Entrevistó Dra. María Amalia Caballero – Periodista – direccion@sembrarvalores.org.ar
Edición María Lescano – Periodista
Cuando vamos conviviendo descubrimos más a fondo las características de cada uno. Algunas pueden requerir otro tipo de ayuda. Ayuda profesional.
Nos encontramos con Gabriela Rodrígez Melgrarejo* y sin preámbulos vamos directo al tema que nos interesa: ¿cómo ayudar y acompañar a los matrimonios cuando surgen las dificultades?, se podría decir en una frase: “el amor después del amor”, cuando la vida es la vida, no la luna de miel, el romanticismo, ni el primer enamoramiento.
SV: ¿Cómo es la terapia de pareja?
Gabriela R. Melgrarejo: – En una terapia de pareja, lo importante es que se sepa con claridad cuál es el objetivo de la consulta. Muchos piensan que es para “culpar al otro” o para arreglar una pareja. En general, lo que uno trabaja es para sanar el vínculo.
Me consultan muchas parejas para cerrar una separación de una manera armónica, que está en conflicto o familias que quieren tener un hijo más. Pero si la consulta es porque uno piensa que el otro se tiene que tratar, no es una terapia de pareja.
Cuando es de pareja vienen los dos, preferentemente juntos.
Me resulta necesario distinguir la terapia personal de la terapia de pareja. Cuando es de pareja vienen los dos, preferentemente juntos. Si, por algún motivo, no van a estar los dos, recibo al que puede venir, si es algo que ha sido consensuado. El acuerdo es entre ambos entonces no puedo recibir a uno por atrás. Se rompe el vínculo y la estrategia terapéutica.
–A veces, en la pareja hay uno que siente la necesidad de la ayuda profesional y el otro, no. ¿Cuál sería el camino?
–Lo que se hace es poner objetivo a esa consulta. Cuando te manifiesta: “a mi pareja le pasa esto”, puedo orientar acerca de cómo lograr ese objetivo, que la pareja comprenda que necesita esa ayuda. Hay estrategias para ayudar que el otro vea que no se le está marcando un error, sino que se busca un camino para que sea más sano y más feliz. Pero te marco la diferencia porque cuando uno va a terapia de pareja los objetivos tienen que ser comunes, si mi objetivo es que el otro haga terapia, no es un objetivo común.
En esos casos, si la otra persona busca la ayuda, el paciente es uno solo. Terapia de pareja son los dos con un objetivo. Uno tiende a integrar a la pareja, a la familia pero, de nuevo, el paciente es uno.
–Hablamos de sanar el vínculo, pero la separación deja heridas de los dos, en los hijos, en las respectivas familias. ¿A qué llamarías un final sano?
–Depende en que etapa llegan a la consulta. Cuando uno decide formar una familia, una pareja, lo hace con amor, con ganas, la construye, tiene fuerza para eso. Hay coincidencia en los valores y en la intención.
Hay coincidencia en los valores y en la intención.
Pero, si no funciona, influye a los dos y se puede trabajar proponiendo no hacer foco en lo negativo. Desde lo que los unió, arrancar por lo positivo. Si empezás por el lado oscuro, te va a faltar claridad para entender lo que está pasando. El rol del terapeuta es de intermediario no toma parte por ninguno de los dos.
-Durante la Pandemia hubo que hacer muchas adaptaciones, pero ahora que todos podemos salir, surgen nuevas situaciones que pueden requerir ayuda.
–Hay puntos para trabajar en la familia, la distribución de roles, que es diferentes a otros tiempos, y se tiene que conversar, tiene que estar en claro. Hoy muchas mujeres salen a la par del hombre. Cuando uno está sin trabajo, se queda en casa y nuevamente habrá que redistribuir.
-Volvamos a lo primero que me mencionabas: el objetivo de la consulta.
–Ese objetivo hay que definirlo porque, llegan y, claro el objetivo es: «estar mejor», pero qué es estar mejor. Seguramente es algo diferente para cada familia, por eso, un primer paso es lograr que se pongan de acuerdo.
