SEMANA DE LA EDUCACIÓN DEL 11 AL 21 S
Y llegó la primavera, el «tiempo del amor», quién más quién menos en estos meses siente algo especial. Y tenemos tanto para «reflexionar» sobre el amor…
Por Mey Rodríguez* – Docente – Presidente de Teen Star en Argentina
Como saben soy educadora y durante años buscaba incansablemente cumplir el deseo de hacer de este mundo un lugar mejor, de repente, me veía impulsada a mirarme. Y no sólo eso, sino que me encontraba desafiada a pensar que, tal vez, el mundo mejoraría si lograba la transformación de mí misma.
¿De dónde me llegó este mensaje? De alguien a quien admiro mucho, es una frase de Juan Pablo II que propone: «El trabajo más importante no es el de la transformación del mundo, sino el de la transformación de nosotros mismos».
Paradójico ¿no? ¿Cómo mirándome iba a mejorar el mundo? ¿Qué clase de trabajo es este?
Entonces comencé a comprender que el conocimiento de uno mismo, supone un recorrido en relación a los otros. Es un camino en doble sentido.
Del amor propio al amor al otro
Por este camino llegué a pensar en el amor: en el amor propio y en el amor a un otro. ¿Qué quiero decir cuando le digo a alguien «TE AMO»?
Implica un: te deseo, te quiero, siento “cosas” por vos, ese “amor” es todavía “egocéntrico” porque me pone a mí en el centro. Un amor maduro supone poner al otro en primer lugar, «sos tan importante para mí que quiero tu bien».
Mirado de esta manera, el amor pasa de ser un sentimiento a ser una decisión, la decisión libre de querer y buscar el bien del otro.
¿Matando el romance?
¡Ay, Mey! ¡Siempre matando el romance! ¿Cómo me vas a decir que el amor no es un sentimiento? ¡Siento tantas cosas cuando amo!»
¡Pero claro qué sí! Lo maravilloso del amor, es justamente que no descarta, ¡incluye! Lo que siento, quiero y busco. Y, si bien los sentimientos solos no son un amor maduro, son nuestro insumo para crecer y empezar a buscar el bien del otro.
El amor a uno mismo es fundamental, no es negativo.
Lo mejor para el otro implica darle todo lo bueno que tengo, que en definitiva es la donación progresiva y completa de mí. Entonces, ¿cómo voy a estar lista/o para entregarme completo al otro y recibirlo? Y, justamente, lo primero e indispensable que tengo que hacer es amarme. El amor a uno mismo es fundamental, no es negativo. Aunque el amarse pueda salir mal porque algunos, a veces, caemos en la subestimación o la exaltación. Nos podemos sentir muy mal por descubrir nuestros defectos y limitaciones o demasiado bien por reconocer bienes y virtudes que exageramos alimentando no una estima alta o baja, sino una autoestima falsa.
Así, redescubrí el valor de la alteridad, que como plantea Byung-Chul Han en “La agonía del Eros”, es capaz de “sacar al uno de su infierno narcisista”, porque “El eros es una relación con el otro que está radicada más allá del rendimiento y el poder”. El amor me lo da todo y me lo exige todo.
Amor y sexualidad
Pero ahora me dirán ¿cómo hacer para educar la sexualidad desde esta perspectiva sin caer en una «buena teoría sin práctica”? ¿Cómo lo hacemos realidad?
El amor es guía, no es dominar, ni siquiera intervenir. Es acompañar en el fortalecimiento de la educación de las emociones y la autoestima promoviendo el descubrimiento de la Identidad Personal.
Te veo, te escucho y juntos buscamos el mejor camino.
Y. no es una mera enumeración de ideales. Si lo pensamos unos minutos, veremos que implica a padres y docentes frente al adolescente proponiendo la premisa “Te veo, te escucho y juntos buscamos el mejor camino”.
Teen STAR se basa en una visión unitaria de la persona, abrazándola en todos sus aspectos: físico, emocional, intelectual, social, espiritual, proponiendo como punto de partida la muchas veces olvidada dimensión física.