MARIANA AGUIRRE DE FERRECCIO | ORIENTADORA FAMILIAR | MARINFERRECCIO@GMAIL.COM
Cuando pienso en la amistad, viene a mi mente el encuentro del personaje de Saint- Exupéry, el Principito con el zorro. Como el Principito quería jugar, el zorro le advierte:
-No puedo jugar contigo – dijo el zorro-. No estoy domesticado.
El Principito le preguntó:
-¿Qué es estar domesticado?
El zorro explica qué es domesticar:
“Es una cosa demasiado olvidada dijo el zorro. Significa “crear lazos”.
-¿Crear lazos?
-Sí, dijo el zorro. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a cien mil muchachitos. Y no te necesito. Y, tú, tampoco me necesitas a mí. No soy para ti más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo…
“Domesticar”, en el lenguaje del zorro, es hacerse uno con el otro.
-Los hombres han olvidado esta verdad -dijo el zorro-. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado…
El zorro nos hace conscientes de que «somos responsables de aquello que domesticamos».
El zorro nos hace conscientes de que «somos responsables de aquello que domesticamos». Respetando eso, la amistad será duradera. Ni el tiempo, ni la distancia serán impedimentos para que crezca y se fortalezca.
Hay algo muy fuerte en nuestro ser que nos reclama esos lazos de los que con sencillez habla el zorro y con ingenuidad toma el Principito.
Los amigos contribuyen a que el niño se desarrolle emocional y moralmente.
Las amistades proveen más que sólo la diversión del juego propio de los niños. Los amigos contribuyen a que el niño se desarrolle emocional y moralmente.
La amistad en la infancia
Resultan innumerables los beneficios de una amistad vivida desde la infancia porque los chicos, en la interacción con amigos, aprenden muchas habilidades sociales, como comunicarse, cooperar, y solucionar problemas, practican el control de sus emociones y responden a las emociones de los otros, desarrollan la capacidad de ver y manejar diferentes situaciones que surgen en cada relación.
El deseo natural que tienen de pertenecer a un grupo y de ser aceptados, es una característica relevante en esta etapa de la vida. Al pertenecer, el niño encuentra y afianza su personalidad social y lo lleva a buscar, de manera natural, ser un buen amigo.
Durante la niñez, los amigos son vitales para el desarrollo de los chicos, afecta, incluso, positivamente su desempeño escolar.
¿Cómo “educar” para la amistad?
¿Cómo ayudarlos a ser buenos amigos? Casi siempre, ayudar a pensar es más eficaz que dar los temas por resueltos, así, junto a nuestro hijo, podemos preguntarnos: ¿Qué actitudes ayudan y fortalecen la amistad y cuáles no?
Si tuvieron una experiencia en la que se sintieron mal con un amigo, que puedan preguntarse: ¿Qué pasó? ¿Qué sentí? ¿Cómo reaccioné? Facilitarle que descubra qué sintió el otro ¿Cómo reaccionó tu amigo?
Hacerse este tipo de preguntas lo ayudará a tomar contacto y conciencia de sus propios sentimientos y, a la vez, le permitirá a ver la vida desde la perspectiva del otro.
Enseñar a discernir
Conviene que los padres conozcamos a los amigos de nuestros hijos y a sus familias; así, muchas veces surgen nuevas amistades entre los adultos, aunque no siempre ni es un objetivo. Al mismo tiempo, les estamos enseñando desde chicos a discernir cuáles son los verdaderos amigos.
Un hijo amado por sus padres, sabe que tiene un lugar importante en su familia.
Un hijo amado por sus padres, que sabe que tiene un lugar importante en su familia y por lo tanto no tiene necesidad de buscar atención en otro lado. Él dispone de las suficientes herramientas emocionales para hacerle frente a esas amistades que algunas veces pueden preocuparnos.
La mejor manera de estar atentos y evitar este peligro de las “malas amistades”, que, sin duda, existen, será estimular en ellos la lealtad, la donación y confianza, la búsqueda de afinidades, otro ingrediente clave de la amistad. Este “valor” será más fuerte, irá más allá del “atractivo” que ofrece lo diferente, aquello que huele a riesgo, que en algunas edades y personalidades puede ser muy “tentador”.
Como los hermanos vienen impuestos, mientras los amigos se eligen, el doctor Enrique Rojas dice que “en esa elección nos retratamos, ponemos las cartas sobre la mesa y dejamos entrever a lo que aspiramos y lo que realmente buscamos”.
¡Recordemos que nuestros hijos nos miran!
“Quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro.” Está en nuestras manos que, desde chicos, sean, de verdad, unos “buenos” amigos. Así, ellos también tendrán buenos amigos y, como siempre: ¡recordemos que nuestros hijos nos miran y podemos ser buenos referentes para ellos!