Mi responsabilidad, como terapeuta, es decirles qué es lo más saludable
Además, mi responsabilidad, como terapeuta, es decirles qué es lo más saludable y, algunas veces detrás de lo que ellos ven como motivo de la consulta se encuentran cuestiones más serias. Por ejemplo, se descubre una psicopatología que necesita alguna atención especial.
Por ejemplo, si definen el “estar bien”, pero uno de los dos es alcohólico., y eso es lo que necesitamos trabajar. Con la persona adicta es difícil para ella y para los demás «estar bien».
“No estamos bien, estamos ansiosos”, refieren y la evaluación encuentra una patología severa no detectada que podría ser la causa. Algunos, prefieren no tratarse, definen: venimos para esto y se van con unas pautas. También es un momento en el cual se plantea si seguimos o no.
Es un espacio de toma de decisiones compartidas y más complejas.
-A veces para alcanzar algún objetivo se recurre al engaño, incluso con “buenas intenciones”.
–Lo principal es tener los mismos criterios. Lo no saludable es el engaño en la relación y a veces la consecuencia es irreversible.
-¿Hay forma de sanarlo?
–Para el proceso de sanación en la pareja siempre recurro a las raíces, a los valores de base, con eso uno termina sanando la sospecha de mala intención, mala persona, lo hizo para lastimarme. Si hay buena madera se sana.
Hay personalidades y personalidades.
-El camino , ¿puede ser el perdón?
–Sí, siempre que el perdón sea a conciencia, que construya algo desde allí, que salga algo mejor. Es el concepto de resiliencia. En cambio, si digo que perdono pero, en cada discusión retomo el tema, eso no es sano para ninguno de los dos.
La gente elige dejarlo pasar o no, son conceptos que se validan en cada familia. Se trata de ponernos de acuerdo y tomarlo por amor, no es cuestión de dejarlo pasar.
Volvemos a la raíz del matrimonio: qué nos unió, por qué nos casamos, qué construimos.
La idea es que siempre sea una evolución saludable, ni las personas, ni las parejas, ni las familias somos estáticas.
-El proyecto, las expectativas, la realidad, son tres elementos importantes en juego cuando hablamos de familia y, en general en la vida de las personas. No siempre se dan en ese orden, ¿cómo se resuelven desde el consultorio, cuando se trata de parejas?
–Cuando hay proyecto y expectativas que no se cumplen, se convierten en reproche. La expectativa de compartir valores, a fines a los propios pero, cuando esos valores van cambiando, empiezan a desencontrarse.
Pienso en el valor de la fidelidad, que es es un tipo de estabilidad, diferente de la estabilidad emocional que puede estar o no compromete y afecta a la pareja. La pareja tiene que ir acompañando.
En una de esas, la Lic. Gabriela deja caer un comentario: Los que eligen no casarse, también tienen problemas de pareja. Eso no cambia.
–Hablando de fidelidad, ahora hay algunos que eligen formar «parejas abiertas», es decir estamos juntos pero eso no impide que alternemos con otros. ¿Cuál es tu experiencia de consultorio?
–No conozco ninguna pareja abierta que funcione. Mi experiencia es que el concepto lo aceptan pero en la práctica no, terminan no siendo felices.
– Como cierre: ¿Qué dirías a quienes estén pensando en formar una familia?
– La pareja se viene construyendo, se consolida, se define como tal. La más importante son los valores, la religión, la manera de vivir en todos sus matices. Clave: conocerlos antes para elegir al otro.
Es verdad que pasa el tiempo y vamos cambiando, llegan realidades que no eran las pactadas. Pero está ahí el valor constitutivo: libertades y responsabilidades de cada uno, el espacio individual, el de pareja y con los hijos, todo va cambiando a lo largo de la vida. Entonces volvemos a interpretar lo que veo en el otro desde ese mismo lugar.
*Psicóloga y psicopedagoga en el Salvador, especialización en Ps. Cognitiva en el Hospital Italiano. También tiene una especialidad de Pediatría que hizo en el Garraham.
Foto principal: Adrián Suar y Florencia Bertuccelli. Consultan con el «psicólogo» en «Me casé con un boludo»