Damos la Bienvenida a Carlos Alvarez Teijeiro… el es un comunicador, un pensador, un creativo. Hoy es un lunes para estar optimistas… cambiamos el chip del padre de la mentira, el pesimista… Pensemos juntos, ¿por qué?, ¿cómo?
Carlos Alvarez Teijeiro*
El demonio, a quien los textos bíblicos califican como “el padre de la mentira” es, ante todo y más que eso, “el padre del pesimismo”.
Decía Chesterton con su lucidez acostumbrosa y casi siempre paradójica que “un pesimista es un optimista mal informado”. Bastaría pues, si así fuesen las cosas, con estar bien informados acerca del mundo; comprender y hacerse cargo de sus venturas y desventuras, de sus prodigios y presagios, de sus signos y señales. Esto con el objetivo de proceder casi de inmediato a convertirnos al optimismo, a la celebración de la vida, a la proclamación de la fiesta, a una reconciliación misteriosa y profunda del universo todo.
La mentira
Nada de cuanto emprendamos (nos) saldrá bien porque nada merece un final feliz, aunque apenas sea provisoriamente feliz, un brevísimo instante de paz y alegría. En eso pone el diablo todos sus empeños, todas sus argucias. A eso dedica todos sus desvelos, no a procurar nuestras desgracias directamente y por sus propios medios; sino a algo mucho más sutil, poderoso e influyente: a convencernos de que esas calamidades portentosas son lo único que nos espera al final de nuestros mejores y más nobles esfuerzos. Tampoco se dedica a torturarnos, sino a la invitación sinuosa para que desistamos de todo empeño con ansias y pretensiones de hacerse futuro.
Pues de eso se trata. El diablo es “el ser-incapaz-de-futuro”, un prodigio memorioso de cada ocasión pasada en la que no hemos hecho sino errar o malograrnos por completo. Tiene la intención esquiva de recordarnos que los errores solo y siempre se repiten y no que se enmiendan. Pero está inhabilitado para imaginar o inventar, y lo que se imagina o inventa es siempre el futuro, el porvenir.
El pesimista
Ahí, justo ahí, en el promisorio futuro, es donde el diablo lleva todas las de perder en su pugna con los que hacemos lo que buenamente nos sale para tratar de ser un poco felices y hacer felices a quienes amamos y nos aman, para regalarles una estrella o una espuma de mar.
Y ahí, y justo ahí, es donde estriban las profundísimas y oscuras simas de las que se alimenta con voracidad su tenaz conservadurismo, pues ser-incapaz-de-futuro es, al mismo tiempo e inexorablemente, ser-incapaz-de-esperanza.
La esperanza
Ésa es la magia de nuestra maltrecha vida. Una vulnerable pero también prodigiosa condición humana. Nuestro sortilegio secreto, nuestro milagro y nuestra sorpresa inaudita, inédita, la manera precisa de conjurar todo maleficio: la esperanza que es, precisamente, lo que el diablo no se espera de nosotros, lo que nunca podría haber esperado y lo que por lo que dure el tiempo seguirá sin ser capaz de esperar.
*Escuela de Posgrados en Comunicación – Universidad Austral
fotos free stock 22 de marzo 2021