¿UN AMOR Y DOS CASAS?

Mi nombre es Juan, tengo 35 años. Me casé hace dos, nos queremos, pero no sabemos estar juntos, nos incomoda todo del otro. ¿Cómo podemos hacer? ¿Vivir en casas diferentes?

Me encantaría saber la historia de cada uno.
¿Los dos han sido muy malcriados por sus
propias familias? Si es así, es difícil, pero no
imposible aprender a compartir la vida.
Aquí van unas pocas preguntas que pueden servirles
de guía para pensar en buscar soluciones a esta nueva
situación.
¿Se casaron creyendo que se conocían? La convivencia
los muestra tal cual son. Pueden reírse de la situación
de compartir hasta el baño. Pueden negociar con
sencillez.
¿Uno es ordenado y el otro
no? De a poco, logren acuerdos.
¿Saben decirse de buena manera
lo que les gusta y lo que les incomoda
del otro? Las peleas son valiosas
cuando vamos aprendiendo
a conocernos, sin tratar de «ganar»
todas. Dense mensajes claros, sin
tener que adivinarse.
¿Aceptan que hay formas de actuar,
de reaccionar, de sentir muy
difíciles de cambiar? Sólo un amor
sólido y generoso ayuda a convivir
con las cosas del otro/a que no se
entienden, por ejemplo, su forma de gastar el dinero.
Son compañeros de vida, no mellizos.
El matrimonio y la familia, por ser un proyecto de
diferentes personas, es fascinante y difícil. No se acomodan
las piezas, como en un frasco, por sacudirlo. Las
acomodamos con cariño y esfuerzo, si hay buena onda
(buena voluntad).
Te casaste con su educación, con su herencia genética
y sobre todo con su libertad. No podemos cambiar
a nadie.
Algo importante: ¿Te conocés bien? Conocernos
a nosotros mismos es lo más difícil,
intentalo con paciencia.
Para tener en cuenta: En sus relaciones íntimas
matrimoniales, lo que te agrada, puede provocarle
rechazo y viceversa; recuerden con sentido del humor
que no tienen los mismos tiempos.
Traten de tomar las decisiones importantes de a
dos, y las urgentes con libertad y respeto.
Te propongo poner en la puerta de la habitación
un «pasacalle» con lo que le
agradecés. Ojalá ella te ponga
otro.
No te dejes ganar por la susceptibilidad
(tipo telenovela)
cuando todo te cae mal.
Si te pasa esto, tratá de reconocerlo,
de distinguir. Quizás
es cansancio, un dolor, un problema
de trabajo, temas familiares,
historia de algún amigo
y no la «culpa» del otro.
Como todo ser humano,
podés amar con generosidad,
pasar por arriba de las pavadas.
No hagan de su casa un gallinero, picoteándose
por todo.
El cansancio y las preocupaciones de la vida pueden
infectarnos con varios “virus” y, como las computadoras,
tenemos que limpiarnos. Limpiarse matrimonialmente
puede ser salir juntos a tomar aire, a
pasarla bien, como cuando eran novios.
No dejes de llenarte de esperanza: si vivís a diario
la grandeza del amor conyugal, te realizás como persona,
y como matrimonio.

Traten de tomar
las decisiones
importantes de a
dos, y las urgentes
con libertad y
respeto.

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