ESA PELIGROSA TENTACIÓN

[La rutina da miedo]

 

Entre la rutina y el arrepentimiento, surgen preguntas: ¿cómo y por qué llegué hasta acá?, e ideas “locas”: ¿si hago volar todo por los aires?

 

María Cornú Labat | Magíster en Matrimonio y Familia | sernosotros.com | mcornulabat@sernosotros.com

 

[dropcap]M[/dropcap] e siento presa. Presa en mi casa, presa en la rutina, en lo que no hago y en lo que hago. No elegí otra cosa, pero tampoco siento que elegí esto. Esto me eligió a mí. ¿Comodidad, decís? Puede ser. Encontrarlo a él fue encontrar la tranquilidad de que nada me iba a faltar, de que iba a seguir al amparo paterno, la protección de la que no quería salir. Desde el principio, él imponía las formas, los códigos, las reglas. Y yo me dejaba guiar. Era conveniente. Tenía todo. Una casa divina, auto a mi disposición, empleada. ¿Si me recibí? Y, no… ¿para qué? Seguí yendo a cursar para autoconvencerme de que hacía algo por mí, para mí. Pero con el primer embarazo llegó la excusa perfecta en forma de reposo indicado para justificar que hasta allí llegaba mi carrera profesional. Ya habría tiempo más adelante. Y, por supuesto, nunca más ni me lo planteé. Ese tiempo jamás llegó. Y ahora, me arrepiento… Estoy tan enojada. Estoy frustrada, no tengo motivación. Mis hijos ya no me necesitan con la intensidad de antes. Es más, siento que los molesto. Ya les molestan mis cuidados extremos, ya no necesitan que los busque, que los traiga, que me meta en su vida.

ENCONTRARLO A ÉL FUE ENCONTRAR LA
TRANQUILIDAD DE QUE NADA ME IBA A FALTAR,
DE QUE IBA A SEGUIR AL AMPARO PATERNO,
LA PROTECCIÓN DE LA QUE NO QUERÍA SALIR

 

[button link=»» color=»red» icon=»» size=»large»]   Cuando el diálogo quiere llegar… tarde, y no parece opción   [/button]
-¿Y a él? Y a él también. Claro que le molesto. Y, sí. No me quiere escuchar. ¿Si quiero sólo reprochar? Yo no sé si son reproches… Quiero poder expresar lo que siento. Pero se me hace imposible. No puedo hablar con él. No puedo decir nada, no me animo, no me sale. Me da miedo. No sé si me puede escuchar. Él es tan perfecto, tiene todo tan claro, hace todo bien, y siente que hace todo bien. Nunca me escuchó, qué me va a escuchar ahora… Además, es tanto lo que hay para decir, que no sabría por dónde empezar. Mejor callarme, mejor dejarlo pasar. ¿Te imaginás? ¿Te imaginás la cara que me puede llegar a poner? ¿Qué me va a decir? Primero, seguro: “¿Ahora te descolgás con todo esto? ¿De dónde sale toda esta insatisfacción? Nunca te faltó nada, siempre tuviste lo que quisiste, te encargaste de los chicos, yo de traer la plata… Me mato trabajando para todos ustedes. Ahora, ¿de qué te quejás?” ¿Que cómo sé que me va a decir eso? Es obvio. Nunca hablamos, las cosas se fueron dando, las dinámicas se instalaron. Yo jamás me sentí con derecho a reclamar nada… Y ¿lo voy a hacer ahora, veinte años después? ¿De la nada? No sabría ni cómo empezar. Él tiene su vida, su trabajo, su empresa, sus rutinas, sus autos, sus gustos. Sus reglas para las vacaciones que todos debemos respetar porque es quien las paga. Es el que se mata trabajando y tiene que descansar. Es el que siempre impuso las pautas… que yo acepté. Y ahora estoy presa en una especie de jaula de oro. Que quiero que se abra. Que pase algo, de lo que no quiero ser responsable. Que se haga cargo. A veces, te juro que fantaseo con cada cosa… Pero nada, no puedo ni articular lo que pienso, está tan mal. Me desconozco… Okey, es verdad, estoy acá para no esconder nada, te puedo decir lo que siento, no me vas a juzgar, nadie va a juzgarme más duramente de lo que yo misma hago. Es tan desesperante sentir que no puedo expresarme, que nada puedo cambiar, que yo no puedo moverme de este lugar, que hice y hago lo que tenía y elegí hacer, que simplemente necesito que pase algo ajeno a mí, que sacuda todo y haga volar todo por los aires. Lo veo siempre tan espléndido, tan centrado en su persona, cuidándose, vistiendo siempre perfecto, haciendo todo lo que tiene que hacer. En nada se sobrepasa, es medido, todos lo aprecian, lo admiran. Él hace todo bien. Nadie pensaría que yo tengo algo para reprochar… Pero, ¿y si conoce a alguien? Alguien que le mueva el piso, que lo haga dejar de ser tan perfecto. Que tenga un desliz, y así, por su culpa, hacer que todo deje de parecer perfecto. Porque ya no lo es. Pero no me animo a expresarlo. Y, sí, en realidad necesito echarle la culpa. Por lo que hizo mal. Por lo que hicimos mal. Por lo que no hicimos. Por lo que dejamos de lado. Por lo que abandonamos. Porque nos abandonamos.

 

EL AMOR ESTA POR ENCIMA DE LA
ADMIRACIÓN Y ESA PERSONA SIENTE ESE
MISMO AMOR POR NOSOTROS

 

[button link=»» color=»red» icon=»» size=»large»]   Cuando la rutina deja de ser novedad   [/button]
Una charla profunda, un corazón que se abre. Un matrimonio especial. Un matrimonio de muchos. Un matrimonio que atraviesa por una situación extrema. No es algo de todos los días, ni de todas las parejas.

Es este un par que no dialogó, que no acordó, que no se dio mutuamente a conocer, sino que aceptó tácitamente condiciones. Porque en el momento convenían, porque no sacaba a ninguno de la situación de confort. Y el matrimonio que es entrega completa nos tiene que sacar a los dos de la situación de confort. Nos tenemos que incomodar… los dos. Porque así lo acordamos, porque así lo prometimos. Podemos admirar mucho a la otra persona. Pero el amor está por encima de la admiración. Y esa persona siente ese mismo amor por nosotros. Y esa dignidad, que cada uno tiene en esencia, nos hace iguales, nos hace pares, nos hace merecedores de respeto y escucha por igual.
El matrimonio se construye todos los días. A veces sobre acuerdos que se pactaron y no se modifican. Y otras muchas, a través del diálogo matrimonial pautado y estructurado, a través del cual puedo expresar cómo me siento y qué necesito, y puedo escuchar cómo se siente el otro y qué necesita.

Y así, desde esta “rutina”, nos vamos a dar siempre a conocer, nos sorprenderemos todo el tiempo. Y estaremos redescubriéndonos cada vez, y no habrá tiempo ni motivación para que la novedad nos sacuda desde afuera. La novedad será parte de nuestra rutina.

Una respuesta a “ESA PELIGROSA TENTACIÓN”

  1. Me encanta la revista. La recibí muchos años gratuitamente y también suscribiéndome. Vivo en el interior. Me gustaría recibirla si es posible.Doy clases de formación religiosa en un colegio y tengo grupos de madres de catequesis familiar . Que tengo q hacer para recibirla porque creo q sería muy útil para mi actividad?..
    Gracias
    Alejandra

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