Entrevistaron Lucía Argibay y María Amalia Caballero – direccion@sembrarvalores.org.ar @sembrarvaloresenfam
Martín (Di Sisto) y Malula (Emilia Aguirre Littvik) son dos argentinos radicados hoy en Barcelona que movidos por la solidaridad abrieron su casa para recibir refugiados ucranianos.
Irina (62) es una periodista de Odesa, ciudad Ucraniana. Emigró a Barcelona. Desde la casa de Martín y Malula, responde a nuestra entrevista de Sembrar Valores (a través de google translator).
Nos dice que su programa televisivo tiene a finalidad de visibilizar a la gente de Odesa y tantos valores que tienen su ciudad y su país. Rápidamente, la entrevista da un giro.
-Ahora el foco principal es el problema de la guerra, que somos dos millones de emigrantes como nosotros, hoy refugiados en la casa de Martín y Emilia. A través de estos jóvenes puedo “tocar” a mi nieto que defiende a Ucrania en “traje de baño” frente a los tanques rusos.
Cada día Irina espera el contacto con su nieto, pueden percibir que ese mensaje no llega cuando, a pesar de la dificultad para comunicarse que representa el idioma, se la ve más retraída y triste.
Su marido Marat (65) llegó al grado de Coronel, en los años en que Ucrania pertenecía a la Unión Soviética. Así que, aunque retirado por edad, pertenece al ejército soviético y ese es su idioma. Ahora están juntos en la casa de Emilia y Martín sin tener otro lugar a donde llegar.
Mi nieto está en su lugar de batalla: «No Pasarán».
Respecto de la situación de su nieto, Irina nos dice: Es su lugar donde soporta la batalla: “No pasarán”, agrega, repitiendo el slogan que utilizan en las marchas contra la guerra que se hacen en Barcelona.
Le contamos que estuvimos en las marchas que hubo en Buenos Aires frente a la Embajada de Ucrania y en el Obelisco, agradece emocionada y nos dice que imágenes como esas les llegan de todo el mundo.
Quiénes son Martín y Emilia
Martín y Emilia salieron de Argentina en tiempos del corralito. Durante estos 20 años han vivido en países tan variados como México, Vietnam o los Emiratos Árabes, desde hace cuatro años viven con sus tres hijos cerca de Barcelona.
Los días previos, pensaba que a esta altura de la humanidad no se podía dar una guerra como esta. No sabemos ni cuánto, ni hasta dónde puede llegar. Hay miedo, dice Emilia.
La guerra Rusia – Ucrania pegó muy fuerte y Emilia empezó a buscar en las redes cómo ayudar, quería algo que le inspirara confianza y no fuera burocrático. Pensaba: ¿si me pasara a mí?, ¿qué buscaría? Un techo y contención, eso es algo que puedo ofrecer. Y así empezamos.
Martín nos dice: Hace unos días tuvimos hasta 17 personas. Como “algunos” llegan al país con “alguna” referencia de “alguien”, que es amigo de “otro” y que “tal vez” los pueda recibir por un tiempo. Nosotros los recibimos mientras acceden a esos contactos. Cuando no damos abasto, movilizamos a los vecinos, en un momento nos quedamos sin sábanas ni toallas, o nos faltaba comida para todos, el lavado de ropa, la logística para el uso del baño. Incluso, algunas de las familias han ido ahora a casas cercanas o de amigos –principalmente del rugby-.
Y suma una experiencia reciente. Por la ley marcial, se están desarmando las familias, los hombres se tienen que quedar. El padre que tiene tres hijos o más, puede salir con su familia. Y así llegaron dos familias. Viajaron durante cinco días en auto, no sabían a dónde iban ni con quién se iban a encontrar. Tocaron el timbre.
