Una reflexión acerca de las emociones aplicadas a distintas circunstancias: la educación de los hijos, la pareja, la vida misma…
Por Carolina Salas Villegas*
Una tarde estaba con mis niñas, en el Parque Adolfo Primavesi, en Mar del Plata. Disfrutaba mucho, mientras las columpiaba. Al lado mío, otros dos padres que también hamacaban a sus hijos conversaban animadamente. Escucho que uno de ellos le comenta al otro:
– ¿Viste el chichón que tiene Macarena en la cabeza? – señalando la frente lastimada de la niña que levantaba sus piernas al cielo.
Sin esperar la respuesta de su interlocutor, siguió su discurso.
– ¡Eso le pasa porque camina siempre mirando a los pajaritos! – afirma burlonamente. – Se lo repito, y se lo voy a seguir repitiendo, hasta que aprenda:
–¡Tienes que caminar mirando el piso! ¡Así nunca te vas a caer!
-¡¡¡GUAU!!!- exclamé yo, sin querer, pensando en voz alta.
Ellos me miraron sorprendidos. Yo no sabía cómo disimular mi comentario inapropiado, en una conversación en donde no estaba invitada.
Al rato ellos se fueron, y esta conversación seguía dando vuelta en mi cabeza. ¿Qué era lo que me llamó la atención? Empecé a recordar cuántas veces yo había escuchado de mis padres, recomendaciones similares, que ellos me habían hecho con todo su amor, en pos de resguardarme, de evitar que me lastimara. Y me llevó a la reflexión, sobre la aplicación de esa enseñanza, en mi vida adulta.
¿Seguir al pie de la letra?
Si yo siguiera, al pie de la letra, este tipo de recomendaciones, sin cuestionarme cuán funcional o vigente siguen siendo ¿cuáles serían los resultados?
Considero que, cuando miro hacia abajo, el espacio con el que cuento para moverme es muy limitado. Si mantengo esta perspectiva, detecto muchos elementos (personas y objetos animados e inanimados) que están cerca, y que me molestan u obstaculizan que yo avance. Me empiezo a ocupar y/o a preocupar de cuidar “mi” espacio.
Cuando miro hacia abajo, en mi cuerpo aparece el abatimiento y el desgano. Me pierdo la posibilidad de mirar el alma de las otras personas, a través de sus ojos. Y luego, si soy recurrente en esta postura, ¡pasa a ser mi postura habitual!
¿Y qué pasa si miro al cielo? ¡Cuando miro hacia arriba hay una inmensidad increíble! Cuando levanto la vista, inmediatamente se me dibuja una sonrisa en la cara, empiezo a percibir la brisa en mi rostro y en mi cuerpo aparece el optimismo y la esperanza.
¡Cuando veo el cielo, no existen los límites! Cualquier elemento que detecte, es una pequeñez, dentro de un espacio infinito. Cuando levanto la cabeza, puedo de repente, encontrarme con la magnificencia de un arco iris. Puedo respirar profundamente, y disfrutar el aroma de la hierba, después de la lluvia. Veo los bellos pájaros que revolotean de rama en rama, y escucho su alegre trinar.
¡Mi imaginación empieza a volar! ¡Y puedo soñar, teniendo los pies firmemente apoyados en el suelo! Es cierto, si yo miro permanentemente el suelo, es seguro que no me voy a caer. Ahora, ¡cuánta belleza me voy a perder!
Y, ¿si mirando hacia distintos lados, arriba y abajo, me caigo?, ¿dónde está lo terrible? ¡Me levanto y vuelvo a caminar!
Cuando me encuentro pensando en el futuro en un asunto puntual, aparecen en mí, surgen ideas que va desde el miedo, suponiendo que lo que me va a acontecer no es bueno, que puedo fracasar, que me voy a sentir avergonzada cuando mi entorno vea mi “fracaso”.
Pensamientos basados en la confianza.
Estos pensamientos, puedo frenarlos, y reemplazarlos por pensamientos basados en la confianza. Puedo elegir pensar que los los fracasos no existen; es decir, que, si no me sale cómo yo quiero, aprendí, y tengo más información que retroalimenta mi sistema.
Y desde estas reflexiones, van a cambiar mis conversaciones, conmigo, y con los otros. ¡Voy a empezar a tener optimismo, y a contagiarlo! ¡Se me va a dibujar una sonrisa en la cara; y, con ese semblante, ¡voy a invitar a gente positiva a compartir conmigo sus comentarios alentadores! ¡Voy a ser consciente de los talentos que poseo, y de mi obligación y responsabilidad de compartirlos, ya que el mundo no va a ser el mismo, si lo privo de ellos! ¡Voy a sentir que hoy, es una hermosa oportunidad para tener un día genial, y que sólo depende de una persona para que así sea!
¡Y ESTO DEPENDE DE MÍ!
*Carolina Salas Villegas cumplimentó el Posgrado en Conducción de Empresas. Es Contadora Pública y Coach Ontológica Profesional. También desarrolla capacitaciones «IN COMPANY».
+info, @carosalasvillegas
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