El encierro es una oportunidad para desarrollar la capacidad de resiliencia. Podemos adquirir un mejor nivel de esa capacidad innata.
Por Lic. María del Pilar del Campo – Psicóloga. IG: @mdpdca
[dropcap]N[/dropcap]o somos dueños de cambiar la realidad pero sí de la actitud personal frente a los hechos. La situación de encierro, la pandemia que nos afecta física y/o emocionalmente, las noticias, los riesgos, todo es oportunidad para el crecimiento.
Esta pandemia es una gran oportunidad para realizar nuevos aprendizajes de vida y decidir, frente a acontecimientos forzosos como el actual, si queremos dejarnos abatir o elegir que se conviertan en enriquecedores de nuestra personalidad.
¿Qué es resiliencia?
La palabra «resiliencia» indica la capacidad de un material de resistir fuerzas externas sin deformarse. Aplicado a lo humano, analógicamente, es la capacidad de soportar activamente adversidades, presiones, sin perder la esencia del espíritu propio. Y, no solamente sin perder, sino ganando riqueza y solidez en nuestra identidad.
La capacidad de soportar activamente adversidades, presiones, sin perder la esencia del espíritu propio.
Una buena definición de resiliencia, aplicada a las personas, sería: la capacidad de ver los obstáculos como oportunidades de desarrollo y luchar para superarlos de manera confiada y sostenida en el tiempo, con buen ánimo, sin dejar que prevalezcan las emociones negativas.
¿Innata o adquirida?
Más fuerte o más débil, más o menos visible, todos contamos con un potencial de resiliencia innato, factible -como todas las capacidades- de ser desarrollada.
Por la resiliencia podemos hacer frente a la adversidad, los obstáculos y contratiempos, aun los cotidianos de una manera confiada y proactiva.
La resiliencia implica sobreponerse y, aun a veces, salir fortalecido y renacer en mente y espíritu forjando un comportamiento positivo para acceder a una vida significativa.
consiste en no quedarse paralizado por las emociones negativas como frustración, enojo, vacío…
Sin embargo, no implica, de ninguna manera, no sentir tristeza ni dolor al modo estoico o ser un optimista irreal. Por el contrario, consiste en no quedarse paralizado por las emociones negativas como frustración, enojo, vacío, impotencia, frente a los fracasos, pérdidas, cambios, etc.
La resiliencia y su contexto
Los mejores contextos para desarrollar esta capacidad son las familias. También los espacios sociales y culturales, escuelas, universidades, donde se favorecen y existen ejemplos concretos cercanos, de lucha alegre, perseverante y animosa por grandes valores.
Los mejores contextos para desarrollar esta capacidad son las familias.
Fomentar la práctica temprana de un deporte o varios a lo largo de la vida sería un factor crucial en el desarrollo de la resiliencia. El deporte nos enfrenta al conocimiento propio y ajeno; a la necesidad de superación de nuestros propios límites y de los ajenos, tanto como a la superación animosa del fracaso y al éxito.
Compartir la vida con personas que manifiestan tolerancia serena a la frustración es indispensable. Los adultos que actúan como modelos de autoridad en el ambiente que nos rodea: padres, amigos, matrimonios animosos, que no vemos desalentarse, bajar los brazos y su actitud de esperanza y serenidad en la lucha diaria y frente a nuestros errores, nos alienta.
También, los ejemplos de respuestas confiadas y actitudes positivas de resolución de problemas frente a los contratiempos y la adversidad , sin caer en emociones negativas como el pánico, la ansiedad, el miedo, la victimización, el catastrofismo o el negativismo pesimista como constantes.
La resiliencia, ¿se educa?
Si, tratando de crear una atmósfera de paz y alegría donde sea que estemos, enseñando al niño a esperar sin inquietarse, a postergar cuando es necesario, algo que desea y a luchar para ganar un beneficio. Cuando lo alcanza, comprueba que valió la pena y así es mayor la satisfacción si está premiado y sostenido con el cariño, paciencia y apoyo de los padres, maestros u otras figuras significativas.
Para que el niño aprenda a reconocer sus propios pensamientos y emociones sobre las situaciones y calibrar si están adecuados a la realidad de los hechos, muchas veces necesita del ejemplo de los padres. Se aprende por imitación. Necesita que sus logros sean festejados, sentir el abierto reconocimiento positivo de sus aciertos.
Este es el secreto. A menudo somos intolerantes con nuestros propios errores. Acostumbrados a marcar errores y quejarnos, no logramos animar a seguir probando con confianza para encontrar la resolución del problema.
