar, es demasiado gasto», «No me gustan los festejos, termino muerta», «Estoy con tanto trabajo que ni tiempo tengo para organizar una fiesta», «No me gusta festejar porque cuando soy centro no la paso bien».
Es que, como tantas otras cosas, hemos vaciado la palabra «fiesta» de contenido. Llenamos los festejos de tantos extras y estrés que los hemos desvirtuado. Olvidamos quizás que además de «pasarlo bien», es un espacio para celebrar «el bien que nos pasa». «Lejos del ‘ocio’ en sentido clásico (contemplación) -expresa Pieper en su libro Una teoría de la fiesta-, las fiestas actuales son otra forma de actividad, otra forma de trabajo. Por eso las fiestas modernas cansan.»
Viva la fiesta
La fiesta es un tiempo para la personalización, para ser más en profundidad, para recrear y recrearse, para la creatividad, para el encuentro, la comunicación y el diálogo. En una sociedad donde el diario vivir se nutre de acciones muchas veces interesadas, la fiesta es un tiempo para la gratuidad.
Entendida de esta manera, la fiesta es una realidad profundamente humana que eleva y dignifica.
Celebrar es, pues, disponer de un tiempo y de un espacio para que, a través de gestos, signos, palabras y actitudes, un acontecimiento se haga realmente vital. El cumpleaños, la finalización de los estudios, el reencuentro con un ser querido y mil otras celebraciones van alegrando y enriqueciendo el diario vivir. Como en la vida de las personas, hay también momentos significativos en las familias, las comunidades, la historia de los pueblos, etc.
Gratitud
En unas bodas de plata, la hija mayor del matrimonio tomó el micrófono y dijo a los invitados: «Cuando con mis padres y hermanos pensamos en esta celebración y al programarla, todos teníamos en cuenta que sería una oportunidad de agradecer a amigos y familia el modo en que habían estado presentes durante estos 25 años, convencidos de que la vida matrimonial se enriquece y sostiene en muchas oportunidades por el apoyo y acompañamiento de quienes están cerca. Con todos ustedes, mis padres y, en cierta manera nosotros, han compartido muchas alegrías, algunos momentos difíciles, muchos proyectos y logros. ¿Cómo no reunirnos para festejar?»
Tengo que reconocer que el planteo me resultó un poco novedoso ya que significaba, en cierta manera, desplazar a los protagonistas del festejo para trasladarlo a los invitados, transformándolo en una oportunidad de compartir y agradecer a quienes habían sido también artífices de esa realidad. Y comprendí que desde el festejo del primer año de vida hasta el último y en todos los motivos de celebración que encontremos en el medio, descubriremos que, si festejamos, es porque hemos llegado a esa instancia gracias al interactuar de muchas personas con las que nos hemos ido cruzando. Festejar es, entonces, una lindísima manera de manifestar gratitud.
Celebrar es disponer de un tiempo y de un espacio para que, a través de gestos, signos, palabras y actitudes, un acontecimiento se haga realmente vital.
Un gusto especial
Una amiga que hace servicios de catering me contó una vez que en los festejos que más le gustaba trabajar era en los aniversarios de casados. Me explicaba que, en general, eran los que estaban menos contaminados de modas y mitos, que muchas veces participa la familia entera y que en ocasiones son los hijos los que preparan la sorpresa.
En el libro Huellas imborrables, Josefina Caprile y Florencia Silveyra comentan: «El día del aniversario se festeja nada menos que el ‘cumpleaños de la familia’. Semejante fecha merece ser festejada todos los años entre los esposos y con los hijos. Este festejo es una ocasión para refrescar el amor de los esposos. Para mirar hacia atrás y ver cuánto se ha compartido, para agradecer, rectificar, recomenzar y con la mirada siempre nueva, continuar caminando juntos.»
Por eso, si es posible, en los aniversarios redondos es bueno incluir en la celebración a familiares y amigos, como un modo de testimoniar la alegría del camino recorrido a pesar de las dificultades y dolores que nunca faltan. Estas celebraciones y todo lo que sucede en ellas se graban con gran facilidad en la memoria emocional y se convierten en algo así como una reserva de felicidad de la que tomar energía cuando atravesamos momentos difíciles.
El valor de los ritos
En un artículo llamado «Por qué y para qué festejar», la psicóloga chilena Pilar Sordo sostiene quesería importante «preguntarnos qué nos pasa con los ritos, porque pareciera que ya no tienen tanta importancia, pareciera que son algo conservador y antiguo y que la modernidad implicaría relajarse de estos eventos. Sin embargo, sostiene Sordo, los ritos son parte de nuestra historia y desde la antigüedad se han usado para iniciar o terminar un ciclo y desde ahí se avanza a lo largo de la vida.»
«Podríamos nombrar muchos ritos y celebraciones desde que nacemos hasta que partimos de este mundo y todos ellos tienen el valor simbólico de ayudarnos a avanzar y a limpiar cada etapa de la vida. Por esto es que es tan importante celebrar, juntarse, tener todo lindo y vernos hermosos para abrir nuestro corazón al cambio y a la ransformación», concluye.
[notification type=»success» title=»MUCHOS BENEFICIOS»]La celebración es un ancla que nos permite tomar conciencia de la confianza adquirida en un aprendizaje.
Celebrar compartiendo la alegría tiene un efecto contagioso. Todos sabemos la fuerza que tiene contagiar las emociones.
Celebrar permite poner más foco y más importancia en el éxito que en el fracaso. Permite cambiar hábitos de pensamiento y permite que el lenguaje sea más constructivo y más optimista.
Celebrar facilita vivir con alegría y sentido del humor las situaciones complejas, duras e incómodas del día a día.
Si vivimos la vida como la oportunidad de celebrar aprendizajes, éxitos, superación de dificultades, logros intermedios y decisiones complicadas, entonces nuestra perspectiva de la vida se ha enriquecido.[/notification]