Cómo llegué a dedicarme a la Arteterapia, disciplina que busca curar a través del arte. Voy a intentar compartirles algo de esta experiencia.
Lic. Nicolás Obiglio. Psicólogo UBA. n.obiglio@gmail.com
Nunca imaginé el camino que iba a tomar. Son muchos los espacios por los que transité, y cada uno me enseñó y me curó. La palabra «cura» viene de la idea de cuidado. Y cuidar sin duda es un arte. Como Kirón, me fui convirtiendo en un sanador herido.
Hace 15 años, en clase de termodinámica, estudiando ingeniería industrial, me encontré preguntándome qué quería hacer de mi vida. Me llegó un tiempo de crisis. Como señala Campbell, la llamada a la aventura siempre está a la vuelta de la esquina. Me embarqué en una lectura profunda de mi interioridad, siempre bien acompañado, y se me reveló todo un mundo presente pero marginado. ¿Cómo integrar esas sombras? ¿Qué hacer con las distintas piezas?
«arte es expresar y transmitir con belleza todo lo que el ser humano ve, siente y conoce…»
Primero hay que reunirlas, y esperar pacientemente a que una figura emerja. Así es como comencé juntando recuerdos: recuerdo que papá jugaba a esculpir pequeñas figuras en trocitos de manzana, ¡eso las hacía tanto más ricas! Recuerdo los cuadros pintados por mamá que adornaban la casa con personajes, casitas y más tarde paisajes, ¡tantas ventanas donde mirar! Luego, dos profesores del secundario lograron el milagro de infundir en mí amor por las artes visuales y la literatura. Todavía recuerdo algunas definiciones: «arte es expresar y transmitir con belleza todo lo que el ser humano ve, siente y conoce…». Sin darme cuenta, me encontré haciendo dibujo y pintura abstracta en el Bellas Artes. En ese entonces no era del todo consciente de la conmoción que me provocaban estos ámbitos, y estaba más inclinado al deseo de asistir a los demás desde el ámbito de la salud (probablemente algo heredado de mi abuelo médico).
Encontré con una tira bastante onírica de Liniers.
Me decidí por estudiar psicología, ya que todavía me interesaba más ayudar comprendiendo que creando. Cursando mis estudios tuve la oportunidad de participar varios años del taller de arteterapia en el área de Salud Mental del Hospital. de Clínicas. En paralelo comencé a pintar nuevamente. Un día compré en el subte la revista “Hecho en Buenos Aires” y me encontré con una tira bastante onírica de Liniers. Hice mi propia versión y en ese instante me enamoré de la acuarela. Ese otro autor que es el agua, que invita a un diálogo íntimo y terrible, me cautivó por completo. El agua es un principio caótico, y por eso también creador. Descubrí a Xul Solar y a Borges, y estudié acuarela con Vladimir Merchensky y Juan Ian, dos grandes maestros. Aprendí que la pintura enseña a vivir.
De mis experiencias con arte en salud mental y mi entusiasmo por la acuarela me entró la curiosidad por combinar arte y psicología. Realicé estudios de posgrado en Psicoanálisis y arteterapia con Héctor Fiorini, un verdadero maestro e investigador del psiquismo creador. Mientras tanto llevaba adelante talleres de arteterapia en el servicio 24 del Hospital Borda. De Héctor y de mis pacientes aprendí lo que le hacía falta a mi definición de arte del secundario: arte no es sólo expresar y transmitir con belleza, sino que también la expresión crea ser, y crear sana.
Arte es expresar y transmitir con belleza y la expresión crea ser, y crear sana.
De mis pacientes aprendí mucho más. Trabajando en el hospital me preguntaba: ¿qué puede hacer la expresión artística por estas personas? En el camino se fueron dando vínculos y aperturas de sentido que mejoraban la calidad de sus vidas y de la mía. Ahí descubrí en carne propia lo que Héctor siempre decía: «curando nos vamos curando». Trabajando con los grupos en el hospital fui pudiendo unir las piezas que en mi estaban dispersas. Y surgió una figura en la que me podía ver reflejado: mi propio modo de ser un sanador herido sería a través del arte. El día que dejé de asistir al hospital me hicieron una pequeña celebración de despedida, y uno de los participantes del taller me regaló una pequeña escultura de una flor, una nomeolvides. «Pará qué no nos olvides», me dijo. Nunca me fue tan palpable el poder del gesto creador para transformar a las personas.
También tuve la suerte de trabajar varios años coordinando dos equipos de psicólogos en Fundación Franciscana brindando asistencia en los barrios de Lomas de Mariló y Ejército de los Andes (mal llamado “Fuerte Apache”). Además de impulsar diversas actividades artísticas colectivas, como la realización de murales, tuve el gran desafío de acompañar a un adolescente en una situación muy delicada. Semana tras semana me contaba sus sueños y fantasías, todas terribles, que no paraban de acosarlo. Tenía un gusto por el animé y por el dibujo. Lo invité a que pintáramos juntos y a lo largo de 4 años fui testigo de la transformación de sus imágenes. Emergieron inquietudes vitales: intereses, vínculos y disfrute. Todo a partir de un par de hojas rayadas, una birome negra (de su preferencia) y la palabra, en un vínculo de dosis semanal.
No sé si puedo dar cuenta del arte en el sentido de «las bellas artes», pero puedo dar testimonio del poder de los símbolos vivos: crearlos nos transforma. Crear es reconciliar paradojas, y en ese camino me fui descubriendo arteterapeuta.
Foto: Mural en proceso en el Hospital Rivadavia.
Foto principal: Mural terminado Hospital Rivadavia