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Uno de los fines de la educación es que los chicos logren su autonomía, pero lo difícil es saber cuándo llega ese momento.
CLARA NAÓN DE ABERASTURY | ORIENTADORA FAMILIAR | CLARANAON@GMAIL.COM
[dropcap]P[/dropcap] apá, me prestás el auto para ir a lo de María? Ya me dieron el carnet”, pregunta mi hija Lu, de 17 recién cumplidos.
“Mamá, me voy a lo de Juan y después tengo una salida”, informa Tomás, de 16 años.
Un abanico de opciones se nos abre frente a esta pregunta. Pregunta que es un pedido o un simple informe, porque no siempre del otro lado esperan la respuesta de nuestra parte para salir a la calle.
Dudas, muchas dudas
Nosotros nos quedamos en un mar de dudas y, aunque la presión social es muy fuerte, ¿es acertada?
El tener registro ¿la habilita a ir a cualquier lado desde el primer día? ¿Está preparada para resolver cualquier situación o necesita horas de vuelo junto a un adulto? ¿Va sola o con alguien más?
¿Tiene permiso para cualquier tipo de salida?, ¿a cualquier lugar?, ¿habrá adultos?, ¿corresponde preguntarle o con la información que nos pasa es suficiente? Es una chica responsable, pero……
Conforme pasan los años
Nuestro hijo creció, ya tiene 16, 17,18 años, puede hacer solo la mayoría de las cosas, está eligiendo su carrera, tiene sus responsabilidades cívicas… No nos necesita, o por lo menos eso es lo que dice. Casi ni nos enteramos de lo que está pasando por su cabeza, y tampoco sabemos qué es lo que va a hacer, como sabíamos cuando era más chico.
No se trata de “estar encima”
sino de dejarle la libertad suficiente
para que aprenda.
Es verdad que queremos que sea independiente, que tome buenas decisiones, pero ¿es el momento de que lo dejemos solo, solo? Sentimos que nuestra presencia es cada vez menos necesaria. Pero, ¿son las cosas tal como él dice?
Situaciones cambiantes
Día a día se nos van presentando diferentes situaciones y sabemos que debemos soltar la soga pero no sabemos cuál es su largo, cuál es su límite.
Nos debatimos interiormente y ojalá, marido y mujer, lo conversemos. No queremos ser padres castradores, queremos confiar. Sin embargo, más de una vez, el confiar es una solución cómoda. Por ejemplo: la dejamos que vaya a lo de María sola estrenando carnet porque no tenemos ganas de subirnos al auto y comprobar cómo maneja, si se siente segura, cómo reacciona en situaciones inesperadas.
Personalidades diferentes
Esa soga no se suelta de un día para el otro. Se va soltando a medida que nuestro hijo nos va mostrando su responsabilidad y conciencia de lo que hace.
El camino fácil, la “tentación” está en:
– Decirle «ya tenés 18, ahora el mundo es tuyo, hacé lo que te parezca…»
– Usar la misma medida sin evaluar las diferencias entre los chicos: a todos les damos permiso a los 16 para que hagan tal cosa, a los 17 tal otra, a los 18… Sin atender a que no todos tienen la misma responsabilidad o las mismas condiciones que les permitan utilizar acertadamente esa autonomía.
Alargar, contar, soltar
Juan tiene 19, muy responsable, hace dos años que tiene registro. Es muy “gauchito” para llevar o traer a sus hermanos o para salir a comprar algo que nos está faltando en casa.
Sin embargo, llega a su casa una multa por ir a 150 km/h por la Panamericana. Para sus padres es una sorpresa, pero el radar no miente y la foto de la patente está en la boleta, el horario no deja dudas de que era él quien estaba al volante.
Entonces, además de hacerle pagar la multa, es el momento de generar una buena conversación que ayude a reflexionar, por ejemplo, mediante buenas preguntas, si entiende por qué no puede ir a esa velocidad, el peligro que conlleva para él, para los que van en el auto y para los demás autos o personas.
Mucha comunicación
Tenemos entonces la gran oportunidad de generar un espacio de comunicación y confianza, porque parte de esa autonomía que queremos lograr es que tenga criterio, que sepa tomar buenas decisiones.
Del error también se aprende, de ahí el interés de no dejar pasar la ocasión para que reconozca su equivocación y los otros caminos que podría haber seguido. No se trata de “estar encima” sino más bien de dejarle la libertad suficiente para que aprenda. En la vida se aprende, no podemos ahogarlo.
Entonces, la confianza se irá ganando día a día, y la soga larga podrá alargarse o acortarse cuando la confianza se quiebre, hasta que se recupere. Requiere esfuerzo y cariño porque no es de hoy para siempre, sino que hay que estar cerca, con una presencia imperceptible, momento a momento.
No es sólo cuestión de edad
El que haya llegado a la mayoría de edad no significa que tenga la responsabilidad necesaria para que lo dejemos solo en este mundo… De hecho, seguimos siendo sus padres y tendremos que guiarlo un poco más. ¿Hasta cuándo? No lo sé, también me lo pregunto.