Nunca antes en la historia de la humanidad llegaron a convivir tantas generaciones, es más ¿cada cuántos años comienza una nueva generación?
Por María Lescano – periodista
Hoy no es extraño escuchar que alguien cumple cien años y que la vida continúa con más o menos achaques o necesidades específicas, a la vez que son abuelos cariñosos, atentos, esos con quienes da gusto compartir o mentes privilegiadas que siguen guiando el rumbo de una organización aunque no tengan un «cargo».
Hace no muchos años se consideraba que el paso de una generación a otra se daba cada cinco años debido a la velocidad de los cambios sociales. Hoy, ¿podríamos decir lo mismo?
Cuestión de vocabulario, ¿solamente?
Si enumeramos las distintas formas de llamar a los grupos etarios tenemos una señal respecto de lo que está pasando. Antes será bebe, niño, adolescente, joven, adulto, viejo.
Hoy está el bebé lactante, el que camina, suelta el chupete, deja los pañales… el chiquito, el niño, el púber, el adolescente, el joven, el adulto joven, el adulto, el adulto mayor, la tercera y la cuarta edad, el anciano. Son tantas que muchas veces ni sabremos ni a qué grupo pertenecemos.
A la vez, las diferencias son cada vez más marcadas. Es frecuente que los adultos intenten asimilarse a los más jóvenes por ejemplo en la informalidad en el modo de vestir y en el uso del lenguaje, enriquecedor o no. También tratan de aprender e incorporar a sus vidas el acelerado cambio tecnológico. Y, si bien existe en los jóvenes una actitud positiva a la hora de enseñar, cuesta encontrar los dispuestos a enseñar y a acompañar. Tanto que, el adulto necesita contratar alguien paga para resolver muchas cuestiones de la vida diaria como hacer las compras para la casa o pagar un impuesto. ¿Ponen el mismo interés los jóvenes en aprender de los adultos? o son muchos los que creen que el mundo empezó cuando ellos llegaron.
¡A crear riqueza!
La invitación es a crear riqueza entre las distintas generaciones, cada una con una visión única del mundo. Se trata de abrir la cabeza para considerar este momento histórico social como un gran desafío. Hoy trascendemos más allá de lo que se transfiere de padres a hijos, si estamos abiertos nuestro ciclo vital está enriquecido por el intercambio.
Nuestro ciclo vital está enriquecido por el intercambio.
Tal vez los adulos sentimos más esa necesidad ya que impacta en nuestra vida cotidiana. El impacto en la vida de los jóvenes va mucho más allá de la resolución de cuestiones prácticas, se trata de entender la sociedad en que vivimos, la cultura que arrastramos, el modo de ser y de hacer.
Cuando cada uno pone lo mejor de sí se logra una riqueza indescriptible.
Con el abono de la experiencia
Está toda la practicidad y los avances tecnológicos para mejorar los modos y los medios pero la calidad y la esencia del servicio entre unos y otros, viene “abonada” por el tiempo y la experiencia.
En las empresas y las organizaciones se percibe cómo las diferentes generaciones permiten crear una riqueza única en el mundo en el que vivimos. Ese valor puede ser aprovechado por las organizaciones para pulir estrategias (…), crear espacios de trabajo que atiendan a las demandas de nuevos talentos, nos dice Alejandro Mascó, y agrega, es necesario considerar que el contexto histórico y social, las demás generaciones y nuestra individualidad (…), entender que hay procesos sociales, económicos y políticos que forman y definen por sus vivencias a los distintos grupos de personas.
¿Por casa cómo andamos?
Una pregunta corriente que aplica a tantas cosas, hoy nos puede llevar a pensar juntos y actuar en consecuencia, poner –como se suele decir- el tema sobre la mesa: ¿qué destaco de los aportes de cada uno en la familia?, entre otros que pueden surgir a partir de este desafío de convivir cuatro generaciones o más.
Foto de entrada BBVA, ilustración Randstat