CONSULTORIO VIRTUAL
La experiencia del nido vacío es especialmente fuerte, cuando los hijos se van de casa y volvemos a estar solos, como cuando éramos novios, como cuando nos casamos.
¿Cómo transitar esta etapa de la vida?, ¿entienden los demás lo que nos pasa?, ¿cuál es la mejor manera de contribuir? Es otra de esas consultas recurrentes que Mariuqui elige compartir.
Por Mariuqui Magrane, Asesora Familiar. consultorio@sembrarvalores.org.ar
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Su compromiso de privacidad es absoluto. Estas publicaciones responden a necesidades más frecuentes y que ella comprende que vale la pena advertir a otros. Pero nunca se revela la situación concreta de alguien y mucho menos sus datos personales.
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Se casa nuestra hija menor y la casa quedará vacía de los ruidos familiares. Me duele especialmente este año que vivimos de puertas adentro. Hay ruidos característicos de mis hijos, que aunque no viven ahora con nosotros, yo los sigo escuchando, me quedaron grabados.
Entonces ahora nos, quedarnos solos, cara a cara. Me parece que el problema es que no nos gustan las mismas cosas. Nos peleamos bastante.
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Cuando llega el momento que llamamos del “nido vacío”, cada uno de nosotros podemos elegir entre ponerle buena onda o quejarnos de todo lo que no me gusta del otro.
¿Aceptás las debilidades propias y las de tu marido (o de tu mujer)? Todos las tenemos y podemos ejercitar la gratitud por la forma en que igualmente, nos acompañan.
Te comparto la experiencia de las parejas que funcionan bien, conviviendo muchos años juntos: Son libres, están tranquilos y cómodos entre ellos. Buscan festejar sus diferencias, reírse de sus limitaciones por la edad, ponen mucho sentido del humor. Escuchan la música que a cada uno le gusta –a veces la comparten y otras cada uno tiene sus propios auriculares y dispositivos… ventajas de los celulares-, se respetan y aman la realidad en la cual viven, da lo mismo lo que tengan, con mucho o poco dinero, con o sin casa propia.
Solidaridad y proyectos en el matrimonio
Me decís que no les interesen las mismas cosas ¡Poné a prueba tu solidaridad matrimonial! Con el paso de los días aprendemos a perdonar, a comprender.
Así, aunque el tiempo arrugue nuestros cuerpos, puede mejorar nuestras almas, soltando lo que tiene de autorreferencial. Se va aprendiendo a no estar de acuerdo en muchas cosas, sin romper por eso armonía.
La idea que se instala es que vamos envejeciendo y que podemos hacerlo con dignidad, sanando heridas, si las hubo. De esta manera, van transitar juntos este momento tan nuevo y cargado de desafíos.
Tal vez comparten alguna pasión y, al mismo tiempo, pueden tener diferentes proyectos, personales, profesionales, incluso diferencia de visión en lo que es trascendente y, cuando se quedan “solos”, si cada uno conoce la visión y aspiraciones del otro, cuentan con mayor capacidad para apoyarse y respetar sus propios tiempos.
Con respeto es más fácil ser buenos compañeros de vida, para acompañarse, sin recriminarse.
El arte de dar pedir y recibir
El arte de saber “dar, pedir y recibir” en esta etapa de la vida es fundamental. Te propongo que te preguntes interiormente si sentís que lo tuyo es solo “dar” o, tal vez, solo “pedís” y reclamás. Al recibir, ¿sabés “recibir” con sencillez lo que el otro puede darte?, y ¿sos consciente de que lo hace a su manera?
Por esto, necesito advertirte del riesgo en que caen algunos matrimonios al culparse uno al otro por lo que le pasa en la vida. No se victimicen y, si se dan cuenta que “cayeron” en esa actitud, salgan rápido. Sigan siendo protagonistas de sus vidas.
No hay palabras para describir esos amores de matrimonios que han superado los tiempos difíciles de la juventud, que llegan a una armonía inquebrantable. Son la admiración de muchos. La maravilla es cuando el amor ayuda a aceptar, lo inaceptable.
Generalmente, dedicaron su tiempo, a su familia. Ahora, pueden compartir con amigos y, especialmente, disfruten juntos los frutos de su amor. El amor es un impulso motivador. Es la vida.
#AlFinSolos
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#EnvejecerJuntos
#Protagonistas