Papá y Mamá
Cuando los hijos se distancian de los valores que intentamos transmitirles, más allá del dolor, ¿qué actitud conviene adoptar? Hablamos con Cecilia Palavecino, especialista en el tema
Cecilia Palavecino | Master en Educación por el IEEA
[dropcap]S[/dropcap] eguramente conocés la fábula de la rana que nada en una olla de agua sobre el fuego. La ranita sigue nadando, se va habituando a la temperatura del agua hasta que revienta o salta del agua. Nos la enseñaron con los dos finales.
Nuestros hijos, al igual que nosotros, se mueven en esa agua; vivimos, desde hace años, en la sociedad de la revolución silenciosa anunciada por el político italiano Antonio Gramsci en sus Cuadernos desde la cárcel, esa revolución que se lleva a cabo desde los medios de comunicación, la educación y la cultura.
Nuestros hijos, igual que
nosotros, se mueven en esa
agua; vivimos desde hace años
en la sociedad de la revolución
silenciosa anunciada por
el político italiano Antonio
Gramsci.
Podemos sorprendernos ante ciertas actitudes de nuestros hijos, especialmente desde que empiezan a transitar su adolescencia, ese momento en que sienten con mayor o menor fuerza la necesidad de confrontar, de poner entre paréntesis todo lo aprendido y cuestionarlo para formar su propio juicio.
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»]Están formando su juicio[/button]
No es fácil estar junto a ellos en este período, ellos mismos tratan de poner distancia… quieren hacerlo solos. Por eso, especialmente, con los adolescentes, necesitamos poner en acción tres palabras que no son fáciles ni mágicas.
Respeto: ese que hasta ahora recibíamos de ellos de modo casi natural, ahora nos toca ejercerlo nosotros respecto de sus nuevas actitudes. La mayoría de las veces no nos están desafiando: “se” están desafiando.
Confianza: ahora nos toca esperar en la orilla hasta ver surgir el brote, porque nosotros ya sembramos.
Tiempo: dejar que fluya en su interior la personalidad adulta.
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»]Actitudes[/button]
Tal vez el primer paso sea hacer una autocrítica de aquellos lugares que nosotros dejamos de ocupar por ignorancia, vergüenza, timidez, tabú, por haber dado por supuestas muchas cosas y dejar disponibles espacios a quienes los buscan con intenciones tan distintas a nuestro cariño de padres.
En este momento, como en casi todo, hay actitudes que atraen y otras que repelen… veamos algunas que nosotros, los padres, los adultos, podemos desarrollar y fomentar en esta nueva etapa de nuestra familia ¡¡la de los hijos adolescentes!!
La actitud principal es el cariño genuino, nada atrae tanto como el cariño.
A veces ellos quieren dialogar; muchas otras veces, no. Intentemos que nuestras preguntas sean abiertas y no que tengan una respuesta implícita que para ellos esté casi “cantada”. Preguntas abiertas de verdad pueden ser, por ejemplo: ¿qué te parece realmente importante en esto? O, más aun, ¿en qué te parece que estamos fallando?, ¿cómo creés que se solucionaría? Y, no nos olvidemos, ¿cuáles serían las consecuencias”.
En el fondo, se trata de acompañar ahora en un profundo fomentar del “pensar”.
[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»large»]¿Soluciones?[/button]
Es el momento de las soluciones consensuadas, ¿cómo llegamos a ellas?
Una sugerencia: revisemos y volvamos a trabajar nuestro estilo comunicacional, tiene más importancia que la que creemos. Se le está otorgando el 70% respecto del contenido y otros elementos que juegan en la búsqueda del diálogo.