En los cuentos, la pareja se besa y aparece la leyenda «y vivieron felices». Pero, para los recién casados, el primer año está lleno de dificultades, alegrías y aprendizajes.
TERESITA CASAUBON DE PUIGGARI | TEREPUIGGARI@HOTMAIL.COM
Cris y Javi
[dropcap]E[/dropcap] stábamos con familia y amigos y surgió el tema del primer año de casados. Nosotros llevábamos casi cuatro años de novios, y escuchando las diferentes experiencias, nos quedó un sabor amargo, pensando “Ojo, que esto del matrimonio se ve que no es tan fácil”. Pasó el tiempo y nos casamos.
Dimos ese SI, para toda la vida. Los primeros meses estuvieron teñidos de la euforia del casamiento, los cuentos de la luna de miel, la divertida tarea de armar nuestra propia casa. Parecía un juego de muñecas. A medida que pasaba el tiempo, se empezaron a notar las diferentes costumbres que cada uno traía consigo de su propia familia. Fue un divertido ejercicio rescatar lo que más nos gustaba y elegir juntos lo que queríamos para nuestro nuevo hogar, nuestra nueva familia. Ese año empezamos a vivir lo que tanto habíamos anhelado. Hacíamos muchísimos programas, con amigos, con familia y solos. ¡Nos divertimos a lo loco! Aprovechamos cada momento. La satisfacción de sentarnos una noche, cansados, con un vinito, y pensar “esta es nuestra casa” -aunque alquilada-; la satisfacción de volver de trabajar y saber que nos íbamos a encontrar en casa.
Tuvimos nuestros desencuentros, sí. Pero logramos convertirlos en aprendizajes y, Dios mediante, nos fuimos conociendo y aprendiendo, ¡aún hoy seguimos aprendiendo! a respetar los tiempos del otro, a que tenemos gustos y preferencias distintas y a cuidar nuestros momentos sin cargarnos con programas. A compartir la fe, a dejar de lado comodidades propias en pos del otro. Una de las cosas que más nos costó fue aprender a manejar nuestra economía doméstica y unificar criterios con respecto a esto. Nos dimos cuenta de que ese famoso “color de rosas” se construye de a dos y que ese “SI QUIERO, para toda la vida” está en el “SI,TE quiero hoy”, de cada día.
Tomás y Tere
[dropcap]N[/dropcap] uestro primer año fue un poco particular, con toda la alegría de recién casada, nos llegó la noticia de que estaba ¡embarazada! Si bien estábamos decididos a agrandar la familia, de entrada masticar la noticia nos llevó un tiempo; sumamos a la propia adaptación la necesidad de empezar a compartir tiempo y espacio con una nueva persona.
Fue un gran año. Uno de los más complicados emocionalmente y de los más exigentes para nosotros mismos quizás…
Facu y Mery
[dropcap]E[/dropcap] l primer año de casados fue de lo más variado. Llegamos de la luna de miel y estábamos totalmente embobados. Recuerdo volver al trabajo y no entender nada de lo que estaba pasando, yo seguía volando. No me voy a olvidar nunca la sensación de estar ahí y de golpe acordarme de que cuando volviera a casa, él iba a estar allí esperándome.
En seguida sonreía sin razón. ¡Era lo más! Teníamos todo el tiempo del mundo para dedicarnos y vivir este proyecto que habíamos empezado a armar en nuestro noviazgo.
Cocinar, salir a caminar, hacer un deporte juntos, charlar… todo era un programa de a dos. En eso somos súper compañeros.
Pero fue difícil encontrar el equilibrio en ciertas decisiones. Los dos tenemos carácter muy fuerte y se nos hacía difícil ceder en algunas cosas que traíamos de años cada uno viviendo en su casa. Eso nos costó muchas discusiones, pero la seguridad del paso que habíamos dado el primer día y cada reconciliación nos hacía mirar para adelante.
Recordamos con humor la fecha de nuestro primer aniversario. Habíamos reservado una noche en unas cabañas y ese día no había parado de llover. Salimos de casa con mil cosas en la cabeza y enojados porque el día era horrible. Esa misma tarde tuvimos una charla lindísima en la que los dos nos abrimos un montón al otro. Eso nos ayudó a vivir el segundo año de casados de una manera mucho más dócil, pensando fuera de uno mismo y aprendiendo a mejorar la convivencia.
Aunque surjan discusiones o diferencias, el saber que tiramos para el mismo lado nos permite disfrutar mucho más de las pequeñas cosas del día a día, incluida nuestra hija que está en camino.
Gus y Clara
[dropcap]N[/dropcap] uestro primer año de casados fue raro. No solo arrancaba la aventura de vivir juntos y formar una familia, sino también vivir en otra ciudad, lejos de nuestras familias y amigos. Comenzar una nueva etapa lejos de todos es muy enriquecedor, aunque no deja de ser arduo. Con el tiempo se empiezan a ver los frutos. Es cuestión de ponerle actitud y buena onda.
Estuvimos diez años de novios, pero aun así no conocíamos muchas cosas del otro. Pequeñeces que van surgiendo, situaciones del día a día, fueron sorprendiéndonos y nos unieron para los momentos más difíciles.