MEDICINA PREVENTIVA

Matrimonio

 

¿Parece una nota de salud? En la vida familiar hay síntomas que, detectados a tiempo, nos llevan a una vida saludable y contribuimos a la felicidad de unos y otros. Hay contagios positivos

 

Felipe Yofre | Escribano | Instructor en talleres de Protege tu Corazón | felipe@escyofre.com.ar

 

[dropcap]C[/dropcap] onozco a Laura desde hace más de 15 años, tenemos un contacto laboral relativamente asiduo. En una reunión de trabajo, entre varias personas, casi al pasar, dijo que se había separado hacía unos meses.

Al terminar la reunión, salimos para el mismo lado y caminamos varias cuadras. Ahí vino la pregunta.

-“¿Laura, que pasó? Llevabas más de 20 años de casada. ¿Fue tan de repente?”.
Casi sonrió.
– “¡El detonante fue un mensaje en el chat familiar! Cree que estoy loca.”
-“¿Cómo?” le dije, incrédulo.
-“Sí, como lo escuchás. Tenemos un chat familiar, donde estamos nosotros y los chicos. Me pareció que, por un comentario de uno de ellos, lo trató con una enorme agresividad. Es como si se me hubiese caído un velo, como si se corriera una cortina. Hace años que su modo ya no se podía catalogar como autoritarismo sino como maltrato. Cualquier acontecimiento era excusa para que fuésemos los culpables de todos sus males. Hablar de “trato despectivo” es poco. Puedo decir que, sin insultos, éramos continuamente denigrados. Y te diría que no me acuerdo cuándo empezó, pero lo que tengo claro es que, sin que nos diéramos cuenta, fue creciendo el tema.”
Seguíamos caminando, clima de otoño con cielo limpio. Creo que es la época más linda de Buenos Aires para caminar.
-“¿No siempre fue así?
-“La verdad que no. Se fue dando con los años. Pero, te repito, fue como si se me prendiera una luz. Toda la vida pensé que el camino era aguantar todo o casi todo. Pero con ese mensaje, escrito pero tan violento, escuché una voz interior que me dijo: ¿Por qué tenemos que soportar esto? Él no lo podía creer al principio. Piensa que estoy loca”.

Nos despedimos. Caminé unas cuadras más hasta mi transporte. Me quedé pensando en lo útil que puede sernos en la vida de pareja la “detección temprana” de los problemas.

Aunque doy por supuesto que la vida “en común” exige una apertura tal que los defectos del otro se acomoden en el espacio que mi amor abre, no significa que cada uno no necesite trabajarlos, ni que los otros tengan que aguantarse cualquier cosa. Por eso, como en la medicina, es tan necesaria la detección temprana de los problemas y elijo llamarla “la medicina preventiva matrimonial”.

 

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]Detección temprana[/button]
Es descubrir, mucho antes de que nos agobien, las características o defectos que nos molestan del otro. Es sumamente útil para la convivencia en concordia que puedan percibirse pero, sobre todo, transmitirse al otro en un ámbito de paz.

Si se detecta y se conversa sin rencor, es una herramienta brutal de crecimiento. Se le llama “manejo positivo de las emociones”. Es muy diferente cuando el pedido de cambio brota de nosotros como un proyectil que, más que buscar soluciones, intenta, como los misiles modernos, rastrear el calor del objetivo y lastimar donde más duela.

El carácter, la forma de pedir las cosas, el mal tono, la excesiva atención hacia un solo tema y olvido de los que están alrededor, un “ombliguismo” que duele, la falta de atención a lo importante o el maltrato creciente, si no son observados y parados a tiempo pueden transformarse en verdaderos tumores.

Son todas características que, muchas veces, afrontadas a tiempo, no solo pueden ser superadas sino que, con perseverancia y corazón abierto, pueden terminar uniendo y siendo demostración mutua de amor a través del deseo de cambiar y la paciencia en ese trabajo de mutación.

 

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]Detección tardía[/button]
Quizás sería más apropiado no hablar de detección tardía, sino de reacción tardía. Es decir, haber detectado el defecto o la conducta que nos molesta y, por pereza para encarar el cambio necesario, por temor o error táctico, simplemente soportarlo. Esto tiene un doble efecto nocivo, tanto en quien tiene el defecto como en quien lo padece.

Sin actuar, la cuerda se va tensando, vamos perdiendo la admiración necesaria para que los nutrientes del amor hagan efecto en la pareja. Se van distanciando y surge –usualmente- un desierto entre ambos, en vez de una pradera que dé frutos. Hasta que un día, cuando nos sentimos a mil kilómetros, un hecho no muy relevante en apariencia hace que esa pequeña cuerda se corte con el riesgo de jamás poder anudarse.

Hay defectos que, al no encontrar límites en su expansión nociva, van toxificando todo a su alrededor, derramando su líquido interior ya contaminado.

Los mojones del terreno se han corrido y algún miembro de la pareja puede creer que los demás deben adaptarse a sus modos, los lugares pre armados por él, ubicarse en su reino del cual él es el centro. Hasta que un día ya es tarde.

 

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]El camino aconsejado[/button]
Todos tenemos defectos. Todos sin excepción de raza ni color. Y en una enorme cantidad de casos, agrandados sin cauce, pueden terminar en gestos que hagan muy difícil la convivencia.

Justamente es ahí donde el cónyuge, nuestro cónyuge, debe actuar como asistente de primeros auxilios. Cuanto antes nos lo hagan ver, mejor será para nosotros y para quienes -si no corregimos-, nos padecerán.

El modo en cual transmitamos la percepción de ese defecto es de una gran relevancia. En ese punto, como antídoto infaltable debe estar siempre el convencimiento del “amor incondicional” mutuo, la confianza en que la otra persona no quiere causar ningún daño a su alrededor.

Bueno, tampoco es cuestión de pasarse al otro extremo. Es decir que no nos pasemos recalcando defectos del otro y no “soportemos” nada, como esas personas que se lo pasan en el médico. Tampoco es vida.

Como decían los griegos, buscar “el punto medio”, el equilibrio. Utilizar los dos significados de la palabra “soportarnos”. Ser sostén, refugio, roca para el otro y, también, que abramos nuestro corazón y dejemos pasar algunas cosas. Tanto límite también lastima.

No sé si percibieron cual es el termómetro para encontrar el punto medio y de equilibrio entre estos dos extremos, el dejar pasar todo o el no dejar pasar nada. Sin dudas el bien del otro. El amor al otro.

También vale la pena aclarar que hablamos del corazón humano y de que cada pareja es un universo aparte. No significa que esto sea aplicable a la totalidad de los casos, pero sin duda tenerlo en mente puede ser de gran ayuda.

Ojalá estas cuadritas que caminamos juntos en esta reflexión nos sirvan como una herramienta más para trabajar en lo más importante que tenemos: nuestra familia

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