Del campo a casa

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Las mudanzas siempre tienen algo de nostalgia. Dejar nuestra casa de campo fue un arrancón pero las plantas que vinieron con nosotros nos hacen sentir en un «habitat» similar.

 

MARIANA AGUIRRE DE FERRECCIO | ORIENTADORA FAMILIAR | MARINFERRECCIO@GMAIL.COM

 

[dropcap]V[/dropcap] iví muchos años, casi en el campo, a las afueras de Saladillo. Allí aprendí gracias al estímulo de dos amigas y de la mano del “Grupo Jardín” a encontrarme con “La Madre Tierra” y las plantas.

Con el grupo fuimos armando el jardín de nuestra casa. Cuando llegamos era un lote pelado, que -con el pasar de los años- se fue poblando de plantas y transformándose “nuestro lugar”.

Fue una experiencia de mucho aprendizaje, trabajo y dedicación. Rescato muy especialmente que haya sido una vivencia en familia. Tenemos muchas horas compartidas de riego, poda, trasplante, siembra, fumigaciones,
carretillas que iban y venían en medio de risas, quejas y asombro.

En el jardín hay un tiempo para trabajar
intensamente y otro para disfrutarlo intensamente.

En lo personal fue todo un aprendizaje desde lo más básico, hasta ir descubriendo los tiempos. Como dice la  paisajista y jardinera Clara Billoch: “En el jardín hay un tiempo para todo, un tiempo para sembrar, un tiempo para regar, tiempo para cosechar y un tiempo para descansar, uno para trabajar intensamente y otro para disfrutarlo intensamente”.

Les aseguro que la satisfacción que da ver con el pasar de los años, lo que con ganas, esfuerzo y dedicación podemos ir logrando para integrar el afuera con el adentro, fruto del trabajo de nuestras manos, es un placer muy grande, además de una terapia que realmente oxigena y enseña para el diario vivir.

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pileta en la casa de campo
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living en nuestro nuevo hogar
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rincón en el jardin el campo
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living en jardín de la casa de campo

 

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Cuando nos volvimos a Buenos Aires, extrañábamos nuestro lugar, por eso decidí construirlo aquí. Para eso, empecé por traerme plantas de la casa de Saladillo y, de nuevo en familia, nos pusimos manos a la obra, dividimos, dividimos… y plantamos. Fuimos haciéndolo de a poco, fueron creciendo y hoy podemos decir que volvimos a sentir que tenemos “nuestro lugar”.

Tenemos muchas horas compartidas de riego, poda,
trasplante, siembra, fumigaciones, carretillas que iban
y venían en medio de risas, quejas y asombro.

Hacer jardinería es posible, se los puedo asegurar. Sólo hace falta animarse.

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