Supervivencia

¿Por qué nos cuestan tanto los programas distintos? ¿Inseguridades propias? ¿Sobreprotección? Sin ser temerarios, podemos alentar los programas al aire libre.

HELEN AYERZA DE GÜEMES | ARTISTA PLÁSTICA | HELENGÜEMES@GMAIL.COM
CAROLINA ARABETTI DE PEREYRA YRAOLA | ABOGADA | CAROARABETTI@GMAIL.COM

A veces los chicos se plantean actividades de vacaciones que a los grandes nos resultan auténticas experiencias de “supervivencia”. Entonces entre las mamás se arman los típicos debates: «que van a salir sucios o lastimados”, dicen algunas. Si el plan viene propuesto por adultos perciben que, tal vez, les va a faltar la atención adecuada. Otras, por el contario, se entusiasman convencidas de que los chicos están ante una gran oportunidad para aprender a desarrollar la fortaleza, la audacia y hasta la necesaria capacidad de frustración.

En ocasiones será prudente preservarlos y en otras, será aconsejable envalentonarlos.

La encrucijada

Como tantas encrucijadas que se nos presentan en la vida, si situamos el dilema entre dos extremos, los dos pueden ser válidos. Para los padres, la exigencia de garantizar a sus hijos cuidado y seguridad es tan propia, que
hasta los animales poseen el instinto de proteger a sus crías. Si la misma naturaleza nos muestra este camino, entendemos que estamos naturalmente inclinados a preservar a los nuestros. De este modo, intentaremos -con todas las potencialidades y aptitudes, nuestra inteligencia, el instinto y la voluntad- atender las necesidades y evitar los sufrimientos para mantenerlos a salvo de lo malo que pueda sucederles. Esto dará seguridad al niño que crecerá con la incondicionalidad de la protección de sus padres. Cada uno, según su carácter, pondrá en práctica estas cuestiones, conto da la gama de variantes que pueda haber. Habrá quien considere que hasta ensuciarse puede acarrearle un malestar a su pequeño. Por otra parte, los padres también pensamos en las ventajas que los niños tendrán al desarrollar nuevas capacidades y mayor seguridad en situaciones que se
presenten como novedosas o de peligro. Así, podrán medirse en un nuevo escenario, intentando hacer las cosas a su manera a pe sar de que puedan salir golpeados. Puede pensarse que de esta manera se verán fortalecidos o, por lo menos, habrán aprendido algo. También, irán madurando su capacidad de frustración, tomando conciencia de los límites y haciéndose cargo de las consecuencias de sus acciones, sin necesidad de que se lo estemos recordando a cada momento.

[notification type=»information» title=»LA CERTEZA ESTÁ»]»¿Cómo saben estos gansos cuándo es el momento de volar hacia el sol? ¿Quién les anuncia las estaciones? ¿Cómo sabemos los seres humanos cuándo es el momento de hacer otra cosa? ¿Cómo sabemos cuándo ponernos en marcha? Seguro que a nosotros nos ocurre igual que a las aves migratorias; hay una voz interior, si estamos dispuestos a escucharla, que nos dice con toda certeza cuándo adentrarnos en lo desconocido». Elisabeth Kübler-Ross.[/notification]

Nuestras voces y su voz

Los padres, con nuestros matices, solemos tomar cualquiera de las dos actitudes, según el campo donde nosotros mismos nos sintamos seguros. En ciertos momentos, sacaremos si es preciso, nuestras garras para  rotegerlos a cualquier precio, y otras veces, dejaremos que experimenten por sí solos alguna aventura, sabiendo qué riesgos están corriendo. Conviven en nuestro interior como dos voces que intentan hacerse escuchar, si uno está dispuesto a hacerlo. Entonces, nos toca intentar analizar cada caso concreto. En ocasiones será prudente preservarlos y en otras, será aconsejable envalentonarlos para que encaren algún reto asumiendo las consecuencias de lo que van a hacer. En cada escenario, será bueno detenerse y escucharlos a ellos. De esta manera, estaremos más despiertos a sus miedos y expectativas. Y por otra parte, permitirá razonar bajo la mirada cariñosa si la actividad que van a realizar es acorde a su edad y si les aporta algo positivo. Más difícil aun es ver qué se nos juega a nosotros en relación a ellos. Habrá que escucharse y profundizar en los propios miedos, las manías y limitaciones, y nuestras zonas de seguridad, para diferenciarlos de los de ellos. Aquel padre o madre que tenga pasión por los deportes, seguramente alentará a su hijo en este sentido. Pro el que haya tenido una infancia más sedentaria, percibirá las actividades deportivas como peligrosas. Es muy común que esto nos pase y no hay que asustarse, simplemente tenerlo en cuenta. Puede suceder que sus miedos sean distintos a los nuestros; y si no lo son, será útil detenerse a pensarlo. Nuestra responsabilidad acerca de la integridad emocional y física, nos lleva a movernos en una delgada cuerda sobre la que intentamos conservar el equilibrio en las respuestas, el cual no estará dado sólo por lo asertivos o criteriosos que seamos sino especialmente en nuestra propia capacidad de hacernos las preguntas correctas. Este artículo no intenta ser una
publicidad de curitas ni de detergente para la ropa, pero si vamos a impulsar a nuestros hijos a que tomen algunos riesgos o que vayan más allá en sus aventuras, será muy conveniente tenerlo a mano.

Irán madurando su capacidad de frustración, tomando conciencia de los límites y haciéndose cargo de las consecuencias de sus acciones.

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