EL MIEDO NO ALCANZA

 

Cuando éramos chicos nos asustaban con el “cuco”. Pero el “cuco” no está más, lo matamos a los 14 años. Para educar hay otros medios más eficaces.

 

CONSUELO ACUÑA DE GEORGALOS | LIC. EN PSICOPEDAGOGÍA | ORIENTADORA FAMILIAR | CONNIE.GEORGALOS@GMAIL.COM

[dropcap]N[/dropcap] uestros hijos están expuestos, son parte de la cultura de la inmediatez y del consumo. A los padres nos toca anticiparnos a su panorama, para que cuando les toque enfrentarlo, estén “avisados” porque papá o mamá ya la tenían clara.

Conviene que los chicos conozcan cómo funcionan las salidas y las cosas que pueden pasar.  Contarles, por ejemplo, que van a estar expuestos a la presión de los pares, cómo es la realidad del consumo, lo que está pasando en los lugares de diversión, donde habrá mucha gente, alcohol y quizás, también, droga. Que seguramente muchos de sus amigos van a tomar y les van a ofrecer. Incluso, puede pasar que se sientan afuera por no estar tomando.el miedo 1

Verán a sus amigos  vomitando, o haciendo y diciendo cosas que no harían si estuvieran bien.

El costo de decir “no”

En este contexto,  necesitamos chicos con autoestima sana y los padres somos  los  responsables  de construirla. Sólo con una buena autoestima el chico se va a bancar el costo de decir que no.

Si analizamos cómo estamos formándolos, encontramos que en un mismo día, en un mismo tema, los padres nos vamos de un extremo al otro: o los protegemos demasiado o los juzgamos todo el tiempo.

Muchas veces los sobreprotegemos: les facilitamos las cosas porque tenemos miedo de que se  equivoquen y sufran. Entonces, los chicos  crecen en una caja de cristal y los dejamos sin  herramientas. Una forma de fortalecerlos es dejarlos que se frustren, que se equivoquen en cosas que no llevan grandes riesgos y acompañarlos para que soporten las consecuencias.

Otras veces -y atención porque nos pasa sin darnos cuenta- les marcamos solamente lo que están haciendo mal. Nos erigimos para eso en los dueños absolutos de la verdad, del bien y del mal, cuando lo que necesitan es empezar a formar su propia conciencia respecto de determinados temas  concernientes a su edad.

el miedo 6El logro de padres y docentes es que los chicos decidan, no porque lo dicen los mayores, sino porque están convencidos y seguros de que así está bien.

Jugando con las palabras se suele decir: “Cuando alguien decide no tomar, es porque tomó conciencia”. El cardiólogo Guido Bergman, que trabaja en prevención de la comunidad, sostiene que “la gente no cambia por miedo. La gente cambia por conciencia. El miedo tiene un problema y es
que  se va”.

Con buenas razones

Cuando se habla del consumo de alcohol, está bueno hacerle ver a nuestro hijo que su cuerpo no está preparado para esa ingesta, que le hace mal -aunque él no se dé cuenta. El cerebro está en edad de crecimiento e intoxicarlo es riesgoso. Así, él sentirá que nos importa, que nos interesamos  por él y que sabemos que cuanto más tarde consuma será mejor.

El objetivo es que tomen
decisiones acordes a los
valores de nuestra familia
cuando no estemos presentes

En muchos ambientes se instaló la creencia de que los chicos se emborrachan alrededor de los 15. Sin embargo, este concepto es modificable. Según el Dr. Bergman, “es verdad que el chico está metido en un sistema de consumo, por eso son importantes las herramientas para padres que los capaciten en transmitir para cada salida un razonamiento sustentable, es decir, un razonamiento suficientemente fuerte para poder decir en la situación: Yo elijo hacer esto y no elijo
hacer esto otro”.

Reconociendo errores 

El gran ausente de la noche somos los padres. Cometemos el error de relajarnos cuando nuestro hijo es adolescente porque venimos agotados de llevarlo y traerlo. “Entonces, cuando tienen un poco de independencia,  aflojás”, añade Bergman.

Necesitamos chicos con
buena autoestima… y los
padres somos los responsables
de construirla.

Hay que volver a involucrarse, supervisar, acompañar y charlar. En esta etapa el esfuerzo está en la comunicación y en los límites. El diálogo con nuestros hijos se va reformulando todo el tiempo, porque un chico de 14 no piensa como uno de 15 o de 16. Charlar o hablar es algo más que hacer  preguntas «epidérmicas» del estilo: ¿cómo te fue en la escuela? o ¿qué nota te sacaste?

Palabras que dejan huella

El objetivo que perseguimos es que los chicos tomen  decisiones  responsables acordes a los valores y creencias de nuestra familia cuando no estemos presentes. Para lograrlo, se necesita una comunicación permanente, con una escucha oportuna en la que el chico se sienta  cómodo, una charla breve, no más de media hora, y saber qué es lo que queremos comunicar. Tener definido el mensaje y acertar con el momento.

Cuesta razonar cuando estamos enojados. Nos enfocamos en lo que nos molesta en vez de perseguir lo que nos importa. Por ejemplo, nos enojamos porque le fue mal en una materia y en realidad queremos que le vaya bien, que sea responsable, que se sienta libre, que se sepa desarrollar en un medio adverso.

Trataremos de escucharlo a él y de hacer preguntas donde el chico se exprese. Preguntas abiertas como: Y vos, ¿qué pensás?, ¿qué te parece?, ¿qué opinás? Estas pautas generarán que nuestro mensaje llegue claro y que sepamos cuáles son sus inquietudes.

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