[dropcap]H[/dropcap] oy compartí una foto de mis hijos en las redes.
Lo hice sin preguntarles si podía hacerlo o no (cosa que debería ser más frecuente). Se apoderó de mi un halo de “madre babosa” al querer decirles a todos lo orgullosa que me siento de ellos y presumirlos.
Era una imagen donde salían los cuatro juntos, espontánea. Cada uno expresaba en su rostro lo que es. El canchero, el intelectual, el alegre y el pícaro. Entre los amigos trataban de identificarlos con alguno de nosotros. Y así fue como surgió la reflexión de esta editorial.
Los hijos son fruto y parte de lo que somos. De nuestra historia, de nuestra experiencia y de nuestro ejemplo. Qué importante es trabajar la coherencia. Pensar, decir y hacer lo mismo. Genera confianza y nos da credibilidad.
En los tiempos que corren, el desafío es ¡no perder el foco! Los chicos nos observan, nos escuchan cuando hablamos por teléfono, cuando charlamos con alguien que nos cruzamos en la calle, cuando miramos a otro con desdén, cuando comentamos en familia los temas que salen en la tele.
Nada mejor que mirarnos, “estacionar” el celular, abrir espacios a los gestos, vivir el mundo real y abandonar un poco más ese que nos esforzamos por crear en las redes. Hacer más que decir. En definitiva, recordar más ese proverbio que tanto me gusta: “Las palabras vuelan, los ejemplos arrasan”.
Arantxa Escribano
Periodista
Vicepresidente de Sembrar Valores
Asociación Civil
@aranzs