Por Dra. María Amalia Caballero – Periodista – direccion@sembrarvalores.org.ar – @mariaamalia.caballero.9
Hay temas que nos presentan desafíos constantes en las empresas, los colegios, las familias. Hay retos nuevos, es cierto. Algunos ya vienen o venimos con años trabajando en la inclusión e integración, en Sembrar Valores hemos tocado el tema desde las perspectivas más diversas.
Somos distintos
Todos somos distintos, no existen dos personas iguales. Tal vez por eso nos choca tanto cuando se habla de diversidad como algo novedoso “progre”, trasgresor. La diversidad es lo que enriquece la vida, enriquece nuestro planeta.
Por qué alguien va a decir que esa persona es diferente o que “yo” soy diferente y por eso tengo derechos diferentes o a reclamar un trato diferencial, un cupo, que en el fondo es un privilegio.
Las diferencias enriquecen
Sí, lo sabemos, lo decimos, lo repetimos pero… después buscamos unirnos con los “iguales”, rechazamos algo que según nuestro criterio o nuestros gustos, desentona.
La invitación es a pensar si reconocemos y valoramos esas diferencias. Cómo se nota en nuestra vida de familia, en nuestros equipos de trabajo, en nuestros grupos de amigos.
Tal vez, nos llenamos la boca diciendo que nuestro país está formado por gente de distintas razas, culturas y religiones. Nuestros antepasados, más o menos cercanos, llegaron de algún lado, en determinadas condiciones, permanecieron o volvieron a sus orígenes, pero nosotros quedamos aquí.
Recorriendo toda América esta es la realidad, una inmigración que con mayor o menor intensidad convivió y convive con los pueblos originarios.
Algunos piensan que todo esto es parte del problema pero podría ser también parte de la solución… ¿o no?
¿Cómo hacemos?
Ahí es cuando recurro a los profesores con quienes tuve oportunidad de conversar. Ante una realidad teóricamente indiscutida, el profesor Ignacio Bernard nos explica que cuando llega el momento encarar estas situaciones, están los “negadores” pero si acá no pasa nada, otros reconociendo que no es tan así, piensan que no tiene sentido hablarlo porque nada va a cambiar.
También encontramos o podemos encontrarnos entre los que no nos atrevemos a hablar del tema ya sea por miedo a que nos juzguen por poner las diferencias sobre la mesa o porque se tome mal la iniciativa y malos momentos por “pases de factura”.
Y, ¿si fuera verdad?
Si fuera cierto que no incluimos, que no vemos las dificultades de otra persona que son distintas a las nuestras. Por las razones que sean: tiene más o menos educación, ¡ni hablar de las diferencias entre mujeres y varones!, sus limitaciones físicas o psíquicas son diferentes a las de uno…
Esto es solo un comienzo… somos diferentes, todos tenemos distintos desafíos y oportunidades. Entonces, como no somos iguales, la justicia está en tratar de modo desigual a los desiguales, eso es “dar a cada uno lo suyo”, no equivale a dar a todos lo mismo. No nos engañemos más.
Somos iguales ante la Ley, sí, participamos de la naturaleza humana, sí. Por eso los Derechos humanos no te los da nadie, son nuestros por ser humanos y a los Estados le corresponde reconocerlos, no negarlos, ni otorgarlos y mucho menos inventarlos…
En fin, es dejarles la “pelota picando” en su cancha, con expresiones bien futbolísticas para estos días, para que en cada familia, grupo de amigos, equipos… podamos estar más atentos, derribar muros, construir puentes, nos decía Cristián Paz Saguier, lo van a escuchar en nuestro último programa del año.
Los acompañamos, los esperamos, siempre.