Bebés
La maternidad trae muchos sentimientos nuevos. Se desata una crisis vital. En el mejor de sus sentidos, trae crecimiento.
Carolina Alberro | Lic. en Psicología y Psicopedagogía | carolinaalberro@fibertel.com.ar
Con el bebé recién nacido en nuestros brazos comienza otra aventura. Se pone en juego lo más esencial del mundo interior femenino. Cambian nuestras prioridades, nuestros intereses.
Ya no somos las mismas
Recordar nuestro puerperio puede traer sensaciones de tristeza, algo de desencanto, recuerdos de un parto que tal vez no fue como esperábamos.
Son muchos los sentimientos que se desencadenan. Fusionadas con nuestro bebé, sentimos que ya no somos las mismas, a nuestra identidad se le suma una nueva faceta: ser mamá de este pequeño.
PREPARADAS O NO, SOLAS O ACOMPAÑADAS,
EL NACIMIENTO SE PRODUCE … Y ALLI ES DONDE
APARECEN LAS PREGUNTAS. ¿QUIEN SOY?, ¿SERÉ
BUENA MAMÁ?, ¿QUE ME PASA?
Nuevas emociones
Aparecen emociones relacionadas con nuestra propia crianza, la mamá interna que tuvimos y que aún nos habita.
El parto genera una desestructuración emocional. No sólo hay un rompimiento del cuerpo físico de la mamá para dar paso al bebé. Algo se quiebra, una fisura etérea… De ser uno, pasamos a ser dos.
Atravesar el parto, si bien es un proceso natural en la mujer, requiere de preparación emocional, apoyo, acompañamiento, amor, coraje por parte de la mujer y de quienes la asisten.
Preparadas o no, solas o acompañadas, el nacimiento se produce… y allí es donde aparecen las preguntas: ¿Quién soy?, ¿seré buena mamá?, ¿qué me pasa?
Lo que sucede es que nuestro mundo, nuestra realidad, cambian y nuestro mundo interior adquiere protagonismo.
El mundo interior
Nuestro mundo externo, más concreto, activo, racional, más duro, se ve inundado por algo más sutil, suave, dulce, pasivo, blando… nuestro mundo interno, muchas veces dormido.
Hay mujeres que necesitarán volver a sentir que pisan fuerte en el mundo externo al poco tiempo de dar a luz. También hay quienes se permiten ir hacia el interior de sí mismas, y paulatinamente volver a integrar estas dos realidades: la externa, donde antes de la llegada del niño la mujer tenía su identidad, estaba arraigada, y la realidad interna, muchas veces desconocida, y que el puerperio trae esa posibilidad de explorar.
Mamá-bebé
En el puerperio la madre se convierte en mamá-bebé. Son uno. Ella unida a su bebé recién nacido.
Al mismo tiempo el bebé está relacionado y fusionado emocionalmente con su madre o con quien cumpla la función maternante.
El campo emocional es uno, compartido por ambos. Así es que toda vivencia placentera y feliz experimentada por la madre, es sentida como propia por el bebé y viceversa. Lo mismo ocurre con sensaciones molestas o traumáticas.
Una sensibilidad especial
Podemos sentirnos irritadas por sonidos fuertes, voces altas, nos sentimos agredidas como si fuéramos un bebé. A nuestro cuerpo le sucede lo mismo: nos sentimos frágiles, más sensibles, no tan dispuestas hacia los demás, conectadas fuertemente con nuestro bebé.
Toda vivencia placentera
o molesta experimentada
por la madre, es sentida
como propia por el bebe y
viceversa.
El puerperio es un proceso de alteración y ampliación del estado de consciencia.
Teníamos nuestra identidad formada, y al ser mamás, esta cambia.
Reconocernos nuevamente, ahora como mamás, nos llevará un tiempo. Fusionadas con nuestro bebÉ todo irá acomodándose mejor.
Lleva tiempo
Se puede hablar de etapas en el puerperio. Comienza con el estado de post parto que requiere cuidados especiales, atención al estado general de la mujer, al control de posibles hemorragias, la bajada de la leche, etc.
Antes se consideraba que el puerperio se extendía desde el nacimiento del bebé hasta los 40 días después del parto. Estas semanas marcan el tiempo aproximado en que el cuerpo de la mujer va aminorando las características adquiridas durante el embarazo y el tiempo en que las parejas normalmente retoman las relaciones sexuales sin complicaciones ni dolor.
Pero hoy, muchos entienden que las etapas del puerperio se extienden hasta los dos años de nuestro hijo. Esta mirada se dirige al mundo interior de la mujer. Los especialistas ven un proceso de re-identificación femenina unido al tiempo que el niño comienza a marcar la diferencia, a “ser otro” respecto de la mamá