Palabras en familia. Escuchar

Por Lic. Consuelo Acuña – pedagogía connie.georgalos@gmail.com

Para bien o para mal, las palabras están cargadas de una fuerza poderosa, invisible.

Cuando la comunicación verbal se transforma en violenta, puede resultar más dolorosa que la violencia física y ¡ninguna es aceptable!

¡Cuántas veces quedan en la memoria palabras que duelen, que nos condicionan! Cuántas veces hemos escuchado: qué desprolijo, qué torpe, qué malo. Y podría seguir con insultos que van dirigidos a la persona y no a la acción. ¡Qué distinto sería, en una situación similar recibir un: esto está desprolijo, ¿se te cayó la bandeja?, eso que hiciste no estuvo bien.

Palabra y ejemplo 

¿Cómo les hablo a mis hijos?, ¿cuál es el sabor que tienen mis palabras?, ¿dulces, agradables, agrias, ácidas?, ¿cómo me comunico con ellos?, ¿cómo hablo a los demás de ellos?, ¿los expongo?, ¿soy la primera defensora de mis hijos o, cuando una situación me genera inseguridad o angustia, “los mando al frente”?

Por un lado, hablar con otros padres acerca de la crianza, de los temas que nos resultan más fáciles o difíciles en la comunicación y educación de los hijos es algo tan útil como necesario, sin embargo, desnudar sus almas en esos contextos no tendría ningún sentido. Te propongo que la comunicación positiva sea el pan sabroso compartido en la mesa de todos los días.

Especialmente en diálogo directo con los hijos, nuestras palabras se pueden convertir en veneno o en alimento para quien nos escucha, tanto si hablamos con ellos o de ellos. Durante los primeros años, mientras los vemos crecer, les hablamos, ellos nos escuchan y -con suerte =)- obedecen a lo que dijimos.

Esta práctica nos pone en riesgo de ir perdiendo nuestra capacidad para escuchar lo que cada uno tiene para decir, lo que le pasa, lo que necesita. Una escucha atenta de cara a ellos. ¿Cómo escucho a mis hijos?, ¿escucho para entender o escucho para contestar?, ¿escucho con empatía y sin interrupciones? Aprendamos a escuchar. Seguramente ellos tengan mucho que decir.

¿Cómo escucho a mis hijos?, ¿los escucho con empatía y sin interrupciones?

El llamado “sexto sentido” es esa vocecita interna que nos anticipa ciertas situaciones. Es ese instante que nos indica que algo no está bien, o que nuestro hijo nos necesita. Estemos atentos a este sentido que irrumpe con fuerza y nos mantiene unidas a nuestros hijos como un hilo muy fino…También cuando nuestros hijos sean grandes.

Somos madres y padres de “tiempo completo”, no dependemos de las circunstancias, como el trabajo o las distancias físicas…, está en nuestras manos serlo, también, con nuestro “ser completo”. Aprovechemos los sentidos para integrarnos a la vez que vamos aprendiendo y ejercitándonos, a fuerza de ensayo y error, en esta tarea inmensamente grande de ser padres.

¿Querés conocer acerca de los otros sentidos? https://sembrarvalores.org.ar/web/la-elocuencia-de-los-sentidos/

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