Entre la rutina y la magia

¿Por qué nos encontramos en nuestro matrimonio con una sexualidad rutinaria? ¿Existen recetas para evitarla?

María Cornu Labat | Abogada | Magister en Matrimonio y Familia | mcornulabat@gmail.com

[dropcap]C[/dropcap] uando el amor madura, crece el desafío
por mantener el deseo y vivir con plenitud la sexualidad… para toda la vida. Sí, para toda la vida…

¿Es posible? Sí, es posible y es esperable.

En el matrimonio contamos con un ingrediente que difícilmente aparezca en otro tipo de relación, y es el amor por el que la entrega es total. Y, sepámoslo, es esa la ansiada receta «mágica».

Estamos invadidos de estímulos eróticos, vivimos en un mundo en el que la sensualidad se respira. Esto tiene sus pros y  contras. Pareciera que en ese marco la pasión y el amor para toda la vida no tienen cabida.

En cada entrega me estoy donando por entero, y recibiendo a mi amado por entero. En esa entrega y recepción se puede hacer mucho bien (el más sublime) y el más profundo daño.

Entrega y recepción

Cuanto más conocemos al otro más lo amamos, y más necesitamos expresarle ese amor. Hay una entera confianza en el otro y la ineludible necesidad de hacerle bien
y ser el bien para el otro, a quien al comienzo principalmente buscaba porque me proporcionaba placer.

Entonces, no se trata de perder la magia, de no tener cosquillas o mariposas en la panza, sino de realizarnos como seres  humanos y buscar el bien para el otro.

Los gestos

En ese proceso de conocer más profundamente al otro y  apropiarse y dejarse apropiar, vamos identificando símbolos, expresiones, gestos. Existe el lenguaje de los gestos.  Expresamos lo que nos pasa, lo que sentimos. Un gesto puede decir: «te quiero», «te acepto», «te rechazo», «ahora es el momento», «ahora no».

Un gesto puede decir «te quiero»,
«te acepto», «te rechazo», «ahora
es el momento», «ahora no».

La manifestación externa de nuestra sexualidad se expresa en gestos.

Tal vez la tan mentada «magia» que se nos quiere recetar está en la capacidad de reconocer gestos y de crearlos. Crearlos y regalarlos. A medida. A medida del otro ser que uno solo  conoce. Uno mismo y mejor que nadie. Y él lo conoce mejor que nadie. Entonces nace la magia. La magia de los gestos que son símbolos sólo para los dos. Que nadie más comparte, que crean una intimidad que es propia y en la que no se va a dejar entrar a nadie, porque nadie más tiene cabida. Es de dos. Y eso ya es «magia».

Te conozco

Hay una mirada que solo él entiende, una mueca de labios que a ella le dice mucho. O una caída de ojos que a él lo mata desde el día que la conoció.

Puede ser una mano que se toma para invitarlo a caminar, pero sólo a la manera que ella sabe hacerlo. O el perfume que a él lo enloquece, o cocinar el domingo para que ella descanse.entre rut y magia 1

El gesto pueden ser los brazos abiertos de él sin reproches para que ella ahogue allí su frustración de un día aburrido. O la tele prendida con una picada y una cervecita para que él no tenga que explicar su cara de malhumor…

También el camisón más lindo para agradarle o el jogging listo para acompañarlo a correr. Va desde un abrazo inocente a un susurro al oído que invita a perder la cabeza.

La casa ordenada cuando necesitamos armonía exterior o los juguetes tirados rodeados de niños esperando para jugar en familia.

Si hay deseo de entregarse
al otro, nunca habrá
rutina que mate la magia.

El whatsapp sugerente en medio de una tediosa reunión de trabajo, que motiva para volver a casa temprano. Una caricia en la mejilla o una mirada atrevida.

Descubrir y codificar ese lenguaje propio de los dos, crearlo, hacerlo crecer, darle vida y atesorarlo. Para darle a la entrega total un sentido cada vez más pleno… Y desde ese deseo de regalarse y recibir al otro nunca habrá rutina que
mate la magia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *