Un viernes cualquiera

 

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]CONCILIACION TRABAJO Y FAMILIA[/button]

 

La dimensión personal es el enfoque que utilizamos en esta nota para abordar la recurrente demanda de alcanzar el equilibrio. Desde la vida misma brota un cuestionamiento casi cotidiano.

MARÍA CORNÚ LABAT | ABOGADA ESPECIALISTA EN FAMILIA | MCORNU@ESTUDIO-CORNULABAT.COM.AR

[dropcap]E[/dropcap] ra un viernes de noviembre. Una de esas tardes divinas que presagian la llegada del verano e invitan a desparramar energía. Energía que el inflable instalado en medio del parque verde soportaba estoico y los chicos recargaban con cada salto.

A quien le quedaba poca energía era a Inés. Cada bocadito coloreado, cada detalle del vestido de la muñeca que adornaba la torta, cada platito y servilleta que no escondían esmero, tenía el inconfundible sello de su caricia, imposible no ver que casi estaba ella en cada salto de los chicos. Y, sí, estaba agotada. Y feliz con el éxito del cumpleaños. Pero agotada.

La admiré, se lo expresé y la felicité. Sus pelos revueltos dejaban ver que no había quedado tiempo para ella. No importaba. Era el cumple de Francisca. Era ese el tema del día. Y que a Juan no se le ocurriera hacerle un reclamo de esos a los que la tenía acostumbrada. Cómo se le iba a ocurrir que ella ese día iba a estar impecable como todas las demás mamás. No era así de fácil. O vivía para arreglarse, o vivía para sus hijos. Las dos cosas eran incompatibles.

¿Juan?, pensé yo. ¿Iba a estar ahí a esa hora, un viernes, en una actividad tan exclusivamente de Inés? Para mi sorpresa, sí. Ahí estaba Juan, el workaholic, a las cinco y media de la tarde en su casa, en el festejo de Francisca. Lo primero que me salió pensar fue: qué bueno.

El festejo siguió sin decaer en calidad ni un poquito. Todos lo pasaron muy bien. Chicos y grandes. En un momento, hacia las siete y media, Juan vino a despedirse con un bolso en la mano. Espontáneamente se me ocurrió preguntarle a dónde se iba con equipaje a esa hora un viernes, el día del cumpleaños de su hija. Me contestó que era la fiesta de fin de año de la empresa. Él tenía un cargo directivo, estamos hablando de una empresa muy importante. ¿Pero con equipaje, a una fiesta? Y sí. La fiesta quería estar a la altura del nivel de la empresa. Era en un resort cinco estrellas, alejado de la ciudad, y la fiesta continuaba con la estadía el sábado entero con acceso al spa, la cancha de golf y todas las amenities del hotel.

Mi cabeza en ese momento galopaba, estaba un poco confundida, indignada, compadecía a mi amiga, juzgaba a mi amigo. Me sorprendí a mí misma en la situación de resolver qué haría exactamente si fuera él, qué si fuera ella. Lo veía claro, ¿cómo ellos no? ¿Cómo permitían que las cosas sucedieran así?

Realmente no sólo no lo veía para nada claro, sino que era la primera vez que tenía frente a mí y reaccionaba ante un verdadero y no simple conflicto de conciliación trabajo – familia. Este suceso quedó guardado en mi memoria de una manera que me cuesta definir, pero podría decir incómoda.

Dos días de inmersión

Varios años después, en medio de la finalización de un curso, me tocó asistir a un seminario de dos días completos cuya temática fue “Conciliación de la vida laboral, familiar y personal”. Muy prometedor ya sólo con leer la temática. Sería jugoso. Y lo fue. Las ponencias, a cual más interesante.

La primera se refirió a intentar encontrar el equilibrio entre la vida familiar y laboral.

La siguió un enfoque más trascendente, ya filosófico, que nos invitaba a reflexionar desde el lugar del trabajador que busca regresar a su casa como quien vuelve a su refugio luego de cumplir una difícil misión.

Desde el mundo público nos hablaron del lugar que ocupa el Estado a la hora de diseñar políticas que favorezcan a las familias.

Casi al final, el mundo empresarial presentaba su disyuntiva situándonos en ese lugar tan difícil en el que conciliar no es todo beneficio.

Por último, aterrizando al ámbito jurídico, discutimos casos concretos que se presentan cuando se aplican en el mundo real las políticas tanto de las empresas como las públicas.

Una gran amplitud de temas. Muchos datos para guardar, mucho para aprender, sin dudas.

Sospecho que el privilegio de sumergirme durante dos días en un tema fue el disparador. Y, amén de incorporar datos, no pude escaparme del impulso de reflexionar y entrelazar situaciones de la vida con estadísticas, propuestas y problemas.
Y volví uno a uno a repasar los contenidos de cada exposición.

