¿POR QUÉ TANTOS CELOS?

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Los hermanos nos enseñan muchas capacidades. La pelea los ayuda a prepararse para la calle. Confiemos en que el amor entre hermanos es más fuerte.

MARIUQUI MAGRANE | ORIENTADORA FAMILIAR Y ASESORA EN RELACIONES FAMILIARES | MAGRANE.MARIUQUI7@GMAIL.COM

[dropcap]U[/dropcap] na de las mayores ilusiones al tener hijos es que se lleven bien, que jueguen juntos sin pelearse, que sean compañeros, que se valoren, se protejan. Pero muchas veces esto se ve empañado por la aparición de gritos, llantos, patadas.

“Es mío”, “no, es mío”, “mamááá, Juan me sacó el muñeco”, “yo lo tenía primero”. Cuando estos episodios se repiten, los padres nos frustramos, nos ponemos ansiosos y con sensación de haber fracasado. Nos preguntamos: ¿en qué nos equivocamos?, ¿qué estamos haciendo mal? Hay pocas cosas más irritantes que las peleas de los hijos.

¿Por qué pelean?

Las peleas y celos son parte de la vida familiar. No existen las relaciones “perfectas” entre hermanos. Desde niños queremos sentirnos valiosos y queridos especialmente por mamá y papá. En realidad competimos por lograr ese lugar único, en el cariño de nuestros padres. Competimos por el tiempo que nos dedica mamá o papá, por el lugar en la mesa, por la ventana del auto, colectivo, tren. De grandes, podemos estar con la lupa puesta en lo que hace mamá por uno o por otra o si a mi hermano le regaló algo más que a mí. Aunque podemos decir que en una famila con muchos hermanos la rivalidad es más leve porque la torta del amor de mamá y papá se reparte en más pedazos. Son innumerables las fuentes de conflicto de los hermanos cuando son chicos. Cuando les enseñamos a compartir empiezan a entender, aunque les cueste hacerlo.

Los padres sabemos
que el amor auténtico supone
amar a la totalidad del hijo,
con sus limitaciones y capacidades.

Por un lado no hay duda de que la relación entre hermanos es muy especial. El lazo que los une es fuerte, y en la gran mayoría de los casos, enriquecedor. La relación fraterna es muy útil además para explorar, descubrir y ejercitar estrategias de convivencia y de supervivencia que se ejercitan después en la calle. Generalmente la relación entre hermanos es de tanta confianza que la comunicación entre ellos es de gran amplitud y las cosas que se dicen entre ellos no podrían decírselas a ningún otro.

Pero el subproducto de aprendizajes tan útiles son las peleas. Los conflictos entre niños que comparten tantas cosas importantes son inevitables.

Las peleas son:
Una forma de comunicación, de juego y de entretenimiento.
El único recurso para resolver conflictos. Si en la familia lo que hay son intolerancias, violencia e impulsividad, los niños aprenden que esa es la manera de abordar los conflictos.
Una manera de defender lo que sienten que les roban. El compartir significa, inevitablemente, ceder.

Sin darnos cuenta

Los celos son una emoción natural, propia del desarrollo normal de los niños. Son inevitables pero a veces somos los adultos quienes, sin buscarlo, alimentamos una relación conflictiva y de rivalidad entre hermanos. Por otro lado, también hay personalidades, o lugares en la familia en donde algunos se sienten superiores a sus hermanos.

Hay situaciones en las que se enseña al niño que es el centro del mundo. Muchas veces pasa con el primer hijo, primer nieto, primer sobrino que es el centro de todos, y si no se lo supo educar, cuando le cambia el escenario y es uno más se pelea con todos.

Cuando los celos entran en la vida familiar, pueden hacer la vida imposible a los demás. Lo más triste de esta situación es que los celosos sufren y hacen sufrir. Es un sentimiento de inferioridad que se vive por alguna limitación que hace sentir vergüenza.

Los padres podemos ayudar a atenuar estos celos e intentar que no se instalen y rivalicen toda la vida. ¿Cómo? Fomentando una relación sana entre ellos, enseñándoles a respetarse, compartir, perdonar y confiar. Contagiemos a nuestros hijos, desde que nacen, el optimismo como actitud de vida; de esta manera caerán menos en celos y apatías.

Lo nuestro es educar

Naturalmente, nuestros hijos tiene capacidades y valores distintos entre sí. Al reconocerlos, conviene hacerlo con cada uno a solas y sin compararlos con sus hermanos. Con el tiempo, comprenderán que las habilidades de sus hermanos, lejos de ser competencia, pueden ser puntos de apoyo. Entre hermanos se puede crear una fuerte consciencia de trabajo en equipo y cuando sean grandes, descubrirán que muchas veces los hermanos enseñan a abrirse paso en la vida, incluso más que los padres y tendrán experiencias inolvidables.

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PARA ACTUAR:
•No comparemos a nuestros hijos; por el contrario, festejemos sus diferentes capacidades.
•No arbitremos en sus peleas.
•No minimicemos con “no fue nada”, para ellos es muy importante.
•No defendamos sistemáticamente al más débil.
•No siempre el que llora más fuerte es la “víctima”.
•No siempre el más grande es el verdugo.
•No siempre el varón es el “culpable”.
•No siempre el menor es la víctima.

AYUDÉMOSLOS
•A negociar.
•A saber ganar o perder.
•A no promover la respuesta violenta.
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Para leer más:

– Hay amores que matan, SV 4.
– Comparaciones odiosas, SV 19.

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www.sembrarvalores.com.ar
En la barra superior hacé click en Ediciones Anteriores, en buscar ponés «celos».
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