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Sebastián Gordín
El genio Sebastián Gordín se concibe como un constructor, más que un artista. Sus diseños exquisitos incluyen pintura, objetos cotidianos, alusiones al cine… Vale la pena conocerlo.
LORIS BESTANI | PERIODISTA| LORISBESTANI@GMAIL.COM
[dropcap]E[/dropcap] l Luna Park visto de frente, Ciudad Evita con vista panorámica, el cine Gran Rex visto a hurtadillas y siete cines Odeón desplegados como un ejército, todos representados en maquetas de tamaño variado. Distintos puntos de vista para íconos de nuestra ciudad y de otras. Alfajores Jorgito y Biznikes insertos en objetos. Infancia y adultez juntas. Magia y realidad desdibujadas. Fusión de historia y presente. De sociología y entretenimiento. De vida y de distintas vidas. Esto y mucho más ofrece «Un extraño efecto en el cielo», la primera retrospectiva de Sebastián Gordín que puede verse en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires (Mamba) hasta el 20 de abril.
Después de todo, ¿por qué se separaban
como compartimentos estancos en Bellas
Artes cuando en la vida está todo mezclado?,
se preguntó.
Gordín muestra óleos de su primera época en los que, según él mismo, intentó captar la luz y el detalle «sin éxito». Y luego empieza a mezclar distintos medios. Hace cajitas que pinta y en las que coloca personajes, del tipo de los que se veían en la revista National Geographic de su infancia. Hay pianistas, hay personas solitarias en cafés. Pintura, esculturas, construcciones, aparecen en un mismo objeto. Después de todo, ¿por qué se separaban como compartimentos estancos en Bellas Artes cuando en la vida está todo mezclado?, se preguntó más de una vez el artista, quien se considera esencialmente un constructor.
En línea con los escritores del fluir de la conciencia, Gordín se deja llevar por la libre asociación de materiales. Utiliza así en su obra materiales como la madera, la piedra, el agua, el led. Hay trabajos de marquetería siglo XXI volcados en formato revista de los años 20, sutiles, exquisitos, que recuerdan el preciosismo de algunos incunables. Hay esculturas grandes. Hay cajas transparentes que nacieron en la imaginación del artista como fruto de la corriente El Niño y que tienen mucho de la estética del cine. Gordín cuenta que cuando cursaba la facultad de Bellas Artes, veía un promedio de una película por día. Y esas imágenes se filtran en toda su obra.
Justo cuando uno cree que entiende el código Gordín, hay un punto de inflexión, una nueva experimentación por parte del artista. Sin embargo, como señala Victoria Noorthoorn, actual directora del Mamba y manifiesta admiradora de la obra de Gordín, este artista es muy coherente. Su obra tiene un hilo conductor que revela a una persona honesta, libre de las tendencias y los caprichos de su medio. Un artista que confiesa que hace lo que hace porque es lo único que sabe hacer. Un hacedor. Un luchador que ganó la beca Braque que lo llevó a París por un año y en la que concibió los gordinoscopios. Que hizo muestras en el Instituto de Cooperación Iberoamericano (ICI) por partida doble; primero, alentado por Roberto Jacoby a participar con una obra solamente, y luego, invitado a exponer por la entonces responsable del ICI, Laura Buccellato.
En la exposición, de un montaje enigmático que acompaña la obra como si hubiera crecido con ella, la presencia de Gordín es ubicua. El artista nos invita a mirar algunas piezas a través de una mirilla y, de un modo misterioso, pareciera que también él siempre nos está observando a nosotros, los espectadores.