En cada pareja existe un acuerdo que, con cierta frecuencia, se renueva, se hacen pequeños pactos o se establecen nuevos…
María Cornú Labat | Magíster en Matrimonio y Familia | sernosotros.com | mcornulabat@sernosotros.com
[dropcap]E[/dropcap]En el matrimonio, más allá de acuerdos, pactos o planes, es necesario que, frente a frente, dialogando, juntos lleguen a trazar un proyecto compartido en el cual se fijen un objetivo, un lugar hacia donde caminar, adonde dirigir cada accionar, cada paso que den, cada pequeña decisión que tomen como matrimonio. Así, cada detalle se irá acomodando en armonía con el gran proyecto de los dos.
[button link=»» color=»green3″ icon=»» size=»large»] Desencuentros y desavenencias [/button]
Cuando este proyecto compartido está en marcha, es más difícil que alguno de los dos sea sorprendido caminando en otra dirección o planteándose algo que quede desconectado del sueño que alguna vez armaron entre los dos. No significa esto que no habrá desencuentros, desavenencias, discusiones o renuncias. El matrimonio supone todas ellas y sobre todo, renuncias.
[button link=»» color=»green3″ icon=»» size=»large»] Víctimas [/button]
Como renunciar en lo personal es de esas cosas que cuestan, una renuncia sin una motivación superior, sin un para qué superior a la renuncia misma, se volvería una pérdida.
Cuando uno renuncia a algo convencido de que es injusto, de que se lo está dejando de lado, de que se está postergando a sí mismo, está listo para convertirse en víctima. Víctima de la “situación que nos tocó vivir”, víctima de “los caprichos de mi marido”, víctima de los hijos, víctima de algo que por lo menos es ajeno a nuestra voluntad y a la posibilidad de manejarlo.
[button link=»» color=»green3″ icon=»» size=»large»]Paradojas[/button]
En cambio, cuando uno elige su destino, elige caminar de a dos; entonces elige un proyecto que está por encima de uno mismo, y se hace cargo de que todo eso traerá aparejadas renuncias. Y muchas. Que no dejarán de costar, pero no serán vacías. Y cada uno será responsable por eso, porque una vez dijo SÍ, y un montón de veces lo renovó. Y con cada renuncia, se recuerda ese sí dado. Paradójicamente, con cada NO la vivencia de aquel SÍ traerá la paz y la alegría verdadera de que una renuncia no es vacía, de que tiene un sentido y de que tendrá muchos frutos a la vista.
Por el contrario, en las relaciones transaccionales no hay renuncias por algo superior. Sólo hay postergación. Postergación y reproches, pasadas de factura. Hoy te toca a vos, mañana me toca a mí.
DARSE A CONOCER SIN ESCONDER NINGUNA DEBILIDAD,
POR GRAVE QUE PAREZCA, ES LO QUE CADA UNO TIENE
PARA REGALARLE AL OTRO
Ahora, veamos el “proyecto matrimonial” en un juego de preguntas y respuestas:
¿Se puede definir un “proyecto matrimonial”?
Sí. Definitivamente. Aunque no hay una receta o una fórmula. Porque no hablamos del matrimonio en forma genérica y serial, sino de cada matrimonio, del matrimonio de cada uno. De cada “ser nosotros”.
¿En qué consiste el proyecto matrimonial?
Un proyecto matrimonial se piensa, se dialoga, se discute y se plasma de a dos. De a dos que son un nosotros. Es algo muy parecido a la construcción de una casa. Primero se hace un proyecto para que sea sólida, para que tenga durabilidad y sustento.
Después se debe pensar, discutir, y finalmente plantear un proyecto claro y posible, a gusto de quienes la van a habitar y realista respecto de sus posibilidades y limitaciones.
Por lo pronto, es la forma de plantar cimientos clave para una construcción “para toda la vida”.
Para llegar a plantear una vida de a dos hay que conocerse mucho. Conocerse cada uno a sí mismo y conocer al otro. Darse a conocer siempre sin esconder ninguna debilidad por grave que parezca.
Porque es lo que cada uno tiene para regalarle al otro y que conformará el “nosotros”.
¿Qué partes o temas incluye un proyecto así?
¿Cómo se van a parar frente a la decisión de los hijos que vengan? Cuántos hijos planean tener, si muy seguidos, si espaciados. O la decisión de no planearlos… Tener como sueño entregarse totalmente al día a día e ir juntos planeando cómo sigue esa aventura de dar vida a otros, de ser cocreadores.
Es parte del proyecto. Es parte del estilo de matrimonio que le regalan al mundo.
Y las pequeñas y grandes decisiones que llegan con los hijos, tales como compartir o no tareas de crianza cotidiana, dejar uno de los dos el trabajo fuera de casa por más o menos tiempo, o dejarlo por un tiempo cada uno. Que la mamá se dedique full time a los hijos y a la casa por unos años o definitivamente.
O también, dejar esa decisión para el devenir de los días y las circunstancias… Todo esto marca un estilo, forma parte del proyecto de matrimonio.
No va a consistir en qué casa van a vivir, más bien con qué estilo de vida van a llenar la casa. Las vacaciones que tomen, los lugares que elijan y aquellos que no. Si los fines de semana serán de acuerdo a lo que la familia vaya necesitando y eligiendo.
El lugar de los amigos y la familia extendida va a formar parte del proyecto matrimonial. Dejará ver un estilo de familia, de hogar, de pareja.
Y la aceptación del estilo del otro por ese mismo amor que congrega… Y ¿por qué no?, el que siempre cede en este aspecto -porque no es tan grave-, sabrá hacerlo, porque el otro, pleno y agradecido, cederá en otra cosa.
¿Suena un poco estructurado tanta planificación?
Es que también traducirán a ese proyecto la flexibilidad a los cambios, a las improvisaciones, a lo que aparece inesperadamente y obliga a replantear el día a día. La enumeración no se agota en esto. Cada uno tiene su propia lista, cada pareja va eligiendo sus desafíos, sus prioridades, sus improvisaciones.
¿Esto va más allá de la convivencia pacífica?
El matrimonio no tiene que llegarles por sorpresa a dos personas que simplemente se llevan bien, y entonces van a probar continuar esa convivencia pacífica como si sólo de eso se tratara. Porque más pronto que tarde aflorarán los desencuentros, las faltas de criterios y sus diferencias.
¿En qué ceder y en qué no?
Conociendo el proyecto personal de cada uno, espontáneamente se irá revelando qué cosas tienen en común, en qué temas no son compatibles. Qué cosas no dudaríamos en ceder o pedirle al otro que ceda, en qué sabemos -y no se debe ocultar- que no se está dispuesto a ceder, porque tarde o temprano la persona y la misma relación se resentirán.
En definitiva, es hacerse a un lado muchas veces para que el otro crezca, o que los hijos ganen protagonismo.
¿La clave está en el amor?
Si estas situaciones se generan sin amor, sin el amor total, pierden absolutamente su trasfondo de generosidad, para tornarse fácilmente en gestos de sumisión, postergación, omnipotencia de uno sobre el otro, mandato. Serán los mismos gestos, las mismas situaciones, que ante la falta del ingrediente diferencial, perderán su esencia por completo