La teoría del héroe

“Encontrar el equilibrio” es indudablemente una aspiración que guardamos todos los seres humanos, y planteárselo como un desafío en la conciliación de la vida personal, familiar y laboral, es por demás loable y responsable por parte de quien presenta el tema en discusión. Si no intentamos encontrar un equilibrio, nos caemos, es así de básico. Concepto ineludible.

Nos hace creer que merecemos un spa,
que trabajamos durísimo para eso.
Es más, nos vende que el spa y el golf
son el premio y el descanso del héroe.

“El héroe que regresa a casa con su misión cumplida”. Situarnos en la cabeza y el sentimiento del protagonista cuyo objetivo supera al mero cumplimiento de su misión, y el regreso a casa con la misión cumplida, fue esclarecedor. Sí, la inquietud que el tema me generaba pasaba por allí. Se me abrió una puerta a que lo central, lo que le da organicidad y congrega a la conciliación, es el hogar, la familia.

Que el seno de la familia sea donde el varón, la mujer – el que salga-  quiera regresar. Ese desafío está puertas adentro y nos interpela a todos como sociedad más allá del Estado, más allá de la empresa. Hacer de nuestros hogares, el refugio al que cada uno quiera regresar.

El definitivo ingreso de la población femenina  al mercado
laboral provoca la vacancia de espacios
de cuidado,
de soporte que la mujer cubría
en las familias,
y que se convierten en un problema
que el Estado debe intentar resolver.

Cuando ya estaba instalado este planteo fue el turno de las políticas públicas, era fácil ver y comprender que para el Estado es un problema de intensa actualidad. Sobre todo en Europa, el envejecimiento de la población, la disminución de los nacimientos, el retraso en la maternidad, el descuido de los desvalidos, son consecuencia de los cambios en la realidad personal, familiar y laboral. El definitivo ingreso de la población femenina al mercado laboral provoca primeramente la vacancia de espacios de cuidado, de soporte, que la mujer cubría naturalmente en las familias, y que se convierten en un problema que el Estado debe intentar resolver. Pero, justamente, al continuar con el planteo del héroe que quiere el reposo, se hacía evidente que la solución no la pueden diseñar sólo las políticas públicas.

Ni tampoco las empresas, desde su expectativa de lucro, de beneficio.

El beneficio

Si uno piensa en el mundo privado, en el mundo de la empresa, piensa inmediatamente en beneficios, en ganancias. El empresario busca eso. Y está bien, es lo que debe ser.

Sin dejar el beneficio de lado, y teniendo siempre en mente la alegoría del héroe, a la hora de procurar ayudar a sus empleados a conciliar vida personal, familiar y laboral, todo debería ser beneficios. Porque cuando se ve a la persona en toda su dimensión, no solamente en lo laboral, no solamente en lo familiar, sino solamente en lo personal, se beneficia la sociedad entera.

Inmediatamente volvió a mi cabeza la escena con la que comencé este artículo. Me acordé de Juan y de Inés. Del cumpleaños de Francisca, del hotel cinco estrellas y la tentadora estadía a jugar al golf y recibir masajes en un spa. Recordé lo que me había incomodado esa despedida de Juan que partía a su divertidísimo y “merecido” outing con sus compañeros de trabajo.

Y quise pensar al mismo tiempo en el héroe, o la heroína, que lo único que quieren como premio por su misión cumplida es regresar a casa, abrazar a los suyos y compartir el yugo.

Y me encontré con dos escenas muy distantes, con dos propuestas muy opuestas. Me encontré con la empresa, y por qué no, con la sociedad toda, con una cultura que nos invita al placer inmediato, fácil. Nos hace creer que merecemos un spa, que trabajamos durísimo para eso. Es más, nos vende que el spa y el golf son el premio y el descanso del héroe. Y que la empresa nos lo paga, nos lo regala porque de esa manera nos valora.

Propuestas divergentes

Y está la otra escena del hombre, de la mujer, íntegros, en medio de una cultura que valora su aporte, que acompaña al héroe, a la heroína para que su misión la completen en su familia, en el seno del hogar al que sea un anhelo por fin llegar.

Esta visión que no desconoce todos los componentes que tejen este intrincado rompecabezas, excede las políticas empresariales y las públicas. Interpela a la persona, que es en realidad la clave de todo el tema.

No hay vida laboral y vida familiar. Hay vida personal.

Cuando el egoísmo del Estado es el que sanciona leyes, cuando el solo afán de lucro del sector privado es el que propone “beneficios” al empleado, cuando el trabajador se deja tentar por lo atractivo, pasajero y colorido, la sociedad entera pierde.

El Estado, la empresa, las personas mismas deben respetar al hombre, a la persona en su integridad. Quien desde su vocación a la familia aporta y sirve al resto de la sociedad.

Desde ese lugar, trabajemos por la conciliación de la vida… personal.

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