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Antes de rechazar de plano, asustarnos… o pasar de largo de las cosas que hacen, viven y ven nuestros hijos adolescentes, un repasito por lo que sucede a su alrededor, por lo que “les” ocurre, no está de más.
MARÍA CORNÚ LABAT | ABOGADA ESPECIALISTA EN FAMILIA | MCORNU@ESTUDIO-CORNULABAT.COM.AR
[dropcap]L[/dropcap] a adolescencia como edad evolutiva en sí misma no existe y es una invención de la cultura actual industrializada, señala el educador Gerardo Castillo Ceballos. ¿En qué se apoyan algunos autores que sostienen esta posición? En que en el pasado, los jóvenes eran introducidos sin demora en la vida de los adultos por medio de ritos de transición.
Estas ceremonias, en algunas civilizaciones, implicaban la modificación de su vestimenta, como el comienzo del uso de la toga en Roma, o una preparación militar especial en Grecia; en otras culturas antiguas era el momento de ingresar en el mundo del trabajo como aprendiz. El paso de una etapa a otra existía, y siempre hubo un foco especial en esta edad.
¿Qué cambió?
En la actualidad existe una gran distancia entre la adultez biológica y la llamada adultez social. El joven tarda muchos años en ser reconocido socialmente como adulto.
Las razones son varias. Por una parte, se ha extendido la educación obligatoria y cada vez se requiere más preparación profesional para acceder al mundo del trabajo.
Este fenómeno, sin dudas, colabora en que la etapa de discernimientos, al menos, se haga más patente. Definitivamente, al prolongarse en el tiempo, no se puede ignorar y se agudiza. En algunos adolescentes más y en otros menos, desde ya.
¿Qué permanece?
En la actualidad y en tiempos más remotos, estamos frente a una etapa de la vida en la que se construye la personalidad.
Sostiene el autor citado que no se trata de una ruptura abrupta con la niñez, sino de un proceso de crecimiento y asimilación. Coexisten la estabilidad y el cambio.
Además, como bien dice Castillo Ceballos en su libro El adolescente y sus retos, “no hay adolescencia, sino adolescencias y adolescentes”. Él habla de la diversidad entre los adolescentes en cuanto a las variables de edad, sexo, personalidad y entorno familiar.
La simplificación de las redes
no implica que los temas de los
adolescentes se hayan simplificado
Para entender de qué fenómeno hablamos, ayuda volver siempre a este punto, así no nos quedamos en críticas vacías o comentarios obligados cuando nos toca dar opiniones desde nuestro lugar de adultos.
Más allá de las teorías
Antes de expresar con total convencimiento el desacuerdo con sus conductas o lo poco que comprendemos sus gustos o sus costumbres excéntricas, recordemos que nuestro hijo o alumno vive una etapa de transición entre la niñez y la adultez.
No obstante, lo que pretendo con estas líneas es que no perdamos de vista al adolescente, más allá de la vorágine de los tiempos de hoy, de la velocidad de los cambios que se apuran más que nuestra capacidad de asombro, más allá de la invasión externa a nuestro mundo hogareño.
Un lugar sin adultos
A la hora de analizar críticamente las redes, los avances tecnológicos, los recursos que nos superan, recordemos que este adolescente al que nos vemos tentados de juzgar, es una persona que atraviesa una profunda crisis porque necesita afirmar su personalidad para llegar a ser aceptado en el mundo adulto.
Y, antes como ahora, los jóvenes, atentos al mundo que los rodea y los atrae, se valen de los recursos que se les ofrecen para afianzar su “yo”, para hacerse su lugar en el mundo.
En este contexto, Facebook, red social creada en 2004, fue la primera que atrapó al público juvenil, y allí por 2007, los adolescentes se convencían de que si no tenían un perfil en Facebook, no existían para el mundo. La gigante red social despertó pasiones, a tal punto que se ha escrito muchísimo sobre la misma, se la ha ponderado, se la ha demonizado.
Los jóvenes, como es su naturaleza, en su afán de probar, de vivir al límite, de tomar riesgos, encontraron en el espacio virtual un lugar sin adultos. Nadie los controlaba, interactuaban en un lugar sin la supervisión de los padres o de los profesores. Un mundo en el que mandaban ellos, ellos imponían sus reglas.
En poco tiempo, a los adultos a cargo empezó a preocuparles el bullying, el acoso, temas que coparon la opinión pública en el mundo entero. Muchos chicos empezaron a sufrir, de la manera intensa en que sufren los adolescentes y por los temas que a los adolescentes, en busca de afianzar su personalidad, preocupan. La popularidad, la aceptación, el pertenecer, el ser querido.
Indudablemente, el alcance que empezaba a tener la exposición se volvía incontrolable.
Y esto es algo que llegó para quedarse. Y es la gran novedad de esta revolución. Mientras tanto, los adultos a cargo reaccionamos con un poco de delay a toda esta gran movida. El hecho de que el responsable de Facebook hubiera restringido el uso de la red social a mayores de 13 años dio una falsa tranquilidad a muchos padres, quienes, abdicando de su tarea de padres, delegaron en esa mente emprendedora y aventurera la responsabilidad de habilitar a sus hijos a vivir una anarquía virtual.
Tal vez, para escapar del espacio que los adultos invadieron en su afán de compartir con los hijos amistades, programas y pretendiendo juzgar acerca de las fotos que subía, y de quién la había “laikeado” -es decir, dieron la opción de “me gusta”-, rápidamente Twitter le ganó el podio a Facebook entre los más jóvenes.
Se acabó la magia
La magia de probar ser adultos con sus propias reglas, sin control, se había esfumado; podría ser una explicación, que muchos comparten, que otros no.
Pero lo cierto es que Twitter presentó un dinamismo muy atractivo para la velocidad en la que viven los jóvenes. Twitter acompaña el ritmo del tiempo de hoy. Los jóvenes «twittean» en 140 caracteres cómo se sienten, qué hacen, qué necesitan, qué quieren. La popularidad tan buscada por los adolescentes, se mide en twitter por la cantidad de seguidores que «retwittean» -reenvían al resto- el post publicado.
La red social que últimamente atrapó a los adolescentes es Instagram. Muchos padres se encontraron a sí mismos tranquilizándose por lo acotado de los riesgos de esta novedad. Se trata de un espacio al que solo se puede subir fotos. Los seguidores clickean sobre un corazón que anuncia que les ha gustado, y pueden agregar sus comentarios.
Un artículo de la revista Time “The secret language of girls on Instagram”, menciona los rituales y códigos que hay detrás de Instagram, especialmente entre las adolescentes mujeres.
La ansiedad que genera esperar los likes de los seguidores, que serán la medida de aceptación. La importancia que adquiere que una persona postee la foto en la que aparece otra, y la etiquete, o lo que significa que en realidad suba una en la que no aparece y la muestre a toda la red de amistades, en un instante, con un click, que la dejaron afuera.
Adquiere importancia que una
persona postee la foto en la que
aparece otra y la etiquete, o que
suba una en la que no aparece
y la muestre a toda la red de
amistades.
Las siglas que indican que una es la mejor amiga por siempre. La foto de la fiesta a la que no fue invitada, pero fue etiquetada para asegurarse de que se enterara. Que se enterara que fue dejada de lado. Los mensajes profundísimos que oculta cada una de estas movidas, que, para quien lo mira de afuera, es instantánea, es superficial, es irreflexiva.
Las osadías. Las diferentes personalidades. El mostrarse audaz o no “tan buena”, en el mundo virtual, cuando en la convivencia real es una persona correcta.
Se acabó el relax
Claramente, la simplificación del funcionamiento de las redes no implica que los conflictos, las preocupaciones y los temas de los adolescentes se hayan simplificado también.
Es más, la necesidad de afianzar la autoestima esperando agradar, la ansiedad por ser aceptado y ganar popularidad, la desesperación por congraciarse con sus pares y separarse de sus adultos referentes, es la constante. Es la constante ahora y siempre de los adolescentes que no tenían más que teléfonos de línea, como de los que tienen a su alcance todas las posibilidades de comunicación.
El adolescente se valdrá de los medios que tenga para vivir a fondo esta etapa necesaria en la que construirá su personalidad.
Los padres de hoy no nos podemos relajar, así como tampoco podían los de antes. Los adolescentes, nuestros hijos, necesitan que caminemos a su lado, que los guiemos, que los acompañemos en el mundo virtual, de manera real. No vale la excusa de no entender sus códigos, de no manejar la tecnología como lo hacen ellos. Estar aunque no entendamos, escuchar aunque suene disonante, abrazar aunque seamos rechazados.
Los padres de hoy no nos podemos
relajar, así como tampoco podían
los de antes.
Contener, entender, caminar mirando para adelante como lo hacen ellos, dándoles nosotros la confianza que le piden al mundo.
Muy bueno el articulo!! Impecable la cronología de las redes sociales y muy útil toda la explicación para entender las ansias del «like»adolescente!! Feliicitaciones Maria Cornu Labat!!