Bebes
A veces pensás que todo lo que te podía pasar ya te pasó; sin embargo, te asalta una pesadilla y descubrís que es un regalo
Ing, Javier Ciaccio | Suscriptor
[dropcap]V[/dropcap] iernes 2 de marzo de 2018. Faltarían entre 10 y 15 minutos para las 11 de la mañana. Estamos en la sala de parto con Toti, esperando la llegada de Antonio, nuestro cuarto hijo.
Después de haber pasado por lo que pasamos con nuestro segundo hijo, Salvi, en sus primeros quince días de vida y, especialmente, en sus primeros dos años, creíamos que ya nos había “tocado” la misión difícil que te puede tocar como padre. Enfermedad rara. Uno de cada 4.000 nacimientos. Nuestro número ya había salido.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Ser padres de Salvi [/button]
Ser padres de Salvi representó y sigue representando un desafío en muchos sentidos. Implica aprender a aceptar. Especialmente, aceptar que la aceptación no es un hito. Es un proceso que no termina nunca. Es aceptar que tu hijo no va a poder hacer esto, o le va a costar mucho hacer aquello. Aceptar que algunos chiquitos se van a burlar de él, porque así como son de tiernos pueden ser de crueles. Ese aceptar te acompaña toda la vida. Aceptar que no sabemos si va a necesitar que alguien se ocupe de él cuando sea grande. Atravesamos muchas cosas, y Salvi hoy sigue evolucionando y transformando una pesadilla en un sueño. Hoy vemos como un milagro y un regalo el no saber qué va a pasar en uno, cinco, diez o veinte años. Al fin y al cabo, es mejor disfrutar la duda, que la certeza de una negativa.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] La llegada de Fausti [/button]
Poco más de cuatro años después de Salvi, llegó el embarazo de Fausti. Citomegalovirus. ¿Pero, cómo? Si nuestro número ¡ya había salido! Apareció un estudio médico de diez años atrás que indicaba que se trataba de una reactivación del virus en la madre. Había un 1% de probabilidades de que la beba naciera con el virus. Meses más tarde llegó Fausti, otro verdadero ser de luz. El resultado dio positivo.
ES ACEPTAR QUE TU HIJO NO VA A PODER HACER
ESTO, O LE VA A COSTAR AQUELLO. ACEPTAR QUE
ALGUNOS CHIQUITOS SE VAN A BURLAR DE ÉL.
ESE ACEPTAR TE ACOMPAÑA TODA LA VIDA
Riesgo de esto. Riesgo de aquello. Tratamiento antiviral y a esperar. Si se activaba el virus, veríamos manchas en la piel. Fausti nació con unos lunares grandes en la pierna, que por más que nos preocuparon, no tienen nada que ver con el virus. Hoy, intervención criogénica mediante, los lunares desaparecieron. Y si bien hay que esperar hasta que cumpla seis años para desestimar algún posible problema derivado del virus, con 19 meses, Fausti está extraordinariamente bien. El riesgo de que ocurra algo es mucho menor, y en ese caso, no sería tan grave -podría ser hipoacusia.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] Llega Antonio [/button]
Viernes 2 de marzo. Está por llegar Antonio. Toti reconoce tener miedo. Camino dos kilómetros en una sala de poco menos de cuatro metros. Ida y vuelta. Ida y vuelta. Tengo miedo, pero tampoco quiero transmitirlo. No sea cosa que altere el alumbramiento.
Ya sé que las probabilidades están a nuestro favor. Negocio con Dios. Ya había negociado con Faustina. Nos pusimos de acuerdo a medias. Sus tiempos fueron un poco más largos que los míos. Le digo que esta vez soy suyo, a cambio de que Antonio esté sano.
[button link=»» color=»green2″ icon=»» size=»large»] El momento de soltar [/button]
Es entonces cuando me cae la ficha. Casi que podría establecer el momento exacto. La agarro de la mano a Toti. Nos miramos. Y suelto. No la mano, sino todo lo demás. Soltar. Aceptar. Le digo que no importa lo que pase con Antonio. Vamos a seguir siendo felices. Y vamos a seguir disfrutando mucho la vida y la familia.
Mi mente viaja a nuestro casamiento. Primera Carta de Pablo a los Corintos. Capítulo 13, versículo 7: “El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. El amor todo lo puede. Dios está presente en ese amor. Dios es ese amor. Ese amor que espera. Que confía. Que a veces desconfía, pero soporta todo. Cura todo. Mejora todo. Hace más lindo lo lindo.
Nace Antonio. No puedo evitar revisar si tiene los brazos, las piernas, si respira, si tiene dos orejas, dos ojos y una nariz. Lloro. Es la primera vez que lloro en el nacimiento de un hijo. No puedo evitarlo. Pero tampoco quiero. Antonio llegó. Nadie nos podrá asegurar que va a estar bien. No importa. Nosotros sabemos que vamos a estarlo.