Navidad, cada año un significado nuevo

Por Verónica Parsells – Directora de la Escuela de Filosofía de USAL

Aunque el origen histórico de la Navidad pueda relacionarse con los ritos de renovación del solsticio de invierno y las fiestas Saturnales de Roma, la celebración cristiana aporta un significado nuevo. Es la revelación de la Luz, del Logos, de la Verdad. Se celebra la llegada de Dios hecho hombre, del Mesías, que anuncia mucho más que el fin del invierno: es el fin de toda maldad, injusticia y falsedad. Frente al misterio de la encarnación se descubre una nueva consideración de la vida de cada persona y de toda la humanidad: la eternidad y el tiempo se encuentran en nosotros, en nuestro mundo, en nuestra historia.

Descubre una nueva consideración de la vida de cada persona y de toda la humanidad.

Sin atisbo de duda, la Navidad reúne valores que pueden leerse más allá de la devoción cristiana en tanto nos interpelan en dimensiones profundamente humanas y existenciales.  Es un período especial de renovación, solidaridad, encuentro. Para San Agustín la gran paradoja de Belén es la humildad. El pesebre despojado y pobre donde nace el niño Jesús pone de manifiesto la sobriedad y la austeridad. ¿No podríamos leerlo como una oportunidad para repensar nuestra dependencia excesiva con las cosas? ¿De cuestionar nuestra “cultura del descarte”? ¿De reformular la lógica materialista y el vacío de sentido?

la eternidad y el tiempo se encuentran

«La gran paradoja de Belén es la humildad.»

San Agustín

Por su parte, Edith Stein afirma que la Navidad es “una fiesta de amor y de alegría”. La filósofa se refiere con estas palabras no simplemente al orden del sentimiento sino a la necesidad de abrir los ojos frente a los valores fundamentales que seguramente todo hombre anhela para su vida: el amor, la alegría y la paz. Stein subraya, además, la evidencia del destino humano de que todos somos uno; el dolor del otro es mi dolor porque es mi hermano.  Nuestro «prójimo» es todo aquel que en cada momento está delante de nosotros y que nos necesita, independientemente de quien sea, desafiando nuestros prejuicios. ¿Cómo nos interroga, entonces, esta celebración acerca de la aceptación del otro, de la solidaridad con el hermano, de la esencialidad de nuestras relaciones? En una época de desigualdades, odios, guerras absurdas y dataísmo salvaje, reflexionar sobre estos valores nos humaniza, nos devuelve la esperanza perdida y acaso nos reoriente hacia el amor, don que en palabras de Borges “nos deja ver a los otros / como los ve la divinidad”.

«Nos deja ver a los otros como los ve la divinidad»

Borges

Imágenes Peru21 y elcomercio.pe

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