La historia de Isabel

[button link=»» color=»purple» icon=»» size=»medium»][/button]   TESTIMONIO

Las personas a las que nos gusta escribir, tenemos una variedad de historias que contar para comunicar ideas, sentimientos, experiencias propias o ajenas. No podemos dejar de escribir aquello que nos conmueve. Conmoverse es moverse con el otro.

LIC. ADRIANA CEBALLOS | DIRECTORIO@SEMBRARVALORES.ORG.AR

[dropcap]S[/dropcap]us papás se enteraron como todos ahora, con un termómetro en la casa, y se alegraron inmensamente el poder darle un hermanito a la pequeña Rulos. Al poco tiempo, también se enteraron que la mamá había contraído un virus bastante común, pero no por eso menos peligroso. Una cosa es decir que no vas a abortar y otra bien diferente es no abortar con un diagnóstico y un pronóstico tan duro y negativo. Estos papás con mucha esperanza, procuraron recibir un bebito sano. Nunca estuvo en los planes ni siquiera para discutir, si seguiría adelante o no la vida en la panza.
Se tomaron las precauciones necesarias y se vivió un embarazo pleno, un poco expectante, pero con ilusión. De la mano de los poquitos que sabían que el tema venía difícil, fueron para adelante. Cada semana un médico distinto. Cada mes una victoria.

En el transcurso del sexto, llegó la triste noticia a través de una ecografía: de un día para el otro, la pequeña se volvió angelito.

Claro, vinieron momentos duros que había que sortear con entereza y paciencia. La niña tenía que nacer. Y así pasó. Isabel se asomó para ser abrazada por sus papás, que la sostuvieron en sus brazos con amor, dulzura y ternura. Fue acariciada y bendecida. Dicen que era la carita de Rulos en miniatura.

No quisieron que se la estudie en el laboratorio, papás sanos, hermanito sano, y un virus evidente. Nada que explorar. Pidieron que se la entregaran para dejarla en un lugar querido que tramitó el bisabuelo Chucho. La familia acompañó conteniendo con cuidado y despacito.

En un pequeño cajoncito especial para neonatos, y con el nombre en una plaquita brillante, envuelta en una sábana de hilo bordada por la bisabuela Chuchi, y con una medalla de la Virgen que tenía su mami, así se honró a Isabel. Cinco flores blancas cortadas del jardín de sus Abus, atadas con un gran moño rosa, significaron cada mes de crecimiento. Con la fuerza de los brazos del papá, Isa llegó hasta el pedacito de cielo que la esperaba en esta tierra.

Cuando ocurren situaciones de esta
envergadura hay que poder contarlas
y hay que poder recibirlas sin impresiones negativas.

Es parte de esta familia

Hoy se la recuerda con una sonrisa. Porque Isa es parte de la vida, es parte de la historia, es parte de esta familia y su entorno para siempre. Se la nombra, y se la celebra.

Ustedes dirán, qué historia tan triste… esperaba un final feliz… Y les digo no, no es triste, es emocionante, sí, es conmovedora como antes mencioné, pero no la sientan con tristeza. Pasa que cuando ocurren situaciones de esta envergadura hay que poder contarlas, y hay que poder recibirlas sin impresiones negativas o de rechazo. Hay que vivirlas pausadamente y en cada etapa, sin ignorar, sin apurar ni olvidar. Sin omitir pasos necesarios para dejar ir, dejar volar.

Son historias que suceden y que pueden servir a otras familias que han vivido algo similar, o pueden estar viviéndolo en este momento.

Como dijo esta adorable mamá: algunas personas necesitan 60, 70, 80 años para dejar una huella. Isa solo necesitó 24 semanas.

Pequeña miniatura de niña inmaculada

Con los ojos rasgados, manitos que se abrazan, cuerpito de muñeca, carita colorada.

Tus ojos entreabiertos espían nuestra alma, el lugar donde siempre te quedarás guardada.

Pequeña miniatura de niña inmaculada, amalgama perfecta de nuestro amor cuidado, sueña que para siempre voy a estar a tu lado.

Soñaré que te arrullo, te acaricio y te canto.

Pequeña miniatura de niña inmaculada, te veré en las estrellas, en la espuma del agua, en el sol y en la lluvia. Y en mi propia mirada.

Con amor, Abi.

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