Por Eleonora Cano USAL y Fernando Szlajen UBA
Judíos y cristianos celebramos la fiesta de Pascua, con historias distintas y mensajes similares. Las fechas suelen ser diferentes porque el calendario cristiano tiene un orden litúrgico, mientras el hebreo se rige por el lunar. ESTE AÑO COINCIDEN.
Libertad, persona, respeto… A fondo, para grandes y chicos, es mucho más que conejos y huevos de chocolate…
El paso de la muerte a la Vida constituye para los hombres de Fe algo más que un símbolo de la espiritualidad religiosa. La trascendencia de esta conmemoración se refleja en su proyección actual a través de la contemplación de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo que nos invita a reflexionar trasladando el mensaje de la Pascua a lo que acontece en estos días.
Asistimos a los tiempos de una humanidad perdida en las guerras y los desencuentros; vivenciamos la carencia de los valores que dignifican la vida, experimentamos el amargo sabor de las injusticias y en ocasiones, nos percibimos como una sociedad desesperanzada y sin norte.
Enmarcada en el objetivo de enaltecer el respeto por toda persona humana
Sin embargo, la Fe viene en nuestro auxilio y los insondables senderos divinos se hacen presentes a través de quiénes, a pesar de las aflicciones y padecimientos, continúan transitando el camino de una siembra resiliente y comprometida, enmarcada en el objetivo de enaltecer el respeto por toda persona humana desde el lugar en el que cada quien se encuentra y empleando los dones y medios con los que el Señor lo ha dotado. Sea esta Pascua de Resurrección nuevamente la esperanza en lograr cada día un mundo mejor pese a los desafíos de la iniquidad.
Las preceptuadas cuatro copas de vino que se beben en la cena de Pésaj se relacionan con las cuatro expresiones libertarias de la esclavitud en Egipto: “Yo sacaré a ustedes…; los salvaré…, los redimiré. Yo los tomaré como pueblo para Mí” (Éxodo 6:6-7), imprimiendo el carácter manumisor por excelencia de esta celebración. Tres de aquellas cuatro expresiones refieren al hacer de Dios, pero en la última, cuya explicación contigua dice «Yo seré Dios para ustedes. Y sabrán que Yo soy el Señor, el Dios de ustedes…, refiere al hacer del hombre. Así, frente a lo que realiza Dios para con Israel, se impone sobre éste el deber de ser Su pueblo, aceptándolo, cumpliendo Su voluntad. Concepto también expresado en la reiterada solicitud de Moisés al Faraón para que libere al pueblo de Israel y pueda servir a Dios; así como al finalizar la construcción del Tabernáculo, cuando Dios les recuerda que los sacó de la tierra de Egipto para residir entre ellos (Éxodo 29:45); y en las cotidianas plegarias, al decir Yo soy El Señor, vuestro Dios, que los sacó de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios.
La liberación no se reduce a la salvación física.
Claramente, la liberación no se reduce a la salvación física de la esclavitud del pueblo de Israel abandonándolo luego a sus pulsiones, tendencias o intereses, sino que posee un carácter redentor sometiéndolo a Dios mediante una Ley que los libra del dominio de otros pero también de sí mismos. Aquí la libertad no es un medio sino un fin, transformando la salvación en redención, demandando la participación activa del hombre para ello, distinguiendo así la libertad como autonomía de aquella como heteronomía. En la primera, el valor reside en la conducta del sujeto no condicionada por otros, pero aun sometido a sí mismo, a sus deseos, tendencias o incluso su razón. La segunda, enfatiza en la voluntad del sujeto no condicionada a su naturaleza, residiendo el valor en la conducta obligada del sujeto por una Ley trascendente. Así, la salida de Egipto es haber recibido el yugo del reino celestial, de la Torá y sus preceptos, cuya aceptación nos libra de toda esclavitud, física, desiderativa, pasional y racional.
Libertad que ningún sistema ético-filosófico ha podido lograr.
Y esta diferencia entre el sentido más primitivo y animal de libertad, la autonomía, respecto del más humano y redentor, la heteronomía, es manifiesta por Isaac Abarbanel (1437-1508) en una era donde los judíos siendo perseguidos, forzados a la conversión y asesinados, santificaron el nombre de Dios en público afirmando la observancia de la Torá sin adoptar cultos extraños. En su comentario a la Agadá de Pésaj, texto exegético que se lee en la cena pascual, Abarbanel pregunta ¿qué ganamos en definitiva con la salida de Egipto? Respondiendo simplemente que de no haber salido, no hubiéramos estado en el monte Sinaí, y por ende tampoco hubiéramos recibido la Torá y sus preceptos. Nuevamente, aquella liberación física fue la preparación para la redentora, recibir la Torá para todas las generaciones, las que han padecido hambre, persecución, asesinatos y expulsiones, así como también para las que han vivido más plácida o cómodamente. Incluso quienes estando en los campos de exterminio nazi, intentando cumplir con la preceptualidad y liturgia de Pésaj, quizás en situaciones peores que la de aquellos en Egipto, agradecieron a Dios por liberarlos de la otrora esclavitud para recibir la Torá. Y así, entendiendo la más humana y excelsa libertad, la heterónoma, otorgada en la posibilidad de rendir culto a Dios, aceptando y cumpliendo la Torá, aún en aquellas crudas realidades se supieron personas libres. Es por ello que la cuarta expresión libertaria, pueblo para Mí o pueblo atesorado, significa la responsabilidad por el deber impuesto de aceptar dicho yugo celestial, librándonos de las cadenas naturales, sobreponiéndonos a todo fenómeno esclavizador. Libertad que ningún sistema ético-filosófico ha podido lograr.
Pésaj, entonces, no es algo simbólico ni sentimental, tampoco un recuerdo histórico como bien nacional. Es un presente, viviendo acorde a preceptos particulares durante siete días (ocho en la diáspora), y cuyo mensaje hoy más que nunca revela la vigente crisis del individuo hipertrofiado de autonomía, esclavizado a su propia animalidad, negando la trascendencia que posibilita la dimensión humana y su más maravillosa libertad.
* Pro secretaria académica . Facultad de Ciencias Jurídicas USAL
** Miembro Titular de la Pontificia Academia para la Vida, Vaticano.Director de AMIA Cultura
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