¿Cómo recibirlos?, se pregunta Martín. Les dí un abrazo a cada uno, no sé si era lo correcto pero ellos correspondieron con fuerza. A la incertidumbre acerca de la guerra, se suma que las familias están mayormente divididas. Generalmente llega la mujer sola con uno o dos hijos.
Sorpresas y mimos
Emilia no puede con su emoción cuando recuerda que hace un par de días, por su cumpleaños la esperaron con un ramo de flores y la torta con velitas para cantarle el Happy Birthday en ucraniano, después Martín y sus hijos se sumaron en castellano. Entonces, Martín, se organizó con choripán para todos.
Nuestro hijo de 15 años se llevó ayer a todos a pasear a Barcelona, fueron en tren. Pasaron una tarde inolvidable, viendo lugares lindos, aire de mar, otra gente.
-¿Cómo es tu rutina en estos días?
– Tengo una señora que me ayuda, le pedí que venga un poco más, te voy a pagar las horas extras. Le expliqué la situación y ella súper conmovida, me decía: no te preocupes, yo te ayudo. Movimos muebles y cosas de arriba abajo, convertimos una mini oficina en cuarto. Y todo lo que la gente traía colchones, toallas, sábanas, pan, comida. Empezamos a darnos cuenta que íbamos a ayudar hasta cuando pueda, hasta que se termine el conflicto, no es algo puedo hacerlo por un par de días. Entonces, entran los amigos del rugby, los vecinos, ayudan a alojar por las redes. Inmediatamente montón de gente se sumó al grupo “ayuda a Ucrania”. Cada uno como puede, también hay algunas cuentas para depositar dinero, otro que se ofrece: me quedo con ellos para que ustedes puedan ir a trabajar. Algunos se ofrecen como profesores de castellano. Tenemos hasta una profesora de ballet, que les trae las ropas, los zapatos y aclara, no les voy a cobrar nada.
–La semana próxima nos vamos los dos por trabajo a Madrid y ya hay gente que se ha ofrecido para venir a cubrirnos, agrega Martín.
-Se nota en vos, Emilia, un don de empatía, muy grande, ¿sos así, cómo lo desarrollaste?
–Lo trae de la cuna. Contesta Martín.
–Lo recibí en mi casa, mis padres fueron médicos y siempre trabajaron en lugares humildes, para el que más lo necesitara, no en función del dinero que iban a cobrar. Cuando estudié idiomas, lo mismo, quería usar ese aprendizaje para acercar a la gente. No entiendo una vida que no sea para servir.
-¿Hay algo que nos querrían contar y que tal vez no les estamos preguntando?
Martín: –En el momento de la explosión se suma mucha gente, la ayuda es espontánea lo estamos viendo, de una u otra manera se “prenden” para ayudar, el que no tiene espacio para recibir, seguramente tenga un lavarropas. Todo es escaso. Por eso, mañana nos vamos a reunir en el Centro Cívico para planificar un poco la estructura, la logística y poder llegar a todo sin abandonar por cansancio fallar a todos por falta de organización.
Emilia: -Entiendo al ser humano, el mundo está muy loco, ¿cómo no hay alguien que “le” haga frente? Nosotros sentimos algo que es infinito, es mucho más lo que recibís que lo que das. Cuando te despedís de alguien y no podés hacerte entender pero con la mirada te decís todo. Una señora me regaló un anillo y unos aritos que tenía y me decía: los vas a tener para toda tu vida, cuando volvamos a encontrarnos los tendrás puestos.
Somos lo mismo, somos iguales, a veces los ves de lejos o pensás en el idioma que nos separa, pero hay algo mucho más grande que es el ser humanos. Nos emocionan las mismas cosas, sufrimos por lo mismo. Yo diría simplemente que practiquemos humanidad.
Muchas gracias por lo que hacen, gracias por el tiempo que nos dedicaron.
-Gracias a ustedes, a nosotros también nos hace bien hablar de esto, es muy fuerte, es todo el día y muchos días. Necesitamos compartirlo.