Es vital desarrollar la capacidad de autocalmarnos , bajar nuestra ansiedad para ser tolerantes con los errores propios y ajenos para promover la perseverancia y no dar acceso al desaliento en el logro de un aprendizaje positivo ya sea nuestro o de quienes nos están mirando.
Si la persona siente que vale la pena luchar para conseguir un bien y se siente motivado, allí comienza el aprendizaje y el entrenamiento no importa la edad que se tenga, toda la vida estamos aprendiendo.
La persona resiliente
Las personas resilientes son conscientes de sus propias debilidades y falencias pero poseen la serenidad y confianza en sí mismos y en la utilización de sus propios recursos porque alguien en su historia confió en ellos y entonces ya han experimentado y se han entrenado repetidas veces, en salvar obstáculos.
Pueden reconocer sus emociones negativas como nerviosismo, temor, ansiedad, tristeza, pero son capaces de calmarse sin buscar culpables, haciéndose responsables de su propia actitud frente al problema y automotivarse para enfrentar un obstáculo o adversidad buscando soluciones de manera creativa, pacífica y perseverante.
Confían en la ayuda que pueden dar y recibir de los demás para afrontar los conflictos.
Confían en la ayuda que pueden dar y recibir de los demás para afrontar los conflictos, adversidades o situaciones de riesgo, estén solos o acompañados.
Resiliencia y encierro
Explicar por ejemplo a una persona enferma que es un «valiente» y no un «cobarde» quien acepta obedecer y recluirse por un bien social frente al contagio, sería una forma de motivar en un re-encuadre, pero es preciso apoyar para sostener el esfuerzo con beneficios concretos como sería el visitarlo, llamarlo, llevarle lecturas o actividades acordes con sus intereses y así fortalecer su resiliencia.
En el ambiente del aislamiento escuchamos muchas rencillas entre parejas que anteriormente estaban mucho menos tiempo conviviendo y repentinamente se ven enfrentados, a veces en espacios reducidos, a una continua interacción.
Esto supone un reordenamiento de roles, el que cocinaba no puede hacerlo, se necesita ayuda con los niños, y el que salía a trabajar, está todo el día en casa.
Es preciso ser flexibles determinar prioridades en una reunión tranquila familiar, mencionar siempre para empezar reconocimientos de cada miembro y resaltar sus cualidades específicas para un reordenamiento donde cada uno exponga necesidades, roles y tiempos, con una comunicación lo más abierta posible.
Resiliencia, reconocimientos y sentido del humor
Es natural que en el encierro se produzcan estados de nerviosismo e impaciencia porque las cosas no salen como esperábamos, ante fallas en la interpretación o lectura de los tiempos y motivaciones del otro.
El sentido del humor viene en nuestra ayuda, nos facilita la perspectiva.
El sentido del humor viene en nuestra ayuda, nos facilita la perspectiva y el tomar distancia de nosotros mismos y de los problemas para afrontar una situación difícil de manera menos trágica, positiva, abriéndonos a soluciones creativas.
Es imposible encontrar solución a los problemas si estamos sumergidos en la tristeza, miedo, ansiedad o enojo. Es, tal vez, el momento de reírnos del aspecto que tenemos todos con barbijos y armar una competencia de modelos, dejando de lado la queja por la incomodidad a la par que motivamos al uso responsable del tapaboca.
La previsión –en lo posible- nos llevará a fomentar una buena relación con la pareja, los padres, maestros y figuras de autoridad. También es recomendable propiciar juegos o canciones en equipo que alienten y creen una atmósfera agradable.
[notification type=»information» title=»Papá enojado»]Si papá es capaz de decir: «sí, estoy enojado pero no es con vos sino conmigo mismo porque me equivoqué en mi trabajo al enviar un mail». Ese padre está enseñando a reconocer y diferenciar las emociones propias de las ajenas y leer los acontecimientos de una manera inteligente, realista. Intentar dar, como padres, una resolución del conflicto siempre con una mirada esperanzada y reflexiva acerca del sentido y las emociones que adjudica a cada situación. Por ejemplo: «no te preocupes ya lo arreglo, tu paciencia, me ayuda». Realza de este modo la conducta de paciencia que espera de su hijo y lo invita a ser protagonista en equipo del éxito. Es muy común que transfiramos nuestra propia ansiedad o miedos a nuestros hijos y/o personas que nos rodean. Por eso, para educar una sola palabra es necesaria: SER. [/notification]