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Habla la maestra
En la era de las pantallas, el moldecito en la arena y el robot con cajitas y piolines «funcionan». Son una diversión que atrapa y los chicos desarrollan su creatividad innata.
MAGDALENA PINEDO | ORIENTADORA FAMILIAR | MALEPINEDO@YAHOO.COM.AR
[dropcap]H[/dropcap] ace un rato muy largo que Nico juega en la arena sin hacer ninguna demanda. Su mamá lo mira asombrada y se pregunta qué será que lo entretiene tanto si sólo tiene un par de moldes, un balde y una pala. Sin embargo, Nico hace y deshace, se aleja y contempla, habla con voces de distintos personajes, esconde un molde y luego lo hace saltar, sonríe… ¡se divierte!
La era de las pantallas
En estos tiempos de “la era de las pantallas” nos asombra que los chicos puedan apelar a la creatividad, que puedan divertirse sin tener un iPod, iPad, teléfono, play station…o cualquiera de las múltiples pantallas de las que muchos disponen.
Las pantallas no son malas
en sí mismas, sino que esto
depende del uso que les demos.
Como siempre, prefiero buscar las respuestas en las conductas de los padres y no hablar de “la niñez perdida”, como si los chicos nacieran con un chip que los hace jugar diferente y perderse de las múltiples diversiones que teníamos nosotros.
El juego del «como si»
Pilar González Fernández, profesora de nivel inicial, nos explica cómo funciona la creatividad y qué cosas podemos hacer para fomentarla. “Cerca del año y medio, junto con el lenguaje –comenta Pilar– empieza a formarse en los chicos lo que llamamos la función simbólica, donde el chico representa personajes, juega al “como si” (como si fuera la mamá, la hija, el perro, etc.), su cuarto deja de ser su cuarto para transformarse en un castillo, una granja, o lo que fuera. Cuanto más creatividad tienen, los objetos pasan a ser aquello que ellos dictaminan: un osito puede no sólo ser un osito que habla, para convertirse en el príncipe de su historia.”
SV| ¿Cómo influye la tecnología que hoy tienen al alcance de la mano?
PGF| La tecnología en sí no influye negativamente –como piensan muchos–, lo que puede no ser bueno es el uso que hacemos de ella. Lo que tiene el juego de la pantalla es que no los deja apropiarse de las cosas, y no pueden hacer las representaciones que hacen con sus juguetes, es como si les viniera todo dado. En la realidad concreta, si apila bloques se le caen, en cambio en la pantalla se quedan formados. O se le caen pero no puede ver las causas tal como las palpa en la realidad. Por otro lado se pierde del juego de ejercicio, que es esto de repetir las habilidades motoras que van adquiriendo y que al hacerlo le trae un placer funcional, por ejemplo, subir y bajar escalones, saltar, correr carreras.
SV| ¿Qué pueden hacer un papá y una mamá para atraerlos hacia esos juegos que cumplen una función más completa para su desarrollo?
PGF| Mi madre decía una frase que siempre me ayudó con mis hijos: “Hay que entregar una parte de la casa”. Y mientras estoy en el jardín donde trabajo –lugar donde se intentan estimular todos los ámbitos, donde los chicos pueden expresarse– me doy cuenta de que el espacio es una condición básica. En sus casas, los chicos tienen que tener un lugar donde poder disfrazarse, donde poder pintar, jugar, cantar. Y este proceso por medio del cual los chicos aprenden a jugar, se estimula. Los padres deberíamos darles herramientas e ideas, para que luego ellos puedan iniciar sus propios procesos.
El trabajo de ser papás
Puede ser más trabajoso disponer de una mesa con cajitas viejas, acrílicos, cintas, rollos de cocina, y pasar de vez en cuando para ayudar a construir un robot, que prender una televisión o una computadora; pero lo primero será más beneficioso para todos. Y podemos dejar “las pantallas” para cuando no nos quede más remedio. “Es muy importante –señala Pilar– que en estos juegos haya un adulto que ayude a construir, que supervise y que colabore con algunas herramientas (cinta, plasticola, etc.) para enseñar a los chicos el poder de transformar lo concreto en algo imaginario pero propio. La ayuda les da más seguridad y les quita frustraciones –como la imposibilidad de construir el autito– que pueden confundir con aburrimiento.”
El trabajo de asumir la realidad
El aporte de los padres es siempre importante y necesario. Aunque, a veces, nos resultaría más cómodo lo contrario, también los adultos necesitamos asumir que no podemos cambiar la realidad. Y la realidad es que nuestros hijos nacieron en un mundo rodeado de pantallas, que no son malas en sí mismas, sino que esto depende del uso que les demos. No sólo para ellos sino también para nosotros, porque no olvidemos que antes que nada, ¡predicamos con el ejemplo!