La Lic. María Catarineu fue contundente: Las pantallas no reemplazan el vínculo afectivo y constitutivo de los abrazos y del reflejo de miradas. Nuestra presencia arma diferencia y diluye las soledades en la infancia.
Nos puso a jugar en el salón azul del Senado de la Nación. Legisladores, educadores, médicos, familias, amigos… con un tema tan grave como actual: adicciones. Por qué es tan importante el juego en familia.
Volaron aviones, hicimos voley globo!! no es lo pierdan, en pocos minutos , María te cambia todo.
Cuando le das un celular a tu hijo, no le das un juguete, le das soledad.
Los tiempos de juego entre padres e hijos constituyen el mayor despliegue vivencial de encuentro y conocimiento mutuo, donde se construye el vínculo fundante de seguridad y confianza. La posibilidad de compartir en familia o con amigos, el despliegue de juegos con reglas propias o los clásicos juegos de mesa con reglas preestablecidas nos permiten compartir códigos comunes dentro de un mismo espacio y tiempo de acción, donde todos se integran y nadie queda afuera.
En la compra y venta de campos del Estanciero, sobre la marcha de los peones y la danza de las damas, en el aroma de la sopa de letras con todos sus sucedáneos, en la corrida de la mancha o el grito de “¡piedra libre!”, se pone en marcha una gran posibilidad de vivencias para enfrentar juntos nuevos desafíos.
La capacidad de espera en los turnos, el soportar perder y equivocarse, nos permite postergar los impulsos en pos de los tiempos de reflexión. Los logros y frustraciones sobre el tablero colaboran con el fortalecimiento de la autoestima, forjando lazos de confianza y seguridad necesarios para conocernos.
El juego nos permite, principalmente, encontrarnos cara a cara para barajar de nuevo, estrechando conocidos y nuevos vínculos. Es por ello que afirmamos con lo que decía el gran pediatra inglés: “El juego es una forma básica de vida, es en esencia satisfactorio, ya que jugando se crea un área de descanso libre de exigencias”.

