La primera vez que lo dejo solo

Adriana Ceballos Orientadora familiar

Recuerdan esta película?

Hay un momento en el crecimiento de nuestros hijos e hijas, en el que evaluamos cuándo será oportuno que queden solos en casa, o que salgan a la calle sin nuestra compañía.
 
Las situaciones a las que están expuestos es una de las mayores preocupaciones que nos mantienen alertas hoy. No solo la inseguridad de los chicos, sino  la que vivimos cualquiera de nosotros cuando cruzamos la puerta para salir de casa.
 
Es importante no dejarnos gobernar por el miedo. Si bien es innato y normal, y permite que aprendamos a protegernos de todo de aquello que nos es desconocido y se presenta como hostil, trasmitido de forma constante no colaborará para que los chicos y chicas logren ir independizándose.
 
En general, podemos accionar lo que está a nuestro alcance para que las situaciones de riesgo que se encuentran dentro de nuestra esfera, sean cubiertas, priorizando el límite que cuida y protege.
 
Es ideal preparar a niños y niñas desde pequeños en materia de responsabilidad. Todo suma: desde llevar el pañal a la basura, ordenar sus juguetes, caminar unas cuadras sin la mano de los papás, o dar a conocer cómo nos manejamos en casa con los elementos “peligrosos”.


 
Ahora bien ¿cuándo es el momento adecuado para darles más libertad en función de que logren sus espacios de individuación e identidad?
 
En este sentido nadie como nosotros los padres para percibir el momento adecuado. Cada hijo o hija son diferentes: de a poco y de acuerdo a su personalidad y estilo lo encontraremos, sin precisar edades. Depende también del barrio, de los vecinos, de la cercanía del colegio o del kiosco.

Son temas que es bueno se hablen en la mesa familiar, sumando a hijos e hijas para que opinen, y se armen estrategias posibles


Una vez que acordamos la salida o la permanencia en casa sin un adulto, es importante saber dónde va y/o quién lo o la acompaña, y considerar todos los recaudos, (cuando atravesó la puerta es tarde). Entonces, lo mejor es confiar en lo que le hemos enseñado, porque seguramente de estos recursos aprendidos hará uso, si se encuentra en medio de una difícil situación en la que tiene que decidir. Luego quedarnos tranquilos a la espera de la consigna, porque un llamado puntual, un mensaje de texto, o un beso al entrar tarde a casa, pueden ser prudentes y evitan el stress.
 
Son temas que es bueno se hablen en la mesa familiar, sumando a hijos e hijas para que opinen, y se armen estrategias posibles. Lo importante es que comprendan que no es “control” lo que estamos ejerciendo, sino pautas para generar seguridad mutua, en función de la realidad en la que vivimos y la sociedad que nos toca. Nosotros tranquilos, ellos tranquilos.

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