SI CONOCIERAS EL ORIGEN…

¡Cuántas veces el hartazgo vaticina el final! Te ofrecemos una invitación a explorar otros caminos que conducen a un renacer.

 

María Cornú Labat | Magíster en Matrimonio y Familia | sernosotros.com | mcornulabat@sernosotros.com

 

[dropcap]E[/dropcap] sta vez, vamos a hablar desde mi experiencia profesional; fui testigo de situaciones de conflicto a las que las parejas llegan después de vivir, de sufrir un intenso período de deterioro.

A partir de estas experiencias, me detuve a analizar y a explorar qué pasaba, qué llevaba a las parejas o a una persona a esta última instancia en el proceso de deterioro, la de buscar un abogado para la solución del trance. A esta solución la llaman separación, divorcio.

Me interesé en descubrir en qué período del conflicto se encontraban y si realmente habían explorado alternativas porque mi práctica profesional me lleva a sostener que la separación, el divorcio, no es una solución. Es el final de un proceso, sí. Es una conclusión a la cual se llega muchas veces sin haber intentado seriamente soluciones porque se vive con la ilusión de que el divorcio lo es.

Si bien la profesión me ponía frente a quienes consultaban en un momento ya casi judicializado, no pude escapar a mi tendencia de observar el comportamiento humano y la realidad de quienes me rodean. Encontré cuatro grandes momentos en el proceso de deterioro de una pareja.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]  Dejar pasar  [/button]
Tal vez este triste proceso de deterioro arranca en un primer momento en el cual el matrimonio empieza a “dejar pasar” por cansancio o a postergar dando lugar a una cierta pasividad.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]  Cuando todo irrita  [/button]
El segundo momento es de mayor efervescencia y eminentemente activo. Se vive en un ambiente de belicosidad casi permanente. Todo es pelea e irritación. Aunque también esta segunda etapa podría estar cargada de una profunda y agresiva indiferencia.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]  Llega el desgaste  [/button]
El tercer momento es el desgaste. Un tiempo de agotamiento, de cansancio, de hartazgo que es resultado de intensas y constantes discusiones. O también caracterizado por la agresión que supone ignorar y serle indiferente al otro.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]   Conflicto = solución    [/button]
Y el cuarto momento es el del conflicto planteado como solución: el divorcio, la judicialización. Ya no se espera nada de la relación, se llegó a tener vidas separadas.

SE HA DESCUBIERTO A UN EXTRAÑO QUE IRRITA MUCHO PORQUE SUS ACTOS NOS SON AJENOS, SE PERCIBE QUE YA NO SE NECESITA AL OTRO

 

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]   Etapas del proceso de deterioro de la pareja   [/button]
No pretendo simplificar, quiero compartir una reflexión que ayude a intentar bucear en el interior de cada uno y en la vida de los dos a fin de que reconozcan en sus actitudes algo que les sirva para trabajar el conflicto, si es que lo hay, a partir de la etapa de deterioro en la que se vean reflejados.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»small»]   Primera etapa. La pasividad   [/button]
Puede invadirnos cuando empezamos a dar las cosas por supuestas… El/la otro/a está, el otro me quiere, hay amor, y una gran tentación de dejarnos llevar y no alimentar la relación. Total, como está ahí, no se va, no pasa nada.

¿Cuándo aparece en una pareja el riesgo de que este mal la asalte? En muchos momentos diferentes:

• Cuando un matrimonio es joven, el entusiasmo de cada uno por si-conocieras-el-origen-1su actividad y crecimiento personal, la necesidad de ocuparse de los amigos, del trabajo, de los viajes, del desarrollo profesional, dando por sentado que el otro está en casa, está a su lado cada noche en la cama.

• Cuando los hijos irrumpen en sus vidas, dándola vuelta por completo y, mientras son chiquitos, casi no permiten reconocer que hay algo más que ellos. Y así es fácil posponer a la pareja. Y es que el cansancio y la falta de energía son tan reales y palpables, que la tendencia más fuerte es la de postergar todo lo que se pueda.

• Más adelante, en el devenir de la relación, también se puede caer en la misma trampa. Cuando pasa la época de mucha actividad y la demanda de los hijos decrece, ya no hay interés en cuidar la relación con el otro. Pasado el tiempo, cada uno se ha volcado a sí mismo y el compañero de vida es un extraño que ya no entusiasma.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]  Segunda etapa. Belicosos o indiferentes  [/button]
Convengamos que no es algo que surge de repente y de la nada, pero se empieza a distinguir cuando el alejamiento se profundiza, cuando cada uno va afianzando sus propias y solitarias costumbres, sin atender a las del otro y curiosamente, se empieza a registrar al otro. Porque en realidad el otro me estorba.

