Delegar en las pantallas tiene su costo alto

Vivimos a altas velocidades, es casi un slogan de María Catarineu. Hoy nos propone cambiar pantallas por presencia, por cercanía, por juguetes.

Lic. María Catarineu – Especialista en bebes y niños en primera infancia @rayuelatiempodejuego . Lirios del Talar.

Vemos pasar los sucesos de todos los días como flashes, nuestro nivel de registro baja mientras la tensión aumenta y el estado de alerta constante se traduce en el cuerpo con la vivencia del estrés. En este contexto, los padres tenemos el desafío de acompañar el crecimiento de nuestros hijos en una época repleta de apuros, exigencias y pantallas.

¿En qué momentos aparece un dispositivo en las manos del niño?

¿En qué escenas del día aparece un dispositivo en las pequeñas manos?  Cuando nuestros hijos tienen que atravesar momentos de espera o de berrinches o, incluso, para la rutina de la comida y del sueño, esas escenas quedan “cubiertas» por las pantallas. Es así donde “delegamos el relevo” en pos de nuestro alivio frente al agotamiento cotidiano.

¿Cuál es el costo de “delegar” como gesto espontaneo en las pantallas “los relevos del cuidado”?

UN COSTO A CORTO Y LARGO PLAZO

Es bien sabido que las pantallas generan un carácter hipnótico con sus tres características el brillo, la continuidad y el movimiento.

Genera quietud y pasividad en los pequeños.

 ¿Qué efecto tiene? Genera quietud y pasividad en los pequeños.  El niño que tiene en sus manos un dispositivo, no puede pensar ni activar ideas propias. Cuando un berrinche o un tiempo de espera, se “tapona” con una pantalla, queda obturada su capacidad de entrar en relación con lo que le pasa, no puede transitar lo que no le gusta, ni elaborar imágenes mentales para resolver creativamente con otros. Al mismo tiempo el cerebro en desarrollo, recibe un shock de dopamina que produce una recompensa inmediata altamente adictiva.

Cada vez es más frecuente en los niños la falta de atención y concentración, la impulsividad, las dificultades en la adquisición del lenguaje y la desregulación emocional. Estas características son algunos de los tantos riegos del “relevo virtual”.

Principalmente, en ese momento el niño pierde la oportunidad de atravesar ese malestar tan áspero y tan necesario para crecer. Dejar de llorar “mágicamente” no significa que pudo transitar y “tocar” lo que le está pasando. El costo es a corto plazo porque ese estado de fascinación con la pantalla, no le permite procesar su angustia que, por supuesto, continúa presente.

Al mismo tiempo el costo es también a largo plazo, porque el sufrimiento psíquico que está viviendo, va en aumento.

PERMISO PARA FRUSTRARSE

¿Qué necesitan en ese momento?

Su estado emocional es frágil y vulnerable y necesitan que les demos permiso para frustrase con nosotros, porque todavía no están preparados para hacerlo solos.  Nuestro “sana, sana, colita de rana” no tiene sustituto, es ahí donde les donamos esa seguridad de que nada malo va a pasar, porque los estamos cuidando.

Nada malo va a pasar, porque los estamos cuidando.

Sus demandas y pedidos son válidos, pero hay un camino por recorrer. Si ese deseo se satisface inmediatamente o se obtura con una pantalla, no aparece esa distancia necesaria para transitarla ¿con quién? Con nosotros, los adultos.

La frustración es el camino necesario para poder aprender, nos hace más sensibles porque nos ayuda a conocernos, a empatizar con las cosas que nos pasan y conocer nuestras emociones.

Sobre esos surcos de la frustración en compañía nuestra, van alcanzando uno de los mayores logros del desarrollo emocional que es, la capacidad individual de estar a solas. Estos son los comienzos de la autonomía, la relajación y la principal fuente de la vida interior que se manifiestan en la solemnidad de su juego. Es así como más tarde, va emanando entre sus cabriolas, las primeras preguntas filosóficas con sus “por qués”

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