La charla* con Lucas Raspall fue muy rica, seguimos compartiendo para no perder una sola palabra… y pensando en cómo ponemos los límites para «recalcular», re definir lo que sea necesario. Será un trabajo en equipo de papá y mamá, si se coordina con el colegio o escuela, el resultado será todavía mejor.
Por María Amalia Caballero – Periodista – @mariaamalia.caballero.9
El límite, nos dice, trae una frustración que desencadena enojo, angustia, tristeza. Se desencadena proceso emocional que nos toca acompañar.
Veamos el “proceso”
Pongo el límite – frustración – enojo: grito, berrinche. Agitación en el cuerpo del niño y como nos enojamos con el enojo, intentamos inhibir y de esa manera estamos impidiendo que expresen lo que sienten.
Entonces, ATENCIÓN:
- No se te ocurra enojarte. NO es que no se va a enojar, lo que el niño va a hacer ocultar que se enoje.
La capacidad de volver, de regularse, se construye después de la adolescencia y se aprende de la mano de un adulto calmado que nos acompaña a regular las emociones. Se llama heteroregulación. Las personas que se reconocen con dificultad para regular las emociones, frecuentemente no han sido bien acompañadas por sus figuras de apego.
Sin mirar al pasado
Pertenecemos a una generación de padres nuevos ensayando esta práctica, somos familias en las que trabajamos los dos y el ritmo de vida es vertiginoso por eso mismo, necesitamos ser autocompasivos cuando algo no salió como pretendíamos.
Se trata justamente de regularnos para que ellos aprendan a regularse.
Qué necesitan los chicos
Para atender de manera sensible las necesidades y responder en tiempo y forma, necesitamos desarrollar recursos que no tenemos.
Ya no se trata de intentar ser prefectos, cuando Winnicot habla de la crianza positiva se refiere a ser “suficientemente” buenos en las prácticas parentales. Es decir que no cabe sorprenderse cuando, la mayoría de las veces, eso quiere decir que a veces se me queman los cables.
El día que grito siento que se echó todo a perder, y no es así, podemos también aprender a ser compasivos con nosotros mismos porque también nos vemos sobrepasados, intentaremos hacerlo mejor.
Hay personas que necesitan un trabajo más profundo, no es ya un retoque, una cosita sino que, probablemente, han sido carenciados emocionales o explícitamente maltratadas y para romper esos resortes hace falta un acompañamiento. Quien no se detiene a observarlo se pone en riesgo de repetir.
Hay equipo
Siempre decimos hay equipo, y es verdad, es necesario en la crianza de los hijos. Con sencillez, con paciencia podemos alternar cuando uno u otro está más cansado. Conociendo las exigencias de cada día, y reconociendo la propia debilidad y la ajena se encuentra facilidad para acompañarse mutuamente.
Cuando estamos más estresados tenemos menos capacidad y el otro sale a cubrir el campo. Se acabó aquello de “vas a ver cuando llegue papá”. Son acuerdos libres entre las dos personas no se trata de que el otro tenga que venir a poner el límite
Y por último llega una advertencia que abre todo un universo.
Para corregir primero hay que conectar.
* Gracias, APDES, por la invitación.