Emigrar para una vida mejor

Nos impactó terriblemente la noticia: dos niñas argentinas, acosadas por el bullying escolar, “decidieron” terminar con sus vidas. Una de ellas sobrevive a la caída desde un balcón en Barcelona.

Por maría berardi – counselor y coach ontológica especializada en procesos migratorios @mariaberardiexpats www.mariaberardiexpats

No voy a analizar este hecho porque faltan muchos datos. Pero, sí quiero compartir con ustedes las resonancias que todo esto tuvo en mí. Como terapeuta, estas cosas que pasan a mi alrededor, me generan muchas preguntas.

¿Qué sucedió en esta familia para llegar a un desenlace tan trágico? ¿Qué sensaciones, emociones, hechos quedaron encapsulados en el silencio para llevar a estas niñas a tomar una decisión semejante? Me pongo en la piel de esos padres y siento el sufrimiento que, sin duda, están pasando.

Como coach especializada en migraciones hago esta reflexión.

Muchos argentinos están tomando la decisión de partir a vivir al exterior soñando con una vida mejor. Muchos de ellos focalizados en las dificultades e inconvenientes de una política que no colabora y la vida se les torna complicada.

La gran mayoría cree que emigrando esto cambiará. Todo esto surge desde las noticias y “compartires” de otros migrantes que muestran las luces y las sombras de esta experiencia se invisibiliza.

Partir es una decisión que requiere coraje, mucho conocimiento de uno mismo y de una preparación que nos dé herramientas para ir integrándonos a la nueva vida en paz.

Obviamente puede hacerse solo, pero en la gran mayoría hay un momento del proceso que se torna difícil y si no lo trabajamos puede llegar a entorpecer la vida lejos.

Mi advertencia

Les digo que, si bien la situación de nuestro país no ayuda en muchos casos a una vida serena y ordenada, tenemos que dejar de idealizar que la paz y felicidad están fuera de nosotros.

“En todos lados se cuecen habas”, dice un refrán, y la vida del migrante no es fácil. Para algunos se transitará más leve pero la gran mayoría necesita hacer un proceso de adaptación que requiere esfuerzo, trabajo, atención, gestión de emociones y mucha mucha presencia.

Los hijos que nos acompañan también sufren este cambio de cultura, dejar amigos, familia, hábitos que se modifican. Todo eso lleva un tiempo que no es igual para todos. Como padres debemos estar atentos para acompañar lo que sucede, conversando, habilitando lo que se siente, alentando a nuestros hijos a ir descubriendo las luces de esta experiencia cuando se presente la oscuridad.

Lejos de ser un análisis de lo sucedido en Barcelona porque nos faltan datos y no se puede juzgar ni definir. Lo repito para que quede claro. Es simplemente que esta noticia me ha hecho ir a un lugar que se dispara en mí cada vez que escucho relatos de hijos desorientados, perdidos, tristes, enojados.

Estas situaciones, que son normales en un proceso migratorio, alteran la paz de la familia y muchas veces los padres, no sabiendo que hacer, y desesperados por ver a sus hijos bien, los impulsan a distraerse, los ignoran, los retan o los llenan de cosas materiales creyendo que con eso podrán estar mejor.

Escucharnos todos “como familia” es fundamental.

Escucharnos todos “como familia” es fundamental. Pedir ayuda a un profesional experto en este tipo de procesos ayuda a comprender el electrocardiograma emocional que se despierta al dejar un país en familia.

También facilita que todos pueden escucharse y hacerse cargo de lo que le pasa a cada uno porque de esa forma no se acentúa en un solo miembro de la familia que, por mayor sensibilidad, pone en evidencia el síntoma.

Esto no es para asustar, sino para alertar. La experiencia de vivir lejos de nuestras raíces puede ser inmensamente provechosa para el gran viaje a nuestro interior, pero también puede acentuar problemas que ya existían. Nada queda en el país de origen, viaja en nuestra valija y espera el momento oportuno para salir con más fuerza.

Es él o ¿somos nosotros?

Cuando un hijo muestra comportamientos desordenados está hablando de algo que sucede en la familia y que no se está viendo. Es un emergente y lejos de preocuparse por él, de llevarlo al psicólogo para que “solucione su pena o enojo o disconformidad”, o para tratar esa “anormalidad” invito a los padres a que se tomen un tiempo para mirarse a sí mismos.

Seguramente hay algo que también ellos deben modificar para poder comprender lo que le sucede a este niño. La no aceptación de un hijo como es, o como está siendo puede ocasionar mayores problemas. Habilitar sus sentires ya es muchísimo para él. Sentirse comprendido generando un espacio de conversación empática ya produce cambios. Pero eso necesita de trabajo, de reflexión, de soltar nuestros propios miedos, nuestros egoísmos, fortaleciéndonos como padres en coherencia.

Un abrazo, un “te entiendo” dicho desde un corazón abierto y comprensivo ocasiona movimientos profundos.

La pregunta a nuestro hijo: ¿Qué harías vos para cambiar esta situación que tanto te molesta? seguramente ayude a ir modificando la mirada y a encontrar herramientas internas que pueden colaborar a la adaptación. Nosotros podemos colaborar, pero nunca sustituir ni cambiar por presión lo que siente o hace un hijo. Todo habla.

Sugiero, invito

Eso es sagrado y sugiero que así lo veamos para ser respetuosos con lo que está sucediendo en su interior.

Y para terminar los invito a mirarse y hacerse esta pregunta: ¿Que parte de mi niño interior está reflejándome mi hijo? ¿No será que a mí también me está pasando algo parecido? ¿No será que esta experiencia de vivir lejos está poniendo en movimiento partes mías que estaban dormidas y ahora es el momento de mirarlas?

Les aseguro, por experiencia propia y en mis consultantes, que un cambio de mirada en un padre/madre a partir del trabajo personal produce muchos “milagros” en el entorno familiar.

CAMBIO YO, CAMBIA EL MUNDO.

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