Rabino Dr. Fishel Szlajen. @fishelsz
Habla de algo duro: la corrupción, su presencia en nuestra cultura, en las dificultades para encontrar el camino. Szlajen es un colaborador habitual, un académico que se acerca a la política.
La corrupción política se define como todo acto deshonesto o delictivo cometido por funcionarios públicos, líderes sociales o autoridades en cualquiera de los poderes del Estado o sus dependencias, abusando de su poder, influyendo o realizando un mal uso intencional de los recursos a los que tienen acceso, priorizando por sobre el bien común sus intereses personales o de sus allegados, violando sus responsabilidades y obligaciones públicas.
Aun cuando existe un plexo jurídico punitivo y administrativo contra la corrupción, frecuentemente ineficaz en estas latitudes, la corrupción política no sólo es un acto delictivo, sino que es el fenómeno que carcome los principios fundamentales de justicia, honestidad y responsabilidad.
No sólo es un acto delictivo, es el fenómeno que carcome los principios de justicia, honestidad y responsabilidad.
Dicho socavamiento se traduce en términos de representatividad conllevando una violación de la confianza pública y una traición a los principios democráticos básicos. En otras palabras, la corrupción política no sólo es moralmente condenable en lo particular, sino que también tiene un impacto negativo en la sociedad direccionando la asignación de recursos de forma ineficiente o en favor de intereses particulares distorsionando las políticas públicas. Siempre es un perjuicio de la sociedad en general. Así, la corrupción política afecta tanto a los ciudadanos directa e inmediatamente perjudicados como a la economía en general y al desarrollo social.
Siempre es un perjuicio de la sociedad en general
Esta ruptura del sistema representativo causada por la corrupción política deviene en la disolución de la teoría del contrato social, la cual sostiene que los individuos aceptan obedecer las leyes y regulaciones estatales a cambio de la protección de sus derechos y bienestar. Por ello, la erosión de la confianza por parte de la población respecto del gobierno mina la legitimidad de las instituciones políticas. La corrupción política es un incumplimiento del pacto de justicia amenazando la estabilidad y el orden social al socavar la confianza en el sistema político y las normas que lo sustentan.
Por eso, focalizar el problema en lo económico no es sino atacar uno de los síntomas de la corrupción política. Se necesitan proyectos integrales de país depurando en principio la política, porque no se trata de una cuestión técnica en un ámbito en particular sino de un tema ético cultural general.
No se trata de una cuestión técnica en un ámbito en particular sino de un tema ético cultural general.
Luego, si la corrupción política es una falta de virtudes morales en los líderes, el proyecto central para restaurar la deontología en la función pública requiere una combinación de medidas educativas, legales, institucionales y culturales, con necesarios y claros ejemplos personales desde la propia dirigencia y una firme exigencia por parte de la ciudadanía. Es esencial promover una cultura de la integridad y responsabilidad en la sociedad, donde la educación ética, la promoción de valores y la exigencia incondicional a los funcionarios y a las instituciones demandando responsabilidad, eficiencia y transparencia, son sus pilares fundamentales. Así como también la aplicación de un ejemplar escarmiento en caso de corrupción.
Para comenzar, propongo las siguientes cinco medidas fundamentales.
- Transparencia y rendición de cuentas en la gestión pública y financiamiento político, mediante regulaciones estrictas que incluyan límites a las contribuciones particulares, más leyes que garanticen la divulgación completa de las fuentes de financiamiento y de registros públicos sobre las actuaciones políticas y declaraciones de bienes, fortaleciendo los mecanismos de control y supervisión.
- Fortalecimiento de las instituciones encargadas de combatir la corrupción, como organismos de control y comisiones autónomas para supervisión y auditoria, dotándolos de recursos necesarios, garantizando su independencia y capacitación.
- Educación cívica y ética de forma continua y desde la más temprana edad, fomentando la participación ciudadana, el empoderamiento de la sociedad civil y la cultura de la integridad.
Educación cívica y ética de forma continua y desde la más temprana edad, fomentando la participación ciudadana, el empoderamiento de la sociedad civil y la cultura de la integridad.
- Sanciones y puniciones efectivas y ejemplares, penales, cívicas y sociales, a quienes estén involucrados en actos de corrupción, debiendo ser imprescriptibles y con penalidades proporcionales a sus acciones, mediante investigaciones imparciales, juicios justos y la aplicación efectiva de leyes anticorrupción. Además, se deben recuperar los activos de ilícitos y confiscarlos para desincentivar la corrupción.
- Cooperación internacional para intercambiar información fortaleciendo los mecanismos de extradición y colaborar en la recuperación de activos producto de ilícitos.
Sumado a salarios justos para los funcionarios públicos más tecnología que minimice las oportunidades de corrupción, es el comienzo de una infraestructura institucional bajo un mínimo estándar ético. Sólo así, se podrá restaurar la confianza en el sistema, bajar los niveles de evasión, recuperar recursos y asignarlos de forma eficiente, justa y equitativa, equilibrio fiscal, baja de niveles de pobreza y lograr una ciudadanía de calidad.
Es una responsabilidad colectiva que requiere el compromiso ciudadano
La lucha contra la corrupción es una responsabilidad colectiva que requiere el compromiso ciudadano y la implementación de políticas de estado. Es nuestro deber cívico levantarnos contra la corrupción y exigir un cambio real y duradero, para que no nos sigan robando el progreso y bienestar. Porque la corrupción, aun naturalizada como parte inescindible del accionar político, no es un destino inevitable, sino una elección.
* Miembro Titular de la Pontificia Academia para la Vida, Vaticano. Precandidato a Diputado Nacional por CABA, Democracia Cristiana Porteña.