Por Arantxa Escribano – periodista – @Arantxaescribanor
-Y, ¿por qué lo dejas?
-¡Porque quiero!
-Pero, gordi, ¡esa no es una razón!!! En la vida vas a tener que hacer muchas cosas que no quieres pero que ¡debes hacerlas!
Así arrancó una conversación que, como podrán imaginar, no terminó en un solo round. Mi hijo adolescente, que navega en las redes como lo hacemos todos, seguramente me lea y piense que lo expongo si comparto lo que nos pasó pero pienso que fue algo que nos enriqueció a todos en casa. A sus hermanos, a él y a mí.
Trataré de ser breve para resumirles lo que seguramente a muchas familias con hijos adolescentes que llevan toda una vida practicando un deporte les ocurre. Un día se levantan y dicen que lo quieren dejar.
Un día se levantan y dicen que quieren dejar el deporte.
Cada chico es un mundo, cada familia un universo de circunstancias donde las decisiones se toman por una u otra razón, casi siempre con motivos muy válidos así que no entro en el detalle. Yo les cuento lo que nos pasó a nosotros.
Mi hijo mayor, de 16 años, Quiso dejar rugby y a mí se me vino el mundo encima.
Sientan precedente en otros ámbitos de sus vidas.
No por el hecho de dejar el rugby en sí si no porque no había una razón de peso que justificara dejarlo. Hacer deporte a esta edad es, entre otras muchas cosas, disciplina. El deporte educa en infinitos valores. No es un cliché, es real. Les hace ser responsables: de llegar a tiempo al colectivo que los lleva al entrenamiento, de no fallar si confirmaron para jugar un partido, de levantarse temprano aunque hayan salido con amigos el día anterior, de cuidar a sus compañeros de equipo cuando en la cancha se crispan los nervios. Les hace vencer la pereza cuando están cansados y tienen que salir a la cancha, con frío, con barro, con lluvia. Los hace más empáticos, cuando un compañero se lesiona y no puede jugar lo integran igual, cuando uno marca un try y se alegran, cuando uno patea y se frustra igual le dan una palmada. Esas cosas que se forman en el deporte no se logran tan rápido ni tan implícitamente en otro ámbito.
Además, sientan precedente en otros ámbitos de sus vidas. En relación a los estudios y en relación a los amores que tengan… Su formación es un todo.
A mi hijo le di un par de semanas para pensar, para proponer un plan alternativo deportivo que no llegó así que… lo obligué. Acordamos al menos comprometerse hasta mitad de año. Yo le daba ese espacio, y si para él era realmente una tortura revisábamos el acuerdo.
Así fue como lo motivé a vencer su pereza (de tener que ir a entrenar no solo cuando quiere si no cuando debe), sus miedos (se operó del codo a fin de año y eso hizo que su condición física desmejorara), sus frustraciones (por no ser el mejor de la división) siempre, eso sí, recordándole el potencial que tiene, las habilidades que todos destacan en él, lo buen compañero que es, el gran ambiente que genera en su equipo y lo bien que le hace a él.
Esa primera semana no fue muy fácil pero volvió contento y motivado. Sus entrenadores y amigos jugaron un rol importante porque sabiendo que quería dejar, lo siguieron de cerca. Porque eso genera el deporte. El espíritu de equipo y un gran compañerismo que sin duda alguna, son súper formativos.
Obligarlo? ¿A estas alturas?
Dudé en la decisión. ¿Obligarlo? ¿A estas alturas? Y sí. Tienen 16 años. Y hay que seguir educándolos y acompañándolos con aquello que pensamos que es mejor para ellos.
Si me lees Miguel, quiero que sepas que estoy orgullosiiisima de ti. Este esfuerzo que has hecho, merece la pena.