Y así se pasa al que reconozco como siguiente momento. Es aquel en que de repente, en medio de este desgaste, se ha descubierto a un extraño que irrita mucho porque sus actos resultan ajenos. Se percibe que ya no se necesita al otro. Y, de esa manera, como aparentemente todo lo que acontece en mi mundo es ajeno al mundo del otro, empieza a ser irritante.

Cada uno empieza minuciosamente a reconocer en el otro todos los rasgos que le molestan, que lo perturban que le desagradan. Y se empiezan a archivar en los registros. Y así, se pasa al tercer momento de esta etapa. Comienzan los reproches que se convierten en una espiral de agresión, defendiéndose y contraatacando, quitando del medio la razonabilidad y el sentido común.

También puede estar signada por la indiferencia que es otro modo de agresión que no por ser pasiva, deja de generar heridas muy profundas.

En esta etapa del desgaste y del deterioro, se insume y consume mucha energía en agredir o en ignorar. En recibir agresiones, en llorar por eso, en deprimirse, en intentar seguir haciendo lo que uno tiene que hacer a pesar de que gran parte de la capacidad esté puesta en lo que está sucediendo en la pareja.

Las horas del día de cada uno se ven invadidas por la desazón, la  preocupación, la angustia y la bronca de lo que está pasando en casa.  Porque no está pasando en casa solamente. Pasa en todo el “ser  nosotros”.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]   Tercera etapa. Cansancio. Hastío.   [/button]
El dolor, la activa pelea, el estar en guardia, a la defensiva, o a la ofensiva, o en actitud de proactiva indiferencia, produce indefectiblemente desgaste, agotamiento, cansancio. Hartazgo. Muy posiblemente algunas personas experimentan enfermedades físicas como manifestación de lo que el alma desborda intentando sostener.

Aquí distingo otros dos momentos:
Un intenso cansancio. El solo hecho de pensar que uno tiene que volver a su hogar, o esperar el inevitable regreso del otro, para levantar  las armas, ponerse en guardia, es agotador. La pareja ya no quiere más peleas, más desgaste. Llegó el profundo hastío. Las energías que veíamos que se ponían activamente en la “guerra” se consumieron. Ya cada uno procura no cruzarse con la otra persona porque no quiere pelear más. “Ya no quiero más”.

Y los dos simultáneamente, o uno solo de la pareja, arriban a este momento que llega muchas veces como un bálsamo. La separación se percibe como una solución a todo este ciclo de desgastes, deterioros y hartazgos. Un momento de soledad arrolladora. Pero   contextualizándola en medio de estas etapas del deterioro de la pareja, aparece como el alivio ansiado. Es el silencio esperado, es el descubrir que el regreso a casa ya no va a ser sinónimo de batalla campal.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»small»]  Cuarta etapa. Divorcio  [/button]
El divorcio llega para coronar este proceso que no se frenó a tiempo. Y ambos se verán en la encrucijada de pararse frente a frente, dejando en manos de terceros que fueron ajenos a todo este proceso la tarea de construir certezas, de armar conjeturas, argumentos y evidencias para sacar el mayor provecho posible de una realidad en la que todos son perdedores.

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]   ¿Soluciones?  [/button]
Parto de la base de que quienes hoy me leen son bienintencionados y se quieren. Condición indispensable para poder abordar esta instancia. No importa en qué etapa de conflicto o deterioro se encuentren.

Si han llegado a explorar, en nombre del amor que los une, se puede salir de este estado. El amor que se tienen es la herramienta más importante con la que cuentan para hacer frente al deterioro. Sin embargo, la presencia de ese amor de entrega tan especial como es el conyugal, no los salva necesariamente de este riesgo continuo.

Las soluciones están desde el momento en que se identifica en qué etapa se encuentran o cuáles son los niveles de riesgo. La solución estará cuando se dé el paso del sinceramiento, el coraje y la humildad.

Sincerarse con uno mismo y con el otro. Tener coraje para enfrentar ese momento crucial. Y humildad para saberse frágil. Y responsable. Y en la necesidad de pedir ayuda. Y de nuevo, el coraje. Para animarse. A ser “nosotros” otra vez.

 

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Las horas del día se ven invadidas por la angustia y la bronca de lo que está pasando en casa. Porque no está pasando en casa solamente. Pasa en todo el “ser nosotros”.

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