«Parecía que esto ya no nos iba a volver a pasar, de nuevo el país va económicamente para atrás y esa crisis se hace sentir mucho en nuestra pareja… estamos los dos muy nerviosos y la casa se pone insoportable porque los chicos perciben que algo pasa y se pelean por cualquier cosa.
Esto en nuestro matrimonio ya lo transitamos positivamente, nos hicimos fuertes al reducir gastos o prescindir de algunas comodidades. Pero volver a pasarla se nos hace muy cuesta arriba.»
Así nos hablaba una seguidora y coincidimos en que estas crisis económicas recurrentes son o pueden ser experiencias duras y hasta negativas en las familias. Por eso, más allá de lo que hablamos con ella, elegimos compartir estas reflexiones de la Dra. María Cornú Labat. Nos las hizo un par de años atrás, en alguna de nuestras crisis económicas que son cada vez más frecuentes ya no respetan el ciclo de diez años.
Esta situación es la de tantas parejas en tiempos signados por las dificultades económicas, por la hostilidad generalizada que bombardea a uno y a otro miembro de la pareja por igual.
Existen momentos que llenan de contenido, de madurez, el “tanto en la prosperidad como en la adversidad” proclamado frente a testigos. En esa fórmula que pronunciamos al entregarnos por entero en matrimonio, nos estamos diciendo que vamos a amarnos y a respetarnos incondicionalmente.
Y, si bien lo estamos pronunciando en un contexto de celebración único de felicidad extrema, se trata de “atrapar” esa promesa para evocarla a lo largo de la vida y pronunciarla de manera especialmente fuerte en esos momentos en que “no doy más, estamos mal”, “él está todo el tiempo de mal humor” o “ella no me da bolilla, no está cariñosa”.
¿Miramos la crisis, o nos miramos?
Son momentos de prueba, fuertes, que empujan al límite. Que no conducen inexorablemente a la ruptura. Somos los protagonistas de nuestra vida, de nuestras decisiones, somos los responsables de sus consecuencias. Así como lo somos de haber expresado el consentimiento matrimonial entregándonos al otro.
Pero ese día en que pronuncié el consentimiento matrimonial,” yo me comprometí a amarte y a respetarte en la prosperidad como en la adversidad. Yo me comprometí a cuidarte”.
“Yo me comprometí a cuidarte”.
Casi siempre en tiempos de crisis externa, hay uno que está más atento a los síntomas que el otro. Y el cambio, la diferencia, se hará si esa persona que está atenta, en lugar de acumular pruebas en contra del que no está en su mejor momento, se fortalece, renueva su SÍ, y con coraje lo protege, recordando su promesa porque es quien está en mejores condiciones para hacerlo.
Cuando estas tormentas arrecian, el vínculo alimentado y fortalecido desde el minuto cero es el gran recurso.
¿Vamos a porcentaje?
Los dos nos prometimos mutuamente el cien por ciento de nosotros. No el cincuenta, porque el otro me da el cincuenta.
Entonces, si bien es duro percibir que el otro no me está dando, si soy capaz de notar ese clima y rechazarlo, es el momento de actuar dándome al cien por cien, para completarnos, para ser ese uno que formamos. No es el momento de exigir a quien no puede más. Es el momento de sacar valentía y fuerza y ser quien abraza, cobija y otorga al otro lo que de él se espera.
En esto el egoísmo, el egocentrismo, el regateo, el intercambio, no tienen cabida. “Hoy estoy para vos, no espero de vos, pero te espero a vos”.