La elocuencia de los sentidos

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]    papa y mama      [/button]

 

Tenemos nuestros sentidos, seis caballitos de batalla que nos ayudan en la tarea de ser padres. Aprendamos a usarlos y a aprovecharlos

 

Consuelo Acuña de Georgalos | Lic. en Psicopedagogía | connie.georgalos@gmail.com

 

[dropcap]T[/dropcap] enemos cinco sentidos corporales y uno más relacionado con la intuición.
Ellos son nuestros grandes aliados a la hora de ser padres. Cada uno nos brinda mucha información.

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]Los ojos con que miro[/button]

La mirada es fundamental. Muchas veces nuestra mirada nos condiciona por experiencia o por elocuencia de los sentidosmandatos internos que nos incapacitan para ver la realidad tal cual es. Seguramente todos nos hayamos sentido minúsculos frente a una mirada fuerte de nuestros padres o enormes ante la mirada de aprobación, como si nos estuvieran diciendo: “me maravillo con sólo mirarte”.

Podemos tener miradas de amor, miradas de aceptación, miradas de perdón o podemos tener miradas de rechazo, de no aceptación, de disconformidad, de “nada que hagas va a ser  suficiente”. A través de nuestros ojos, nuestros hijos se ven a sí mismos como en un espejo.

A veces sólo los miramos, pero no llegamos a verlos, a descubrirlos. Ojalá podamos desarrollar una mirada serena y de fortaleza, que perdona y no condena; una mirada que invita a la vida; una mirada de amor y de ternura.

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]El sabor de mis palabras[/button]

Las palabras configuran. Están cargadas de una fuerza invisible pero poderosa que puede ser usada para bien o para mal. Cuando la comunicación verbal se transforma en violenta, puede  llegar a ser más dolorosa que la violencia física (aclarando que ¡ninguna es aceptable!).

SEAMOS PADRES Y MADRES
CON NUESTRO SER COMPLETO

¡Cuántas veces nos han quedado en la memoria palabras que nos han condicionado! Cuántas veces hemos escuchado, por ejemplo: qué desprolijo, qué torpe, qué malo. Y podría seguir con insultos que van dirigidos a la persona y no a la acción. Lo correcto sería, siguiendo los ejemplos anteriores: esto está desprolijo, se te cayó la bandeja o eso que hiciste no estuvo bien.

¿Cuál es el sabor que tienen mis palabras?, ¿dulces, agradables, agrias, ácidas?, ¿cómo les hablo a mis hijos?, ¿cómo me comunico con ellos?, ¿cómo hablo a los demás de ellos?, ¿los expongo?, ¿soy la primera defensora de mis hijos o, a la primera situación que me genera inseguridad o angustia, los mando al frente? Una cosa es hablar con otras madres o con otros padres acerca de la crianza, y algo muy distinto sería el desnudar el alma de nuestros hijos.

Podemos usar las palabras como veneno o alimento para el alma. Que la comunicación positiva sea el pan compartido en la mesa de todos los días.

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]El aroma de mis hijos[/button]

El olfato es el primer sentido que tienen los niños.

En él se apoyan para reconocer el olor de la madre y la leche donde encontrarán su posibilidad de vida. Nosotras también quedamos marcadas por su aroma: ese olor de bebé recién nacido, de plena pureza e inocencia. Además, podemos comprobar que cada hijo tiene su propio olor. El olfato es contundente. Solemos oler, “olfatear” algo que está en el ambiente. A veces se huele a la distancia. Otras es más sutil, pero si prestamos atención, allí está.

Podemos cortar el ambiente con cuchillo y tenedor o podemos respirar paz y tranquilidad. Y se huele la diferencia. ¿Qué ambiente se respira en casa?

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]Contacto directo[/button]

Somos pura piel. Sensibles al frío y al calor. Nos damos cuenta en seguida si el tacto es frío o distante. Nuestras manos son mensajeras de sentimientos: palabras en carne y hueso.

UN ABRAZO SINCERO PRODUCE OXITOCINA
LA HORMONA DEL AMOR

A través del cuerpo puedo sanar el alma: con la suavidad de la caricia, o con el indudable poder de un abrazo. La duración media de un abrazo entre dos personas es de 3 segundos. Pero los investigadores han descubierto que, cuando un abrazo dura 20 segundos, se produce un efecto terapéutico sobre el cuerpo y la mente. La razón es que un abrazo sincero produce una hormona llamada oxitocina, también conocida como “la hormona del amor”. Esta sustancia tiene muchos beneficios en nuestra salud física y mental: nos ayuda, entre otras cosas, a relajarnos, a sentirnos seguros y a calmar nuestros temores o ansiedad. Este maravilloso tranquilizante se ofrece de forma gratuita cada vez que tenemos a una persona en nuestros brazos o que acunamos a un niño.

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»small»]Oídos que escuchan[/button]

A veces oímos, pero no escuchamos lo que nuestros hijos tienen para decirnos. Cuando eran chicos este era el medio primario de comunicación: llanto de hambre, de dolor, o quizás la necesidad de estar en brazos.

elocuencia de los sentidos 2A medida que fueron creciendo, fuimos nosotros lo que hablamos y ellos los que escucharon y -con suerte- obedecieron a lo que dijimos. Y así, fuimos perdiendo la capacidad de escucharlos.

Lo que cada uno tiene para decir, lo que les pasa, lo que necesitan. Una escucha atenta de cara a ellos. ¿Cómo escucho a mis hijos?, ¿escucho para entender o escucho para contestar?, ¿escucho con empatía y sin interrupciones?

Aprendamos a escuchar. Seguramente ellos tengan mucho que decir.

[button link=»» color=»blue1″ icon=»» size=»large»]Intuición[/button]

Este es el llamado “sexto sentido”. Es esa vocecita interna que nos anticipa ciertas situaciones. Es ese instante que nos indica que algo no está bien, o que nuestro hijo necesita algo. Estemos atentas a este sentido que irrumpe con fuerza y nos mantiene unidas a nuestros hijos como un fino hilo dorado… Aunque nuestros hijos sean grandes.

Somos madres y padres de tiempo completo, no dependemos de las circunstancias, como el trabajo o las distancias físicas… Seámoslo, también, con nuestro ser completo. Aprovechemos nuestros sentidos para integrarnos a la vez que vamos aprendiendo y ejercitándonos, a fuerza de ensayo y error, en esta tarea inmensamente grande de ser padres.

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