Homenaje
[Bernardo Miguens]
Nuestras redes ardieron en recuerdo de un grande: Bernie Miguens, deportista y padre de familia tan querido.
Bernardo Miguens (Bernie, 57), rugbier, destacado fullback, vistió la camiseta de CUBA, como su padre y sus hermanos, y fue campeón con Los Pumas. En su club lo recuerdan como “un hombre ejemplar y un fiel representante de los mejores valores y tradiciones de CUBA, los que ha sabido compartir con su familia, sus amigos y con todos los jugadores de rugby con los que jugó o a quienes supo entrenar”.
Con su mujer, Ana Robredo, tienen 13 hijos -6 mujeres y 7 varones-. Su compromiso con la familia no termina ahí, es Orientador Familiar egresado de la Universidad Austral y entre tantos textos que nos comparten elegimos este, escrito por Berni:
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Un hombre ejemplar y un fiel representante
de los mejores valores y tradiciones de CUBA
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Esto de amar no es sólo un sentimiento…
Una vez imaginé un diálogo entre una joven de 25 años, Carolina, a punto de casarse, y su abuela Amalia. Carolina había elegido charlar con su abuela sobre algunos miedos que le habían surgido porque ella había estado 60 años casada, muy feliz, con Alberto, su abuelo, y había tenido muchos hijos. Amalia tenía, claramente, la sabiduría y la experiencia para aconsejarla.– Abuela, decime la verdad, en los últimos 10 años de casada, ¿lo quisiste al abuelo igual que cuando te casaste… con toda el alma?
Amalia la miró un poco sorprendida por la seriedad de la pregunta, pero enseguida achicó los ojos, y sin dejar de mirar fijo a su nieta, se tomó unos segundos, hasta que respondió:
– No, la verdad es que no, no lo quise igual… lo quise mucho más.
Ahora la sorprendida fue Carolina, por no entender exactamente lo que le decía, y también por ver en su abuela una luz que nunca había visto antes.
– ¿Me podrías explicar un poco más?
– Como ya te conté alguna vez, me enamoré de tu abuelo a los 15 años. Fue un sentimiento que vino no sé de dónde, y me dejó como tres meses viviendo en una nube. Nos pusimos de novios y a los cinco años decidimos casarnos. Esa fue, sin duda, la mayor decisión de nuestras vidas. En ese momento, tanto Alberto como yo decidimos amarnos para toda la vida.
– Pero abuela, ¿cómo van a decidir amarse para toda la vida, si el amor es un sentimiento que, como vos dijiste, no sabés de dónde vino ni cuándo se va?
– Porque con tu abuelo nos comprometimos a amarnos. Es decir, a hacer actos de amor que nos hagan felices.
Nos comprometimos a que tanto él como yo viviríamos pensando y haciendo todo para que el otro sea feliz. En definitiva, a que mi felicidad sea hacerlo feliz a él, y viceversa.
-¿Vos querés decir que pusiste su felicidad antes de la tuya?
– Por supuesto, pero no te olvides de que él también puso mi felicidad antes que la suya. Además, te voy a contar algo realmente curioso y muy importante: el hacer actos de amor para con el otro, genera sentimientos de amor tanto para el que los hace, como para el que los recibe.
– Entonces, con actos de amor que dependen de mi voluntad, ¿puedo generar sentimiento?
– Por supuesto. Se genera un “círculo virtuoso”, que arranca con un sentimiento que no sabés de dónde vino, que lleva a la decisión de amar, que lleva a hacer actos de amor, que nuevamente llevan a un mayor sentimiento de amor, que refuerzan la decisión de amar y así se repite el círculo. ¿Te lo escribo? Sentimiento – Decisión – Actos de Amor
Una se puede comprometer para siempre porque, como en casi todas las cosas de la vida, mucho depende
de nuestra voluntad.
– Pero a veces cuesta, y se hace difícil…
– Sí, es que muchas veces decidimos que nuestra felicidad debe ir primero que la de nuestra pareja: primero yo, después el otro. Y no es nada complicado que esto suceda. Todos tenemos dentro un egoísmo contra el que luchamos. A veces perdemos y gana mi “Yo”… y de esta forma, lamentablemente, perdemos todos.
– Entonces, ¿qué tengo que hacer?
– Querida nieta, por suerte, somos libres para decidir lo que queremos, cómo y con quién vivir. Confiá en
vos misma y en Dios para elegir y vivir con la persona que querés.
Carolina se volvió convencida de que no todo está en manos de la suerte, sino que tenemos el poder de hacer crecer nuestro amor y las herramientas para construir un matrimonio para toda la vida.
Hacer actos de amor genera sentimientos de amor para el que los hace y para el que los recibe.
Nos comprometimos a que tanto él como yo viviríamos pensando y haciendo todo para que el otro sea feliz. En definitiva, que mi felicidad sea hacerlo feliz a él, y viceversa.