Las pantallas en la infancia, ¿de qué la juegan?

 Las pantallas no reemplazan el vínculo afectivo y constitutivo de los abrazos y del reflejo de miradas. Nuestra presencia arma diferencia y diluye las soledades en la infancia.       

Lic. María Catarineu – @rayuelatiempodejuego – Lirios del Talar

Grandes, medianos y pequeños nos encontramos amontonados entre escenarios reales y virtuales, transitando tiempos cortos, intermitencias de miradas y con la sensación de que los vínculos se nos escapan como agua entre los dedos. La pandemia con su viento de cola, nos ha dejado, como dice el tango, con la ñata contra el vidrio de los dispositivos. Los beneficios de la virtualidad, muchas veces a los adultos, nos posicionan entre mares de dudas y preguntas de cara al niño y su relación con las pantallas.

LOS DESPLIEGUES DE LA INFACIA

Al verlos crecer, deseamos que nuestros hijos se desarrollen sanos, seguros y felices, que puedan resolver conflictos desplegando su creatividad, construyendo su inteligencia y asombrándose con lo desconocido. Sabemos que las conquistas en sus espacios propios, van de la mano de los otros, de nuevos otros, sus maestros, sus grupos de pares.  Por eso en ese camino de aprendizajes, deseamos por sobre todas las cosas, que tengan la oportunidad de descubrir buenos amigos, para transitar juntos sus aventuras.  

Deseamos que tengan la oportunidad de descubrir buenos amigos

Esos compañeros de ruta, que desde pequeños saben cantar “pica”, resolver los grandes problemas “de jugando” y ponerse de acuerdo con solo guiñar un ojo. Es en la complicidad de hacerse camino con otro, con la brújula de la curiosidad y entre las peripecias que enfrentan juntos, donde nuestros hijos van conociéndose a ellos mismos. ¿Qué ofrecer como padres para favorecer estos despliegues? ¿De qué la juegan las pantallas en la construcción de los vínculos de amistad?

 ACOMPAÑAR LO RELACIONAL

Los vínculos de amistad nacen en la más tierna infancia. Son elecciones que se van viviendo como “sin darse tanta cuenta” o más bien se sienten, cuando al mirarse en los ojos del otro, sobre el reflejo se percibe el corazón mas ensanchado. Ese brillo entre miradas se descubre y construye sobre el escenario de lo cotidiano. ¿Pero cuáles son esos escenarios?, ¿cuál es el humus donde germina, se nutre y despliega lo relacional hasta florecer en vínculos de amistad? La tierra fértil que habilita el encuentro y la relación con otro es el juego. Un niño puede jugar porque hay otro que está ahí para jugar con él, que reconoce que ese escenario es “de jugando”. No es una experiencia como cualquier otra. Es una experiencia fundante que constituye la subjetividad en un niño. Para un niño es central la experiencia con otros.

El primer deseo de encuentro de un niño con otro es jugar.

LA AMISTAD SE CONSTRUYE

El primer deseo de encuentro de un niño con otro es jugar. Es jugando como un niño va a armando su propia experiencia relacional, porque jugar es entrar en relación con otro. Por eso cuando un grupo de chicos se encuentra, su deseo de relación es en las arenas del jugar. Es así como las cosas, los juguetes, los colores, las canciones se van dando, a medida que se van relacionando, que se ponen a jugar con otro. No están armadas de ante mano. Se arman porque se empiezan a relacionar. Por eso hace falta esa experiencia de juego. Cuando un niño empuja un auto hacia un lado “¡¡brum, – brum!!” toca la bocina, dobla y el otro niño avanza y choca el auto del otro ¡“Crash”!! ¿qué pasa en ese impacto? Se chocan dos experiencias de juego, cada uno en el singular deja, ofrece, su propia experiencia para el otro. Es así como jugando arman lo nuevo. Y esa experiencia al salir de uno e ingresar en el otro se transforma en un plural. Ya no es más esa experiencia solitaria, sino que se transforma en un nosotros.

“¡Vayan a jugar!” les decimos a los chicos. Entonces ¿a qué los estamos habilitando con esa invitación? Los estamos enviando a un espacio simbólico y seguro donde los adultos reconocen como el lugar que habitan los niños.  Los estamos acompañando a entrar en relación con otro, a conocerse, a mirarse, escucharse y sentir esa chispa donde se pone el cuerpo, donde se activan todos los sentidos, donde muchas veces el conflicto los tira al piso, se frustran y se dan la mano para levantarse y espantar juntos al lobo. Allí en ese refugio vulnerable de sogas y mantas, se construyen los lazos de amistad, en la complicidad de la experiencia infantil, que solo se consigue en el hombro a hombro, en los escenarios de juego, en la intimidad exclusiva del grupo.

 ¿Y LAS PANTALLAS?

El niño capturado impacta en la quietud,

Es bien sabido que las pantallas, con la propuesta de los videítos de youtube por ejemplo, tienen tres características fundamentales: la continuidad, el brillo y el movimiento. Los expertos nos dicen que estos rasgos, crean un carácter hipnótico que atrae al pequeño. Cuando un niño queda “capturado” esto impacta directamente en la quietud y la pasividad de poder pensar y producir sus propias imágenes mentales y por sobre todas las cosas, de poder entrar en relación con otros. En la etapa de plena producción y plasticidad neuronal, la exposición a las pantallas traerá dificultades en la adquisición y desarrollo del lenguaje y la comunicación y un menor desarrollo cognitivo, afectando la atención, generado estrés y trastornos de ansiedad. Estas son algunas advertencias que aparecen cuando nos sobrevienen dudas frente al uso de los dispositivos o más bien cuando nuestra falta de tiempo o cansancio muchas veces los dejan a su merced.  Pero ¿son suficientes estas alarmas? No lo sé. Las ofertas actuales “de encuentro” en la infancia, muchas veces son las pantallas.

SOLEDAD VS ASIMETRIA

Nuestro sostén y cuidado es el que arma diferencia. Lo que nosotros como padres les vamos presentando a nuestros hijos, es lo que les va a permitir que ese objeto o escenario este empapado de vinculo. Los tiempos de juego con otros, los objetos que se trasforman en juguetes y las rutinas más cotidianas, de los momentos de la comida, del baño o del cierre del día que, transformadas en rituales que se colman de juego y engordan el corazón.  ¿Es lo mismo la soledad frente al dispositivo o sentarnos con ellos y hacerles cosquillas para que se les derrumbe la casita del minecraft, o intentar armarla nosotros? Si los lazos de amistad se construyen jugando en las aventuras de la primera infancia, cuando los chicos “juegan en red” ¿pueden conocer cómo se siente el otro?, ¿qué necesita?, ¿cuál es su sueño, su miedo más grande o las cosas que lo enojan?, ¿pueden reflejarse en la mirada del otro? Las pantallas muchas veces interfieren como pantallas para la construcción de los vínculos.

LO PRESENCIAL

Las pantallas no reemplazan el vínculo afectivo y constitutivo de los abrazos y del reflejo de miradas. Nuestra presencia arma diferencia y diluye las soledades en la infancia.  La alegría de los chicos con el regreso a las aulas después de la pandemia, marca la evidencia de nuestra naturaleza social y de la necesidad y el deseo de jugar con amigos para crecer juntos.

Imagen destacada, Madres hoy.

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