PEQUEÑOS ANFITRIONES

chicos

A ser “buen anfitrión” también se aprende. Nuestro hijo puede necesitar que seamos más explícitos en cuanto a los detalles que hacen la diferencia.

 

María José Castilla Sastre | Docente | castilla.majose@gmail.com

 

[dropcap]A[/dropcap] lgo está pasando. No es la primera vez que apoyamos la cabeza en la almohada después de consolar a Feli, que estaba muy angustiada porque “ningún compañero quiere venir a casa”. Con paciencia, tratamos de convencerla de que no es así, pero internamente dudamos. Con pesar, recordamos las últimas veces que vino alguno de sus amigos: tardes caóticas, agotadoras. Peleas, desacuerdos, incluso llantos… Suponemos que son cosas de la edad. Pero ¿y si no? ¿Todos tendrán tantos conflictos cuando tienen invitados?

Pensamos: “son cosas de chicos”, pero ¿a los grandes no nos pasa también? ¿No disfrutamos más de ir a unas casas que a otras, más allá del vínculo que podamos tener con la persona? Y entonces se nos cruzan varios nombres y casas… y  descubrimos que hay amigos que tienen mayor carisma al momento de recibir invitados, y no estamos hablando de protocolo, sino de la capacidad de hacernos sentir cómodos.pequeños anfitriones

Cierto. No se nace sabiendo. A ser un buen anfitrión también se aprende. Y aunque quizás no fue algo tan explícito en nuestro caso, puede ser que nos toque ahora serlo con nuestros hijos, para que aprendan a reparar en algunos detalles que pueden hacer una gran diferencia.

 

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»] Palabra clave: anticipación  [/button]
Como en muchas otras situaciones de la vida, la anticipación es una gran aliada. Algunos chicos pueden estar todo el día en el colegio contándoles a los maestros y a los compañeros que “hoy va a casa un amigo”. Conversar sobre cómo será todo, aun en detalles que nos parecen obvios, puede ayudar a calmar ansiedades, especialmente si la invitación es a continuación de la escuela, de la que pueden llegar cansados y algo más irritables de lo usual. En esta conversación, la tarde anterior o esa misma mañana, podemos anotar, o dibujar, una secuencia sencilla de cómo será el momento junto con el amigo.

Algunas sugerencias para conversar y prepararse antes de la llegada de la visita:

•  Si van a almorzar o merendar juntos, podemos asegurarnos de que el menú sea conveniente y rico para  ambos. Si está en nuestras posibilidades, podemos preparar algo casero junto a nuestro hijo. Así, desde los detalles transmitimos la alegría de abrir las puertas a otros y la visita se sentirá bienvenida y esperada.

¿NO ES VERDAD QUE DISFRUTAMOS MAS DE
IR A UNAS CASAS QUE A OTRAS?

•  Quizás notamos que no saben a qué jugar o acuden a un  mismo juego siempre, aun cuando sea fuente de conflictos  constantes. Armar juntos, anticipadamente, una lista con los  juegos con los que contamos en casa y que creemos idóneos  para compartir con el amigo, puede ser una buena salida.  Además, podremos asegurarnos de que estén en orden y a  mano. En cambio, guardaremos fuera de la vista aquellos que,  por distintas razones, consideramos poco convenientes (por  lo complejos, por su fragilidad, etcétera). Aunque sabemos la  importancia de contar con opciones para elegir, el exceso de  las mismas suele generar un efecto negativo, agobiando tanto  al invitado como al anfitrión.

pequeños anfitriones 1 Pensar juntos los distintos espacios y ambientes en los que  podrán desenvolverse, y en cuáles no. Conversar esta y otras  pautas nos evitarán luego roces cuando el invitado se   encuentra presente.
Inventar códigos con nuestro hijo. Si está explícito para él  que tiene que aprender a ser anfitrión y trabajarlo, podemos ofrecernos para guiarlo. Se sentirá como un juego si  inventamos gestos para transmitirle mensajes como: «estás  hablando en mal tono» o “momento de proponer otro juego”.

•  “El invitado elige”. Procuremos anticipar al dueño de casa  que su amigo tendrá prioridad al elegir a qué jugar, y que será  importante aceptar su decisión. Ayudará recordarle que entre  los juegos que se ofrecen ya hubo una selección de su parte.  Otra dinámica es pensar en turnos: el invitado elige el primer  juego y el dueño de casa lo hará a continuación. Aclarar esto  de entrada a ambos y marcar los tiempos frente a un reloj  podrá evitar peleas innecesarias. Dividiremos el tiempo en  intervalos cortos, dependiendo de la edad, de modo que cada  uno tenga al menos dos instancias de decisión. Así, aceptarán  de mejor manera la elección del otro, con la certeza de que  luego elegirán ellos.

 

[button link=»» color=»blue2″ icon=»» size=»large»]  Con el ojo atento  [/button]
La anticipación es una gran ayuda, pero no necesariamente  suficiente. Ya con el invitado en casa, si está en nuestras  posibilidades, acompañaremos disimuladamente, desde  nuestros quehaceres. Si consideramos necesario  involucrarnos en alguna ocasión, intentaremos hacerlo desde  lo positivo. Igualmente, también hay que dejar fluir, y sí  atender al momento en que nuestro hijo pueda necesitar un “tiempo fuera”, alejándolo un rato con alguna excusa que no lo  deje en evidencia.

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