La era de los «frikistein» es un texto breve que nos lleva a pensar en nuestra relación con la tecno, con nuestros vínculos personales y en la tan necesaria educación de las emociones.
Carlos Álvarez Teijeiro* Dr. en Comunicación Pública
[dropcap]D[/dropcap] esde que existe la Historia, todas las sociedades han venido generando fenómenos epocales.
La nuestra, a la que podríamos denominar (pos) modernidad líquida, en el decir de Bauman, es una máquina productora de los más inverosímiles frikis, es la era de los frikistein. Personas, jóvenes en su mayoría, aunque no exclusivamente, mucho más capaces de relacionarse con las diversas interfaces que propensos a mantener vínculos interpersonales.
Analfabetos emocionales
Acostumbrados a navegar (y deambular) por las (virtuales) redes sociales, a las que dedican buena parte de su tiempo y en todo lugar, se van volviendo poco a poco insensibles ante las relaciones reales.
No es que no les importen o las ignoren decididamente, es que no saben cómo habérselas con ellas. Se han vuelto analfabetos emocionales a base de desarrollar casi en exclusiva el hemisferio izquierdo de su cerebro, el más vinculado con las cuestiones racionales tan propias de las mediaciones tecnológicas.
Vínculo personal
Ya los griegos clásicos pensaban acerca de la necesidad de un ethos, una ética, para le tekhné, para la técnica. El objetivo principal de ese ethos era que la tekhné no se emancipara, no se independizara del rico mundo de lo humano, que siguiera manteniendo una dimensión personal.
Hoy podríamos preguntarnos con cierta preocupación si la(s) tecnología(s) mantienen un rostro humano o no, si en ellas podemos sabernos acogidos o si, por el contrario, nos expulsan hacia los extrarradios de la vida en común.
Pensar Juntos
T.S. Eliot iniciaba uno de sus más maravillosos poemas con este interrogante: “¿Qué vida tenéis si no tenéis vida juntos?”. Quizás nos resulte muy saludable a todos indagar en esta cuestión. Las sociedades se definen, entre otros rasgos, por la calidad de su vida en común. De una sociedad caracterizada por la profusión de vínculos privados, individualistas y virtuales, cabe esperar pocos caminos venturosos.
Responsabilidad tecnológica
Hace ya muchos años que el filósofo Hans Jonas publicó su extraordinario libro El principio de responsabilidad, una serie de apuntes esperanzados a partir de los cuales proponer una ética para la civilización tecnológica. Esa obra es más actual que nunca y sus principios siguen resultando innovadores y desafiantes para los tiempos en los que hemos elegido vivir.
El peligro de los frikistein
Uno de esos principios es el del cuidado: que la tecnología cuide a quienes hacen uso de ella y a quienes sus acciones están destinadas. Los frikistein no son precisamente propensos al cuidado, más bien lo son a la gula relacional: devoran relaciones, una tras otra, sin apenas tiempo para gustar de su presencia. Una sociedad civilizada necesita de personas que sientan la necesidad del cuidado de unos para con otros, no de frikis solitarios y auto-exonerados de la procura por el bien ajeno.
*Profesor de Ética de la comunicación
Escuela de Posgrados en Comunicación, Universidad Austral.